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FERNANDO TREJO Y SANABRIA - SITIAL DE PABLO R. LUCATELLI

Fray Fernando de Trejo y Sanabria. 
Segundo Obispo de Santiago del Estero

 Por Néstor René Ledesma

 Monseñor Fernando de Trejo y Sanabria, segundo Obispo de Santiago del Estero fue designado con el confuso título de Obispo “Del Tucumán”[1]. Los méritos del Obispo Trejo fueron excepcionales. Fue el Obispo de la Educación, la fundó en todos los niveles; convocó  a numerosos sínodos; edificó la nueva catedral; en su labor apostólica, ejerció una gran defensa de los derechos de los indios; pero sobre todas las cosas su gloria radica en su acción en el campo de la educación.

Fernando de Trejo y Sanabria fue el primer Obispo de origen americano en estas regiones del Imperio Español. Nació en territorio paraguayo, en la costa del océano, que actualmente es territorio brasileño.

Hijo del Capitán don Hernando de Trejo y de doña María de Sanabria, heroína de la defensa de los indígenas. Fue famosa por su acción contra los portugueses y los españoles. Actuó heroicamente en defensa de los derechos de los indios, debió cruzar  a pie la selva desde la costa oceánica hasta la capital del Paraguay.

Falleció su esposo, y en segundas nupcias nació Fernando Arias de Saavedra, conocido en la historia como Hernandarias; ilustre gobernador del Paraguay, cuya acción se extendió hasta el Río de la Plata.

Trejo ingresó a la orden franciscana en Lima, en mayo de 1569, a los quince años. Se ordenó sacerdote a los veintidós años.

El Consejo de todas las Indias propuso su nombramiento al Rey Felipe II el 30 de mayo de 1592 como candidato al Obispo Trejo “por sus dotes de letrado y predicador y de muy loable vida y costumbres” para suceder a Monseñor Francisco de Victoria, siendo provincial de la orden en Perú. Además sabía la lengua de los naturales.

El virrey García de Mendoza aprobó la designación, el archivo general de Indias y la audiencia de Charcas la presentaron ante el Vaticano.

 Acción pastoral

 Durante su obispado llamó a tres sínodos, el primero de los cuales durante el primer año, 1599. Los siguientes sínodos los llamó en 1606 y en 1607. El primer sínodo tomó resoluciones fundamentales para la organización de la Iglesia. Adoptó como normas las resoluciones del Sínodo Limense Tercero. Es notable la organización interna en el Concilio donde se reservaron asientos para distintas personalidades señalando los lugares de reuniones, horarios, designación de consultores, y reservando una cátedra para el obispo. Se establecieron cincuenta y cinco constituciones elaboradas por el sínodo. Las resoluciones pueden dividirse en tres consignas:

 a)                 Doctrinas

b)                 Sacramentos

c)                 Diversas materias

 Punto fundamental fue lo referente a las reducciones de indios, para ser adoctrinados con comodidad. Para ello debían reunirse en reducciones, delegando al gobernador vigilar el cumplimiento y además la presencia de un fiscal en cada poblado aborigen, es decir “un indio de buen ejemplo, casado de cuarenta años”, encargado de cuidar el orden en cada una de las comunidades. Debía vigilar el buen trato de los indígenas, para “impedir muchas crueldades que exceden los límites de la justicia humana y la piedad cristiana”.

En cuanto a la enseñanza de la doctrina y práctica de los sacramentos, especialmente bautismos y confesiones. La instrucción debía ser dada en idioma aborigen, para lo cual tradujeron los catecismos redactados en el Sínodo Limense Tercero. El objetivo principal era promover la cristianización y la civilización de los aborígenes.

Su acción en beneficio de los indios fue prioritaria. En esto tuvo un gran apoyo de la Compañía de Jesús, a tal punto que molestó a los españoles. La Compañía debió alejarse de Santiago del Estero, y concentrar su acción en Córdoba.

 Resolver el problema de la escasez de sacerdotes fue una acción prioritaria del Obispo. Había encontrado solamente cuatro en la Diócesis, y en 1610 escribía al monarca: “Tengo hoy cuarenta y seis doctrinantes y curas, habiendo hallado cuando entré en este Obispado, solamente cuatro clérigos que los adoctrinaba”. En esa tarea logró la colaboración de distintas órdenes religiosas: mercedarios, dominicos, franciscanos y jesuitas.

El Obispo Trejo dedicó gran parte de su gobierno a la construcción de la Catedral, para lo cual solicitó apoyo económico a distintas organizaciones, no solicitando tributos sino ayudándolos él mismo con sus rentas. La Catedral de Santiago del Estero ya estaba construida antes de iniciarse la de Córdoba.

 La principal orientación del Obispado de Monseñor Trejo y Sanabria, fue la educación. Al hacerse cargo de sus funciones, el había manifestado que se dedicaría fundamentalmente a organizar la educación en todos sus niveles. Inició su escuela primaria.

Desde el primer Sínodo de 1597, y dando cumplimiento a la Real Cédula de Felipe II de 1592 que mandaba la fundación de seminarios en las Diócesis de las Indias, decidió la erección del primer seminario en Villa Nueva Madrid de las Juntas. La principal dificultad era la obtención de recursos para la manutención, para lo cual solicitó la contribución de los padres de los alumnos. Sin embargo no existe documentación fehaciente sobre si realmente este seminario funcionó.

 En 1609 el Rey dictó una Real Cédula, poniendo el seminario bajo la dirección de la Compañía de Jesús. El Superior Jesuita Padre Diego de Torres, el 11 de noviembre de 1611 levantó Acta ante notario fundando el seminario de Santa Catalina, cuyo nivel docente era universitario y siendo su primer rector el padre Juan Romero.

En la erección de esta obra, el Obispo prometió ceder a la Compañía de Jesús la suma de veinte mil ducados, para que se pudieran construir casa e Iglesia en Santiago y atender el seminario. En el mismo acto hizo donación de todos los bienes que hubiere a su nombre, con el mismo fin.

Este es el punto de partida de lo que en Argentina se ha dado en llamar Enseñanza Superior. Cabe aclarar que los jesuitas debieron salir de Santiago del Estero por su prédica a favor de los aborígenes, lo cual provocó violentas reacciones. Trasladados los jesuitas a Córdoba la erección formal de la Universidad por resolución del Vaticano y del gobierno imperial, se realizó posteriormente en Córdoba. Así es como se erigió el seminario convictorio San Francisco Javier el 26 de julio de 1613 siguiendo el modelo del que se existía en Lima, confiando su dirección a los jesuitas. En 1610 el Padre Diego de Torres, provincial de los jesuitas, había instalado el colegio máximo en Córdoba, pero por falta de recursos y por la oposición contra la orden a favor de los jesuitas, debió ser trasladado provisoriamente a Santiago de Chile.

 A pesar de su múltiple acción, que se extendió al cumplimiento de su acción apostólica, a su acción a favor de los indios, a la acción política a favor del puerto de Buenos Aires, a cumplir las resoluciones de los Sínodos; la gloria mayor del Obispo Trejo es en materia de educación.

Organizó de acuerdo a su deseo original, la educación primaria, la educación secundaria, particularmente los seminarios, y sobre todo su gran iniciativa de elevar la educación hasta los niveles más altos, es decir la fundación de la primera universidad en territorio nacional.

La intensidad de su múltiple actividad para lo cual se trasladaba a los centros de su acción pastoral y civilizadora en su dilatada diócesis, afectaron su salud. Solicitó por carta al Rey Felipe II el 12 de mayo de 1607 “que se le hiciera la gracia de ser trasladado a Perú”, donde encontraría mejor atención, pues sus enfermedades y vejez no permiten otra cosa. Encontrándose de visita pastoral en Córdoba en 1614, se hospeda con los jesuitas; sintiéndose restablecido quiso regresar a su sede en Santiago del Estero y sin escuchar consejos partió. En el camino se agravó y falleció el 21 de diciembre de 1614.

Sus esfuerzos pastorales fueron tan intensos que realmente entregó su vida en el ejercicio de su obra.

La obra múltiple de Fernando de Trejo y Sanabria merece ser reconocida. Su principal gloria es haber promovido la educación en todos los niveles. Y por ello también merece el título de Patrono de la Educación en Argentina.

 [1]Digo que es una designación confusa, porque por tradición milenaria de la Iglesia el título de los obispos fue siempre el nombre de la ciudad sede en la cual actuaba. Esta excepcional designación fue posible, seguramente por la escasez de conocimientos que tenían en Europa tanto las autoridades del Imperio como las de la Santa Sede, sobre estos lugares remotos.

 

FELIPE TABOADA - SITIAL DE ADRIANA RAMOS TABOADA

FELIPE TABOADA 1821 – 1853 

 Nace en Matará, Santiago del Estero, en 1821. Esta tierra fue el primer centro político y religioso de la entonces próspera provincia del Tucumán. Fue Felipe hijo de Leandro Taboada y de Agueda Ibarra. Su abuelo paterno Antonio Gil Taboada, noble español, comerciante llegó al país en 1768 y contrajo nupcias con Francisca Luisa de Paz y Figueroa, hija del Teniente Gobernador Juan José de Paz y Figueroa que pertenecía a la clase principal del Virreinato del Río de la Plata.

Tuvo otros hermanos Antonino, Gaspar, Manuel e Isidro (que muere joven).

Pertenece a lo más representativo de la clase dirigente tanto en el orden político, social y económico. Herederos de grandes extensiones de tierra eran verdaderos terratenientes. Sin embargo, tanto Antonino como Gaspar mueren pobres.

Matará, su lugar natal, más bien un pueblo pequeño rodeado de grandes estancias, no es el sitio donde residen habitualmente. Allí tienen centradas las actividades ganaderas a las que se dedican.

Este paisaje de inmensas llanuras e impenetrables selvas, el clima y la vida ruda tienen una enorme influencia en la formación de su carácter.

Allí en aquel ámbito de libertad aprende a ser jinete, a disfrutar de lo lúdico, a superar adversidades, así como a madurar un sentido de prudencia ya que el escenario de su infancia está lleno de magia, de interrogantes, rodeado por las fuerzas invencibles de la naturaleza.

En el campo desarrolla su personalidad, la destreza en el caballo y en el manejo de las armas, ambas vitales condiciones de la época. Sus hermanos Manuel y Antonino, cuatro y siete años mayor que él respectivamente, habrían de ser sus compañeros en muchas jornadas inolvidables.

En la década de 1830 Antonino y Manuel parten a Buenos Aires, donde tienen activa militancia política y recién en 1840 regresan a Matará su pueblo natal para hacerse cargo de las actividades ganaderas, sobre todo Antonino, quien tenía sus establecimientos en el Chaco.

ENFERMEDAD

Aproximadamente a la edad de 11 años, en la plenitud del goce físico y espiritual de su vida, una enfermedad le paraliza una de sus piernas en un grado que no sabríamos precisar.

Relata Pablo Lascano, nuestro primer escritor santiagueño que “cruzaba las distancias a saltos” y a veces se sujetaba el brazo derecho con el izquierdo para controlar el movimiento.

Es muy probable que sus hermanos y tíos que viajaban regularmente y algunos sacerdotes instruidos cercanos a él, hayan contribuido a su formación plástica con revistas, periódicos, libros y, de esta manera, se haya ido poblando de imágenes su universo personal. Es el período más duro de su vida, en que se alimenta tanto de vivencias externas, muy intensas, como de mucha introspección y vida interior.

Pasada su pubertad y poseedor ya de inquietudes artísticas comienza en su adolescencia a desarrollar esta fuerza interior que le ayudó a vivir. Le ayudó el Arte.

Es dable observar que cada tanto surgen en el mundo criaturas asombrosas y elocuentes que se elevan desde el sufrimiento para convertirse en personajes ejemplares. Ellas dan cuenta de la capacidad del espíritu humano para emerger de sentimientos lacerantes y sublimarlos trasladando estas incapacidades en algo vital y sorprendente. Éste es el caso de Felipe.

 SU CONTEXTO Y ENTORNO.

Santiago del Estero fue históricamente lugar de paso de comercio hacia el Alto Perú y al puerto de Buenos Aires. Su territorio era transitado frecuentemente por carretas o tropas por lo que se llamó Camino Real a esta ruta.

Durante el siglo XIX el comercio principal era de mulas, cueros y caballadas, hasta que la presencia del ferrocarril –entre otras causas- cambió las necesidades de aquel momento.

En 1810 se produce la Revolución de Mayo y Santiago es la primera en adherirse, dando muestras de la idiosincrasia que ya comenzaba a manifestar.

En 1820 el territorio santiagueño se declara autónomo y queda constituido como provincia en abril de ese año. Al decir de Andrés Figueroa es una época embrionaria.

Juan Felipe Ibarra asume el gobierno de la provincia y constituye una figura importante por su peso político para el gobierno nacional. “…Defendió una férrea preservación territorial y una concepción soberana de lo nacional. Con Ibarra la provincia tuvo una activa presencia en la vida política de la Confederación Argentina…”

En 1821 nace su sobrino Felipe Taboada Ibarra, en una época de gran efervescencia política. Felipe  durante su infancia, escucharía seguramente apasionadas e interesantes conversaciones de familiares y personajes de la política así como de extranjeros e investigadores que visitaban el país documentando lo que ocurría en este territorio nuevo que despertaba la curiosidad de los europeos a los que les llegaba noticias de América.

A Felipe, por su situación, se le facilitaría bibliografía sobre arte. Incluso su tía Ana María, fundadora de la casa de Belén (1821) donde se enseñaba pintura y escultura, habría contribuido a ello.

No existe documentación sobre su formación plástica, indudablemente tuvo oportunidad de viajar al Alto Perú o Buenos Aires en las carretas que regularmente cruzaban nuestros campos.

De todas maneras, aunque hubiera accedido a estudios, el artista nace en la labor diaria, en la disciplina del taller y en la exigencia personal por la buena obra.

Como expuso el filósofo francés Alain Badiou, “Las verdades surgen a partir de cuatro procedimientos: el amor, la ciencia, el arte y la política”.

Es así como este joven adolescente se aferra a su ya marcada inclinación artística y, al comprobar las posibilidades de su talento, se deja atrapar por el arte como profesión.

Ya nunca estuvo solo, aislado en el apagado ámbito de un pueblo sin sobresaltos. Su contexto era ágil o expectante, nunca de quietud somnolienta. Tampoco tomó distancia de los acontecimientos políticos y, como buen santiagueño, participó en la medida de sus posibilidades.

 SU OBRA

IMAGINERÍA

Realiza imágenes y tallas de santos, de los cuales se conserva una en la Iglesia La Merced.

También realiza numerosas obras en Santo Domingo, San Francisco y otros templos.

 PINTURA DE CABALLETE

En el desarrollo de su labor plástica tuvo predisposición por el Retrato, que por ese entonces tenía un nivel artístico superlativo, además de la importancia que revestía como documentación histórica. Pintó a los Presbíteros Tomás Taboada y Sebastián del Jesús Gorostiaga, también a Fray Cernada. En el Colegio de Belén se conserva el retrato al óleo, tamaño natural, de María Antonia de la Paz y Figueroa. En el Museo Histórico Orestes Di Lullo, se encuentra su autorretrato al óleo.

La inmigración al país en ese entonces era escasa. Las pocas embarcaciones que llegaban al puerto de Buenos Aires traían consigo riquezas, documentos y  testimonios.

Llegarían seguramente a sus manos revistas, periódicos y libros con imágenes y comentarios de las artes plásticas de otros países.

Su naturaleza libre lo llevaba a retratar personajes e imágenes conocidas que lo gratificaban en lo afectivo o en lo espiritual. Pintó a sus hermanos: Manuel, Antonino y Gaspar. También a la Beata, su tía, María Antonia de La Paz y Figueroa.

Analicemos: No conoció personalmente a su tía ¿Por qué la pinta? Imposible que sea un encargo, fue su selección que delata sus predilecciones. En este caso por la admiración de lo que ella encarnaba: era el ejemplo de la convicción y de una fortaleza fuera de lo común.

La “Mama Antula”, de sólida formación jesuita  fundó, entre otras casas, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Capital Federal. La Casa, construida con quebrachos santiagueños y que se conserva actualmente, posee varias capillas. Su valioso patrimonio artístico contenía imágenes de bulto de riquísima factura, algunas de origen peruano y, otras, español y portugués. ¿Habrá gozado de esas maravillas Felipe? Si no fue así, con toda seguridad las historias tan cercanas a la Beata deben haberlo conmovido dando rienda suelta a su fantasía e imaginación.

Así fue construyendo su mundo en imágenes, en valores, en proyectos. Se encuentra en su juventud poseedor al mismo tiempo de una belleza física y de una incapacidad que lo hace sentir “diferente”. Efectivamente, sí era diferente, su lucha estaba clara y su rumbo también.

No optó por ser un pintor testimonial. Lo cotidiano, el contexto externo en su vida, la relación entre los personajes y su entorno real son ámbitos que se entrelazan incesantemente en su vida diaria.

Esa frontera entre el quehacer cotidiano y la realidad del mundo en él se difuman. Él vive los escenarios naturales de las historias desde adentro.

Necesita del arte y se aferra a temas mayores, entrañables, que no puede evitar. Acude a su fantasía, por eso “vive y trabaja”. En su quehacer diario sabe de luchas y esfuerzos, de superación de flaquezas y disciplinas y también del goce de la buena obra. De la obra concluida.

Lo entusiasma el trabajo, es conciente del privilegio de haber encontrado su sentido. Si hay un Dios, está cerca, lo mira. En su gabinete con el olor de los óleos y aceites rodeado de sus telas, tablas, pinceles,  el silencio es presencia. No hay un piano que lo acompañe, ni mujer que admire su hermosura. Pero Felipe no está solo, tiene una fuerza interior que lo empuja, ¿hacia dónde? …

Cada noche sueña. Sueña con el alba para concretar más y más obras. Ya probó su talento y disciplina. Ahora puede soñar. Sólo es necesario tiempo, que su mal no avance, lo demás … es lo demás. Él puede ya con su destino.

Lo que Dios le quitó con una mano se la dio con la otra. El puede …

 VITRAUX

Realiza con las técnicas de ese momento esa labor tan artesanalmente delicada para las puertas principales del templo de La Merced, que perduran hasta nuestros días.

Las imágenes de Vírgenes, de escudos mercedarios, símbolos religiosos, los clavos de la pasión que hacen a la historia de la iglesia quedaron plasmadas allí.

 EN LA IGLESIA LA  MERCED

Su obra en este templo es particularmente relevante ya que su tío, Juan Felipe Ibarra, le encarga la decoración completa del templo. Felipe Taboada acomete tal obra durante ocho años hasta la caída del gobierno de su tío.

 ESCULTURA

Realiza un Cristo crucificado, en madera, hoy emplazado en el muro testero del altar mayor de la Iglesia de la Merced.  Al decir de Di Lullo “era un Cristo sumamente expresivo”. Contaba con dos ayudantes santeros santiagueños, Guzmán y Ábalos.

También se destaca la talla del Señor de la Misericordia, encargo de su tía Ana María Taboada, fundadora de la Casa de Belén, para la capilla.

 Cristo Crucificado, talla – Capilla de Belén

MURALISMO

Ibarra le encarga la pintura mural del templo La Merced, propuesta artística importante dada las dimensiones de los muros y la importancia del templo.

¿Puede alguien hacer caridad con la obra que más valora y que atesora entre sus paredes la Virgen a la cual nombró patrona de la ciudad?

¿Podría pensar el General en arriesgar la calidad de las imágenes, pinturas y decorados sólo para beneficiar a su sobrino?

¿Sabía Ibarra de muralismo o es su sobrino quien propone realizarlo en las técnicas del fresco? Fue Felipe quien, conocedor de estas técnicas, propone, decide y arriesga en la institución más cara en ese momento para el discutido y temido personaje gobernante y de la feligresía santiagueña. ¿Tan seguros estaban ambos que estaría a la altura de las expectativas? Seguramente, sí.

Para Felipe sería “La Obra”. Había leído de las pinturas al fresco en las iglesias de Europa, como también gozado de las hermosas tallas cuzqueñas tan cercanas en el tiempo y existentes algunas en Santiago.

¿Cómo concibió los murales? Debió planificar qué imágenes tendrían estar presentes y la naturaleza y el carácter de las mismas.

El propósito sería transformar lo irreal, lo divino, lo religioso en una realidad creíble para los espectadores. Provocar el sentimiento de presencia, de protección de esas vírgenes y de esos ángeles como si fueran conocidos y cercanos. Debía contar una historia verosímil y, si lograba conmover, su objetivo estaría cumplido. Este sería su aporte desde la plástica.

Acometió la obra con fervorosa dedicación y cubrió  aquellos muros de imágenes de vírgenes, cielos y ángeles arcabuceros.

 Mientras trabaja él vive un presente fantástico. Es feliz seguramente. Todos los días se siente llamado a ese ámbito donde es el líder en ese pequeño gran refugio. Él es el elegido para demostrar su capacidad ante las discapacidades con que se enfrenta diariamente. Allí, en cambio, sube con sus propias fuerzas a los andamios que le permiten alcanzar la altura necesaria. Es observado y admirado. Responde consultas con solvencia. Hay algo de vanidad en su persona, en su trabajo, pero ella en su caso, también le es necesaria.

Se disfrutó largamente de la suntuosidad de las obras artísticas a lo que debemos agregar el lujo del Altar Mayor y del Púlpito, de las tallas de los confesionarios. Lamentablemente con el terremoto de 1861 caen los murales y, con ellos, la obra de Felipe Taboada.

Todo le fue difícil a este artista precursor, así como lo fue reconstruir su historia, pero como la escritura es un arte y hacer de la vida un arte un propósito, también la imaginación, que es la llama de la inteligencia, es la que insuflará siempre a quien quiera rescatar del olvido a personajes ejemplares que forman nuestra fibra más digna.

Si tenemos en cuenta que en las artes plásticas “de la carencia nace el estilo”, en el caso de Felipe, su discapacidad física le permitió desarrollar su fuerza moral o espiritual y vivir para el arte. Ése fue su estilo.

 MUERTE

“A raíz de la caída de Rosas, invadió la provincia de Santiago del Estero, el General Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán. El pintor Taboada a pedido de su hermano Antonino, monta a caballo como muchos otros para correr a la defensa del terruño. Peleó bravamente y murió en la refriega en plena juventud” en 1853.

Esto ocurrió en un momento de su vida en que no conocía el decaimiento, que sólo sabía de superación personal, de sublimación de carencias. No pudo continuar su obra primigenia.

Si hubiese vivido años más, seguramente hubiera formado seguidores y, a no dudar, hubiera pintado nuevamente los murales de la Merced, derrumbados con el terremoto de 1861.

Respecto de su muerte es interesante rescatar la carta que dirige a la Honorable Sala de Representantes en 1852: “… ejercí desde el año 44 el oficio de arquitecto, escultor y pintor en los trabajos que se emprendieron en el gobierno del Gral. Ibarra … que aunque humildes, atestiguan mi piedad sin salario…”

También es de destacar la carta que escribe a su amigo, el Capitán don Gaspar Sequeira, desde Cruz Grande: “… esta noche espero el desenlace de todo el movimiento del norte, o que se rindan o que me maten…”

Su muerte cobra una significación vital, es un profundo impulso para los protagonistas de hoy y del futuro. Muere luchando por una causa valiosa.

Murió como vivió, con el espíritu de lucha que caracterizó su vida.

 EPILOGO

 Por qué pensar la vida de Felipe Taboada?

Para saber que hay otro mundos posibles, comprobar la realidad de los sueños, de la realidad interior, del mundo interior.

Lo intangible, lo que imaginamos ¿es más o menos real que el mundo exterior?

El equilibrio entre estos dos mundos es siempre dinámico. La carencia de uno genera la actividad del otro.

Entonces, como personas, ¿qué nos salva? ejercer, desarrollar los dos mundos, ya que si nos volcáramos al mundo exterior solamente siempre necesitaremos para ello de la fuerza, del impulso, del fuego interior para avanzar.

Es el desarrollo de la riqueza interior lo que permite trascender al artista.

En el caso de Felipe, su incapacidad física, la carencia exterior, es el bastón moral que lo ayuda a elevarse sobre sí mismo y trascender. A trascender a sus fuerzas y a la historia de Santiago del Estero.

 BILIOGRAFIA

 Luis C. Alén Lascano, “Trayectoria histórica de una obra espiritual”, Boletín Oficial de la Provincia, Santiago del Estero, 1961.

Luis C. Alén Lascano, “Estampas históricas navideñas”, Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero, 1991.

Luis C. Alén Lascano, “Los orígenes de Santiago del Estero”, Marcos Vizoso Ediciones, Santiago del Estero, 2006.

Alain Badiou “Lógica de los mundos. El ser y los acontecimientos”, Manantial, 2008.

Agustín Chazarreta “Tradiciones Santiagueñas”, Santiago del Estero, 1953.

Orestes Di Lullo, “El General Antonino Taboada”, Santiago del Estero, 1953.

Andrés A. Figueroa, “Los papeles de Ibarra”, Editorial Oficial, 1942.

Marta Flores Taboada, “La plástica en Santiago del Estero”, Editorial El Liberal, 1990.

Alfredo Gargaro, “Los Taboada…”, Santiago del Estero, 1935.

Pablo Lascano, “Mis bosques”, Escuelas Técnicas Municipales Raggio, 1970.

Jorge Newton, “Manuel Taboada”, Editorial Plus Ultra, 1972.

Amalia Gramajo y Hugo Martínez Moreno “Los Templos de Santiago de Estero”,  Editorial V Centenario, 1995.

Felipe Taboada, Cartas - Archivo del Museo Bartolomé Mitre, “Los Taboada”, Capital Federal.

Gaspar Taboada “Los Taboada - Luchas de la organización nacional”, Imprenta López, Buenos Aires, 1929.

ELVIO A. AVILA - SITIAL DE HEBE LUZ ÁVILA

 PROF.  ELVIO AROLDO ÁVILA. SU VIDA Y SU LUCHA

 Por Hebe Luz Ávila

 Biografía

  Elvio Aroldo Ávila nació en la ciudad de La Banda, provincia de Santiago del Estero, el 3 de Octubre de 1923.  Hijo de Nicolás Tolentino Ávila, político, jefe de policía de  La Banda, dueño de tierras en La Isla y El Polear y de un obraje en Chaupi Pozo. Su madre, Petrona Palavecino, rosarina, se casó a los 16 años con Nicolás, viudo, veinte años mayor,  a quien conoció en Chaupi Pozo, donde su tío era Jefe de Estación. De esta unión nacieron 8 hijos: Blanca, Oscar Horacio, María Esther, Lidya,  Dora Amanda, Orlando Nicolás, Mario Alberto y el último Elvio Aroldo, un año antes de que falleciera su padre..La familia vivió inicialmente en Chaupi Pozo y luego en La Banda, en una importante casona de la calle Belgrano, a metros de la Iglesia Santo Cristo.

Allí Petrona, viuda a los 37 años, puso una Academia de Corte y Confección y un taller de costura, con lo que ayudó a solventar la crianza de los hijos. Luego de que los hermanos mayores se recibieron de maestros, todos fueron a vivir en la ciudad capital  donde se afincaron en la calle Caseros, a metros de la acequia de Belgrano.

En 1942, Elvio se recibió de maestro en la Escuela Normal de Profesores “Manuel Belgrano”,

Muy joven se casó con Hebe Luz Regazzoni. Por aquellos años trabajaba de maestro y era periodista en los diarios El Liberal, La Provincia y en la radio LV11.

Pocos años después recibió una oferta para trabajar en el diario La Verdad, en Catamarca, a donde se trasladó la familia, ya con dos hijos pequeños: Hebe Luz y Elvio Aroldo. En Catamarca nacerían Alicia Petrona, Blanca del Valle y, luego de la dolorosa pérdida del hijo varón, llegó Elvio Nicolás.

Cursó el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Nacional del Profesorado Superior de esa provincia, del que egresó con el promedio más alto de su promoción.

 Fue Director de Prensa y Difusión hasta el golpe militar de 1955.  A partir de entonces, militó en el peronismo de lucha, fundando y dirigiendo periódicos combativos, como “El Soberano”, en 1957; “Lealtad”, a comienzos de 1958; y “Voz Peronista”, en 1958 y 1959, todos en Catamarca, en donde Ávila fue jefe de la Resistencia Peronista, que allí se conocía con el nombre de “Los aviones negros”.

A mediados de 1960 regresó a su provincia natal, y en Santiago del Estero participó activamente en la lucha gremial de la docencia. Dirigió al Círculo de Profesores Diplomados y después fundó la Asociación Santiagueña de Profesores, que presidió ininterrumpidamente durante varios períodos, habiendo conducido además, en numerosas oportunidades, la Intersindical Docente.

Ejerció la docencia en establecimientos de enseñanza media  de Santiago del Estero y La Banda, y pronunció numerosas charlas y conferencias ..

Al final de 1963, integró  el Triunvirato Reorganizador del Partido Justicialista provincial, en representación de la rama política y presidió después la Comisión Pro Retorno del general Perón.

A mediados de octubre de 1975, volvió transitoriamente a  Catamarca, para ocupar la Secretaría Política de la Gobernación y cinco meses después, el 24 de marzo de 1976, con el nuevo golpe militar, fue detenido y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Fue detenido en la cárcel de Catamarca y después en el penal de Sierra Chica  por espacio de dos años, sin que se le hubiera iniciado causa alguna,  víctima de la arbitrariedad del régimen militar que azotó al país hasta fines de 1983.

Ya  en libertad y reintegrado a la cátedra, fue premiado por la Fundación Matera en un concurso nacional de ensayos,realizado con motivo del centenario de la aparición de la segunda parte del “Martín Fierro”, de José Hernández..

El profesor Elvio Ávila había fundado en Santiago, en 1962,  el I.S.I.L., Instituto Santiagueño de Investigaciones Lingüísticas; y a comienzos de 1964, el Consejo de Reafirmación Argentinista de Santiago del Estero, C.R.A.S.E., que cumplió una intensa y fructífera actividad tanto en lo cultural y docente, como en lo social y político.

Entre 1981 y 1985 es vicepresidente a nivel nacional de la Asociación Argentina de Oratoria y participa en numerosos Congresos de la misma.

En noviembre de 1987, Ávila, juntamente con  otros militantes nacionalistas, constituye el Movimiento de Recuperación de la Patria, que es conducido por una Junta de Acción Patriótica, cuya Presidencia ocupó.

Fue Presidente de la Biblioteca “Arsenio Salazar” del barrio Norte, ocasión en la que realizó una amplia y reconocida labor cultural y social.

En septiembre de 1991, la Dirección de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de La Banda otorgó al profesor Ávila el premio “Homero Manzi”, por su producción literaria, plasmada en varios libros.

La familia, la política, la educación y la lingüística son objeto de su apasionado accionar.

El 15 de octubre de 1994 fallece en Santiago del Estero.

Libros publicados por Elvio A. Ávila

Noviembre de 1979: José Hernández y el ser nacional. “Martín Fierro: Cien años de militancia patria, , con el Premio Nacional de la Fundación Matera.

Julio de 1980: Santiago del Estero indo-hispania lingüística.  Cómo habla el santiagueño.

Marzo de 1983: Viaje al país de la revancha,. Los que no desaparecieron”( A. Peña Lillo Editor).

Diciembre de 1985:  Peronismo, “quo vadis”..

Agosto de 1987: Los latidos del recuerdo. Mirando hacia atrás. Con Testimonios: Historia de la Resistencia Peronista en Catamarca y Perspectiva histórica del peronismo santiagueño. Ensayo autobiográfico.

30 de noviembre de 1988 (edición especial) Raíces nacionales: José Hernández y el ser nacional. Martín Fierro: cien años de militancia patria.

Mayo de 1991: Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Diccionario  de voces usuales que  el diccionario oficial no registra.Adhesión al 5º Centenario del Descubrimiento de América

Abril de 1993: Suplemento de Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Con las voces incorporadas al léxico castellano en la 21º edición del DRAE (1892)

Marzo de 1994: Hablemos bien, defendamos nuestro idioma. Con Nociones elementales de Oratoria, de Hebe Luz Ávila.

 

La tarea lingüística de Elvio Aroldo Ávila

El habla del santiagueño es un tema que siempre ha llamado la atención por sus notorios rasgos particulares – recordemos que Santiago del Estero ha sido considerada “isla lingüística”- y hubo algunos trabajos al respecto. La primera fuente indiscutible la constituye el polifacético pensador Orestes Di Lullo con dos libros específicos: Contribución al estudio de las voces santiagueñas (1946) y Elementos para un estudio del habla popular de Santiago del Estero (1965)Si bien Di Lullo no tenía formación lingüística, .no podemos desconocer su capacidad y, sobre todo, su gran intuición en lo que respecta a sentar las bases de lo que podrían ser futuros estudios de dialectología. Además, se trata de un intelectual con formación universitaria, es decir, con manejo del método científico y nivel académico.

En nuestra provincia no abundaron intelectuales especializados en Lingüística, ni hubo muchos que realizaran un trabajo sistematizado.del habla regional.

Encontramos, sí, estudios de la lengua quechua, como los del sacerdote y filólogo latinista Miguel Ángel Mossi (1819-1895), con su Diccionario de la lengua quechua (1860).

Inmediatamente sobresale la obra del ingeniero ruso Sergio Grigórieff, que estudiara Filología en la Universidad de San Petersburgo y que publicara en 1935 un meduloso Compendio del idioma quichua (Buenos Aires: Editorial Claridad) en cuya portada precisa “con notas detalladas sobre las particularidades del idioma en Santiago del Estero.”

Sin embargo, los que mayor difusión y ponderación han tenido son los estudios de la lengua quechua hablada en la provincia realizadospor Domingo Bravo. La obra de este maestro rural, que llegara a recibir el título de Doctor Honoris Causa, ha cubierto varias décadas de publicaciones y despertado una corriente de aceptación y difusión de esta lengua.

Pero será Elvio Aroldo Ávila  quien realice el estudio sistemático del español con características propias que se habla en esta tradicional provincia.

De formación lingüística, profesor de Castellano, Literatura y Latín, recibido en el ISPN de Catamarca, donde estudió con lingüistas de la talla de Salazar y Federico Pais, Ávila realiza una labor amplia y profunda, sobre todo en lo referente a semántica y vocabulario, así como la recolección y estudio de frases y locuciones popularizadas.

La 1ª edición de Santiago del Estero indo-hispania lingüística.  Cómo habla el santiagueño (1980) fue escrita como una gran propuesta formulada a la Real Academia Española para que  incorporaran los vocablos estudiados al cauce oficial de la lengua. En la presentación del libro participó el entonces académico Bernardo Canal Feijoó, quien felicitó a Ávila por su importante estudio, según él muy necesario para Santiago del Estero.

Entre el 19 de septiembre de 1983  y el 15 de marzo de 1984, Ávila publicó, bajo el título de “En el quehacer lingüístico”, una serie de 33 artículos en El Liberal, donde analiza 82 vocablos más. Estas notas son enviadas a la RAE a través de su Secretario Perpetuo, Alonso Zamora Vicente, por lo que la propuesta original se amplía.

De esta manera, en la vigésima edición del Diccionario de la RAE, aparecido a fines de 1984, se incorporan 114 de las 353 voces propuestas y 6 expresiones popularizadas.

Ávila redobla entonces su accionar, con publicaciones en El Liberal de Santiago del Estero y en Pregón, de Jujuy  y nuevas cartas a la RAE, las últimas dirigidas al nuevo secretario Perpetuo, don Víctor García de la Concha.

En mayo de 1991 publica, con casi 500 páginas, Cómo habla el santiagueño... y el argentino. En su presentación, el Dr. José Andrés Rivas lo compara con “el trabajo de un monje medieval”, debido al ingente y minucioso estudio que el libro contiene.

En 1992, en la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, aparecen incorporados 302 de los nuevos términos propuestos y 23 dichos populares.

La Sociedad Argentina de Escritores, en las personas de su presidente, el Prof. Ricardo Dino Taralli y de su secretario Carlos Manuel Fernández Loza, convoca a principios de 1993  a una conferencia de prensa en la que comunican la incorporación de estas nuevas palabras al léxico oficial del idioma castellano. A raíz de misma, Ávila es llamado EL SEÑOR DEL DICCIONARIO en los medios de prensa.

TESTIMONIO ACERCA DE SU PERSONALIDAD

En la década del 80, Ávila fue Vicepresidente de la Asociación Argentina de Oratoria, cuyo Presidente era el Dr. Carlos Loprete, distinguido santiagueño de renombre nacional e internacional, quien escribe:

Me ha tocado verlo en un congreso de oratoria en la ciudad de Rosario, hará unos quince años. Luchaba para transferir sus pensamientos como un arcángel contra la bestia, con la única lanza disponible del orador, su convicción y honestidad, sin escudarse en conveniencias cautelares ni especulaciones beneficiosas. Sabía que lo último que puede esperarse de un auditorio disidente es el respeto a la integridad moral[1].

Valoración de su obra

                I GRACIELA MATURO, ESCRITORA, ENSAYISTA, CATEDRÁTICA EN LA UBA Y UCA, INVESTIGADORA PRINCIPAL DEL CONICET, DIRECTORA DEL CENTRO DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS Y DE LA REVISTA- LIBRO MEGAFÓN, SE REFIERE A SU TAREA LINGÜÍSTICA EN EL PRÓLOGO DEL SUPLEMENTO DE CÓMO HABLA EL SANTIAGUEÑO... Y EL ARGENTINO:

 Corresponsal de hecho de la Real Academia de la Lengua, valorado por distinguidos lingüistas, nuestro colega logró hacerse escuchar con respeto, y sus propuestas fueron en gran medida incorporadas al repertorio del idioma. El esfuerzo de muchos años de “trabajo de campo”, investigación y revalorización cultural dio sus frutos.

(...)Elvio Aroldo Ávila ha honrado a la comunidad iberoamericana al constituirse en defensor de su identidad lingüística que es como decir su ethos histórico-cultural. Ello es coherente con su preocupación por el destino de su patria y su vocación americanista.

                                                            II

En la Presentación de la 1ª edición de Cómo habla el santiagueño, el prof. Orlando Lázaro, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la U N de Tucumán, describe así la tarea de Ávila[2] :

... leyó y fichó glosarios, enciclopedias, etimologías, vocabularios, gramáticas, libros y ensayos de historia, lingüística, folklore y etnología; comparó y seleccionó ese material, escuchó hablar a sus comprovincianos, tomó notas; confrontó sus opiniones con otros estudiosos interesados en una problemática similar; interpretó, ordenó el material, e ingresó finalmente en la etapa de la exposición

El resultado de esa perseverante labor es su Santiago del Estero indo-hispanía lingüística.  Cómo habla el santiagueño.

 (...) La geografía y la historia están presentes en los estudios sobre la región y sus habitantes; la lingüística, en los enfoques en torno al quechua en el habla regional, en el análisis de los rasgos fonéticos, morfológicos, semánticos y expresiones características del hablar santiagueño; la antropología cultural y la sociología en el interesante tema referente a la idiosincrasia del santiagueño.         

  III

 Enrique Pavón Pereyra, reconocido historiador, que escribiera más de cien libros y fuera  Director de la Biblioteca Nacional, dice en las Palabras Preliminares de José Hernández y el Ser Nacional

 En ningún pasaje de la lectura de éste libro desciende el escoliasta, ni yerran los dardos del intérprete (iba a decir, del agiógrafo): se diría que la interpretación de Ávila es más interior, más profunda, más del “Martín Fierro” que de Hernández, menos de lo formal que de lo esencial, más de lo raigal que del antecedente literario o del precedente bibliográfico.

 Más de treinta años de pasión por el habla de su pueblo

 Como cierre de este trabajo, a la vez  que como justificación de la elección de mi sitial en la Academia  trascribo párrafos de este artículo que escribo en el “dossier”[3] sobre Elvio Aroldo Ávila:

 No voy a referirme al hombre ejemplar, al padre y marido dedicado, amantísimo, al abuelo juguetón, al buen amigo. (…) De su entrega y pasión como político idealista y fervoroso luchador por la argentinidad, sus libros son un buen testimonio. Sé,  por experiencia diaria, que como docente de larga y generosa trayectoria su recuerdo quedó grabado en cientos de ex alumnos que, cuando se enteran de quién es mi padre, no pueden ocultar su cariño, su reconocimiento, su admiración.

Hablaré solo de su labor lingüística, que – como todo lo que hizo en su vida - la encaró con entusiasmo y dedicación, dándose a fondo.

(...) La tarea había comenzado cuando en 1960 regresa a Santiago del Estero luego de más de doce años de ausencia en Catamarca (...) El volver a estar en contacto con el habla local (“las voces del alma” decía él) resaltó las particularidades y diferencias que ya había notado en su ausencia. Comenzó a prestar atención a determinados vocablos que escuchaba o leía, los buscaba en el Diccionario de RAE, y al confirmar que no eran registrados, los estudiaba en su etimología y documentaba usos frecuentes.

(...) Talvez porque era la hija mayor, siempre fui su “ladera”.

(…) Hasta la adolescencia leí todo lo que él leía y más adelante él leyó los libros que yo consultaba en mi licenciatura. Tanto es así que muchas obras que compartí con él - de Octavio Paz, Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Macedonio Fernández, Rulfo - aparecen en “Los escritores y el enriquecimiento del idioma”, de Cómo habla el santiagueño ... y el argentino. Sus lecturas habían sido más clásicas, así que me enorgulleció que compartiera con tanto entusiasmo todo lo nuevo que le llegaba de mi mano, sobre todo cuando me “enamoré” de la Pragmalingüística,  que él apenas alcanzó a avizorar en sus orígenes. De todas formas, su juicio sabio fue siempre mi rector.

(...) En julio de 1980 se presentó Santiago del Estero: Indo-Hispania Lingüística como una gran propuesta a la RAE y afortunadamente los académicos lo tomaron muy en serio, pues de las 353 voces minuciosamente estudiadas se oficializaron 114 en la edición de 1984 del DRAE.

Un interesante intercambio epistolar se dio por aquellos años con don Alonso Zamora Vicente, Secretario Perpetuo de la RAE, que lo alentó a continuar con el trabajo y sus envíos. Es más, cuando el académico, de avanzada edad, renunció al cargo, lo puso en contacto con don Víctor García de la Concha. 

      Sintiéndose respaldado por la Academia de la Lengua, incrementó el ritmo y trabajó fervorosamente (...) Lo acuciaba el tiempo, pues sentía que se acercaba el V Centenario del Descubrimiento y que – en su decir - “América iba a ser la vedette”. Nuevos artículos en “El Liberal”, con sus consecuentes envíos a España, más de 2.500 voces propuestas (…) y la publicación del segundo libro de Lingüística: Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Aquí ya incorpora dos ensayos de mi autoría, y luego, en Hablemos bien, defendamos el idioma (1994, unos meses antes de su muerte), mi curso de Oratoria.

Lo invitaron y estaba en sus planes viajar a España para los 500 años. (…) pero le descubrieron una seria dolencia cardiaca.

Sin embargo, cuando salió la 21ª edición del DRAE, con 12.000 voces nuevas -la mayoría hispanoamericanas -, la tarea se transformó en febril. Horas de búsqueda y festejado encuentro: primero las palabras propuestas y cuando había registrado una gran cantidad de ellas, el revisar si por lo menos aparecían como segundas o terceras acepciones. Lo importante era que no solo figuraban en el nuevo DRAE, sino que muchas veces coincidían hasta los ejemplos de uso que él había propuesto. Encontramos 302 vocablos (constituían “sus” palabras, aunque era de suponer que a todas no solo él las habría propuesto) y 23 dichos populares, que ahora se sumaban a los 6 oficializados en 1984.

Un total de 416 voces y 29 expresiones. .. y nuevas propuestas en nuevas cartas; más reflexiones, hechos curiosos y contradicciones que su aguda percepción y horas de estudio descubría en el DRAE.

El decía: “si esas voces que usamos a diario los argentinos no pertenecen  al idioma oficial – si son “mostrencas”- ¿cómo vamos a entendernos en la Gran Hispania?”.

(…) Mi tesis de doctorado que mereciera un summa cum laude fue publicada como el libro Santiago del Estero: Identidad y habla (2004)  por la UNT y tiene como dedicatoria: “A la memoria de mi padre, Elvio Aroldo Ávila, con el anhelo de que ésta sea digna continuación de su obra”.

 [1] Elvio Aroldo Ávila. La revalidación de la identidad idiomática(2007, 13 de mayo). El Liberal, 13 de mayo de 2007, . 19.

[2]  Aspira a ser una contribución para lograr un conocimiento adecuado del habla de la región (1981, 6 de septiembre).El Liberal, 6 de septiembre de 1981.

 [3] . Idem 1, 18

BERNARDO CANAL FEIJÓO - SITIAL DE JULIO CESAR CASTIGLIONE

Bernardo Canal Feijóo,

 “El rebelde de la lírica”

  A fines del siglo XIX y principios del XX la Argentina pasaba por el mejor momento de su historia socioeconómica. La impresionante ola inmigratoria, sólo comparable con la norteamericana y el fuerte progreso experimentado por el desarrollo de la agricultura y la ganadería y en menor medida por la industria, habían convertido al país  en uno de los naciones más importantes del orbe. En 1928 ocupaba el 12º lugar del mundo en cuanto a su producto anual per capita[1].

           La Argentina se había constituido en el granero del mundo y la Pampa húmeda era comparada con la llanura ucraniana y la mesopotamia norteamericana del Missisipi y el Missouri como las más fértiles del mundo.

Una onda de optimismo se extendía sobre todas las  capas sociales. La elevada ola inmigratoria atraída por las condiciones económicas, sociales y culturales del país, hizo que en Buenos Aires a principios del siglo XX el número de varones extranjeros mayores de edad, fuera superior a los nacionales.

El conocido historiador Juan José Cresto afirma que con las medidas de la Generación del Ochenta que lideró Roca: “… los índices de crecimiento eran notables, los inmigrantes llegaban porque había trabajo. No había viviendas para tanta gente recién llegada y muchos tuvieron en una larga década estrecheces habitacionales, pero el enorme desarrollo del sistema creado permitió un crecimiento sostenido”.

Agrega luego: “Entre 1880 y 1920 la Argentina creció 42 veces. Me pregunto ¿porqué no hemos hecho otro tanto entre 1968 y nuestros días, es decir, en igual período? ¡Qué diferente sería la vida del ciudadano medio argentino si tuviéramos veinticinco mil dólares de producto bruto per cápita! Seríamos los mayores exportadores de América latina, tendríamos una industria integrada y los ciudadanos pobres serían más pudientes que muchos ciudadanos considerados pudientes en la Argentina actual, porque, finalmente, la riqueza se derrama en búsqueda de nuevos consumidores…”

Añade: “…la Argentina exitosa del Centenario, la que tuvo un nombre en el mundo, transformó un desierto en una nación civilizada, albergó 5,5 millones de inmigrantes y fue la primera potencia económica de América latina: el producto bruto argentino era en 1928 equivalente a todo el de América del Sur reunida”[2]

Creo que es imposible explicar con mayor elocuencia la situación económica social de nuestro país en ese momento histórico.

Santiago pese a tener un atractivo menor, recibía también inmigrantes, principalmente de españoles e italianos. Según el segundo Censo de Población,  era la séptima provincia por el número de habitantes: 161.502[3]. En 1903 contaba con 185.006 pobladores[4].

Durante la primera mitad del siglo pasado por el volumen de la población la provincia era la tercera del país, luego de Buenos Aires y Córdoba[5]. En 1869 la cuarta, y en 1895 la séptima[6].

La ciudad capital no es bella, no tiene los atractivos de Salta ni el tamaño y porte de Tucumán, ni sus lugares históricos, pero tiene otros encantos no menos seductores: se hace amar, es querible. De ahí el dicho popular que sus pobladores recuerdan con orgullo: “Santiago no tiene riendas pero sujeta”. Cuesta abandonarla, nunca se la deja del todo, se la recuerda siempre.

 El saneamiento de los esteros del Dulce efectuado por el gobernador Barraza, ha mejorado considerablemente su situación. Aparece también en las últimas décadas del siglo XIX, la agricultura bajo riego, que produjo un importante crecimiento económico. La situación fue propicia para que a principios del siglo XIX se haya instalado un ingenio azucarero al sur de la ciudad[7].

En 1909 la superficie regada alcanzaba las 26.000 has.[8]. En el país nace una mentalidad “progresista, racionalista y cientificista” según Alén Lascano, que se enmarca en la ideología dominante, y en el esfuerzo por la modernización de la provincia emprendido por el gobernador Absalón Rojas[9]. También comenzaron a explotarse sus extensos bosques cuyas especies cubrían aproximadamente el 70% de la superficie territorial, que significaba la décima parte de toda la superficie forestal argentina[10].

En 1902 se colocaron los postes para alumbrado a kerosén en la avenida Belgrano y en 1904, por ordenanza municipal, se creó el Parque Aguirre en terrenos ganados al río y se instaló el sistema de agua corriente en la capital[11].

La ciudad es la más antigua del país (excluida la primera fundación de Buenos Aires), fundada en 1553, aunque no queda nada de su viejo origen, pero su rica y heroica historia demadre de ciudades y su título de “noble y leal” es recordada por su gente que siente el deber de ser fiel a ese origen. Como sostiene Alén Lascano, “… ninguna otra ciudad fundada en la primera hora puede ofrecer hoy a la gratitud argentina una probanza de méritos y servicios superior a la de esta heroica Santiago”[12].  

El viajero que pasea por sus calles se sorprende de no encontrar edificios antiguos y manifestaciones de su añejo origen. Y seguramente se plantea ¿Serán los santiagueños tan tardos, que en aras de lo moderno han destruido lo viejo? Lo que pasa, lamentablemente, es que la ciudad fue destruida varias veces por inundaciones –el Dulce es un río muy bravío- y hasta, ¡quien lo diría! por terremotos. Pero la simpatía y la generosidad del santiagueño y la belleza y cultura de sus mujeres lo conquista invariablemente. Como dice la famosa zamba “Nostalgias santiagueñas”:

“forastero que va,

siempre quiere quedarse.

Y del suelo querido

suele prendarse. Ay, Ay, Ay, si, si”

Canal Feijóo habrá de nacer en ese ambiente familiar, amistoso, cordial y no perdió nunca esa bonhomía. Recuerdo que teniendo unos 15 años viajé con él en un auto manejado por mi padre, Canal y yo íbamos atrás. Conversamos casi de igual a igual, me trató como un viejo amigo de su edad y categoría social. Ahí pude advertir después, que el éxito no le había robado la humildad. Era inteligente, alegre, original y buen amigo.

En ese ambiente optimista para el país, no tanto para la provincia, Canal Feijóo comienza su educación. La situación socioeconómica era precaria, presentaba aspectos frágiles aunque se había elevado el nivel de vida y la cultura de la población en forma significativa. Hay muchos arrabales urbanos miserables y en la zona rural sin riego   donde en épocas de sequía se vende el agua, que debe ser llevada frecuentemente por el ferrocarril, la pobreza suele abrumar. Esta indigencia habrá de impactar su espíritu y lo moverá a estudiar sus causas y buscar remedios.

Su capacidad es tan destacada que según el historiador Alén Lascano[13], después de Ricardo Rojas, constituye la figura culminante de la cultura santiagueña.

Nació en 1897 y murió en Buenos Aires el 10 de octubre de 1982 a los 85 años.

Terminados sus estudios primarios y secundarios en nuestra ciudad  los continuó en la universidad de Buenos Aires, recibiéndose de abogado en 1922 a los 25 años. Volvió a nuestra ciudad donde se estableció y ejerció su profesión jurídica, comenzando al mismo tiempo su actividad de pensador original. Más tarde en 1947, contando 50 años, se trasladó a Buenos Aires, ciudad que le ofrecía amplias perspectivas para su labor intelectual.

Fue miembro destacado de la Academia Argentina de Letras, en la que ingresó en 1975 a la edad de 53 años y mereció, ser nombrado presidente de ella, ejerciendo el cargo hasta su fallecimiento. Como homenaje se resolvió nominar esa fecha como el día de la Cultura Provincial[14].

Ha sido uno de los eruditos más distinguido de Santiago del Estero y también de la República Argentina. Fue un intelectual prolífico y polifacético: abogado, historiador, ensayista, escritor, sociólogo, dramaturgo, poeta y psicólogo.

Trabajador incansable se preocupó permanentemente por la búsqueda de la verdad, del progreso del país y de su provincia. Esta inquietud se patentiza y se expresa en sus variados análisis filosóficos y sociológicos.

Su singular capacidad se evidencia de un modo patente en los diversos premios que recibió a lo largo de su vida, seis de ellos otorgados por la  Nación o por instituciones nacionales. Recibió los siguientes:

  1.  Premio Legión de Honor otorgada por Francia en 1934, por la colaboración prestada a los hermanos Wagner  y por la traducción al castellano de los libros de estos distinguidos sabios escritos en francés, en particular su monumental obra “Civilización Chaco- Santiagueña”.
  2. Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura en 1937, con motivo de la obra “Ensayos sobre la expresión popular –artística en Santiago del Estero”.
  3. Primer Premio Municipal de Buenos Aires por su libro “Pasión y muerte de Silverio Leguizamón” en 1938.
  4. Primer Premio Nacional en 1955, por su obra “Alberdi: Constitución y revolución”.
  5. Premio Losada en 1961, por su obra “Alberdi y la proyección sistemática del espíritu de mayo”.
  6. Gran Premio de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) en 1961.

Publicó más de 200 artículos y 40 libros, excluyendo otro que permanece todavía inédito.

En Buenos Aires fue Director del Departamento de Relaciones Culturales de la UBA y Decano de la Facultad de Humanidades de la universidad de La Plata.

No obstante haber pasado más de la mitad de su vida en Buenos Aires, nunca se olvidó de su terruño, visitándola asiduamente. Eso explica la razón de los libros y artículos que versan sobre cuestiones de su cuna, encarados en forma histórica y con visión profundamente filosófica y sociológica.

En Santiago del Estero y antes de su traslado a Buenos Aires, fue uno de los fundadores de la famosa sociedad “La Brasa”, formada por escritores, músicos y pensadores de distinta índole, nacida en 1925 y que constituyó uno de los movimientos intelectuales más fecundos en la provincia. Ésta entidad funcionó durante 22 años, hasta que aproximadamente en 1947 lentamente sus miembros dejaron de reunirse. Muchos atribuyen su desaparición al alejamiento de Canal Feijóo al partir a Buenos Aires, dado que fue su principal animador.

En materia exclusivamente jurídica publicó un trabajo sobre “La unidad de procedimientos judiciales en la República Argentina” en 1918, siendo aún estudiante universitario. Y también dos obras, “Teoría de la ciudad Argentina” y “Alberdi, Constitución y revolución”.

No obstante su espíritu científico y su formación jurídica, Canal Feijóo tuvo también vena poética, cosa poco frecuente en estos casos. Se vinculó al grupo Martín Fierro que se ocupaba especialmente de la poesía. Entre sus obras de este tipo se pueden recordar “Penúltimo poema de fútbol” de 1925 y “Dibujos en el suelo” de 1927. Además editó otros trabajos como “Rueda de la siesta” en 1930, “Nivel de Historia” ensayo histórico  y “Sol alto”.  En 1932 vio la luz “Ñam” (revista cultural) siendo uno de sus impulsores, y por último, su obra considerada fundamental, “Ensayo sobre la expresión popular-artística en Santiago del Estero”, publicada en 1937 a la edad de 40 años, una de sus obras más importantes por las ideas expuestas y porque en ella adelantó muchos de los temas que ampliaría en sus futuros trabajos.

Canal Feijóo elaboró “un ideal de santiagüeñidad”, entendido como “la búsqueda del fundamento de la autoctonía provinciana, preocupación que caracteriza el pensar de sus hijos y que motiva su acción en el tiempo y define la razón de su expresión y el sentido de su comprensión”, sostiene Leoni Pinto[15]. Su producción historiográfica, sostiene este autor, “puede ser considerada como lo más importante de toda su producción intelectual”[16]. Tuvo, agrega más adelante, una actitud renovadora con sus planteos teóricos y metodológicos, “frente al positivismo causalista aceptó a la intuición como parte del proceso cognitivo; la estimó un factor necesario en la creación del conocimiento histórico y confió al historiador la misión de organizar un sistema interpretativo...”[17].

Se ocupó también de los problemas sociales de la nación. Eso explica su interés por la Planificación que estaba de moda en esa época. Un año antes de irse a vivir a Buenos Aires, sus inquietudes intelectuales y su amor a su suelo lo movieron a participar del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (conocido por las siglas de PINOA) que se realizó en nuestra ciudad en 1946, y que mucho le debe a su apoyo e inspiración.

Se interesó, además, por el aprovechamiento integral de los recursos humanos y naturales del país y de la provincia. Creía en la planificación como un instrumento para la transformación social, económica, geográfica, física y cultural de la sociedad sin que esto significara necesariamente una reducción o limitación de la libertad individual.

Según el Licenciado Gustavo Carreras[18], Canal Feijóo no es propiamente un filósofo sino un pensador profundo, que siguiendo el conocido aforismo nietzscheano, “cava profundamente allí donde está parado, convencido que a sus pies está la fuente que encierra lo que busca”. Su inquietud fundamental fue conocer lo argentino y lo santiagueño, para contribuir y colaborar con su mejoramiento y progreso.

            Fue un estudioso profundo del folclore santiagueño, uno de los más ricos y variados del país, penetrado durante la colonización española, por la oposición surgida entre indígenas y conquistadores, cosa que lo preocupó profundamente, esforzándose por encontrarle una explicación y una solución.

            Según Octavio Corvalán[19],  en sus trabajos eligió “el camino más arduo si bien más gratificante: el de estudiar nuestra historia para encontrar sus claves reales...”[20]. Considera además, que halló “... los rasgos definitorios de “nuestro ser nacional” dramático, apresado en una dialéctica férrea de universalismo y telurismo, de vuelo y fracaso, de intuiciones luminosas y de errores incomprensibles”[21].

También le interesó hondamente, la explotación del bosque santiagueño realizada por los obrajes, considerándola un síntoma de la fragilidad institucional que afectaba a la provincia. Estimó que ella la dañó gravemente, tanto en su riqueza física como en su aspecto social, y devastó una de sus mayores riquezas. Leoni Pinto sostiene que Canal Feijóo analizando “la destrucción del paisaje causado por la industria forestal, guiada por un capitalismo salvaje y hombres inescrupulosos, sin respeto a la naturaleza, dio su explicación de esta explotación con una tesis que nos permite comprender la historia socio-económica de medio siglo provinciano”[22]. Por eso, añade un poco más adelante, “que hubiera sido distinto si lo ético y no la máxima ganancia en el mismo tiempo, hubiera guiado la acción de los hombres y la elección de los historiadores para elegir los testimonios con los que comprendieron la historia santiagueña”. Comenta enseguida: “Se trata, es justo clasificarla con precisión, de una interpretación ecológica (*) de la historia local y un proyecto para comprender su cultura, cuyo sentido lo concebía enraizado y mantenido por y en ese paisaje natural”[23].

 (*) La bastardilla es del autor.

Por ello criticó “la interpretación de la historiografía convencional, fundado en documentos administrativos y en los datos conservados por la naturaleza”[24]. Y agrega inmediatamente: “Más que exponer una cronografía de hechos, quiso encontrar  el sentido de su expresión”[25].

Por otra parte, se convirtió en un estudioso casi obsesivo del gran tucumano que fue Alberdi, a quien tuvo como punto de referencia, quizá por sus similitudes dado, que como él, fue abogado, escritor, pensador social y tuvo también una profunda preocupación por lo nacional.

Reconoce en toda sociedad la existencia de una élite cuya función pensante es la de vigilia, es decir advertir y denunciar los problemas que afectan a la comunidad. Considera que el pueblo es el depositario de la tradición, que habla y vive el pasado; de ahí su importancia y la necesidad de que sus conductores lo tengan en cuenta.

Se preocupa especialmente por las cuestiones sociales. Advierte algunas situaciones de opresión que se dan en el país, a las cuales investiga y sugiere formas de superación.

Su análisis es fundamentalmente de carácter “histórico- político”, con la idea de promover  la consumación un proceso felizmente ya iniciado, pero inacabado. Carreras sugiere que las ideas de Canal Feijóo formuladas en su obra “De la estructura mediterránea argentina”, se emparentarían con las sostenidas en la década del 60, por los autores de la conocida “Teoría de la dependencia”. En ese trabajo, Canal Feijóo analiza la destrucción del interior argentino a través de una pedagogía de dominación. Esta tesis sugerente y digna de ser tenida en cuenta por quienes se preocupan por la mejora provincial, merece que sea profundizada.

Se interesó, como era de prever, por el hombre santiagueño. Algunos metropolitanos buscan  divertirse  a costa de los provincianos. De ahí sus bromas tratándolos con cierta superioridad de “cabecitas negras”. Es conocido que en algunos segmentos de las clases altas y medias porteñas, se ha descalificado  al poblador del interior, considerándolo como inepto, perezoso e incapaz de progresar y elevarse intelectualmente. Por eso la preocupación de nuestro autor por analizar estas cuestiones, para poner en claro la verdad del hombre del interior y, en particular, del santiagueño.

También defendió con inteligencia otras cuestiones relacionadas con su patria chica. Canal Feijóo nunca se olvidó ni se avergonzó de su santiagüeñidad, no obstante haber llegado a ser presidente de la Academia Argentina de Letras, quizá, por el contrario, se sintió más santiagueño aún.

Leoni Pinto considera que el sistema interpretativo creado por Ricardo Rojas y Canal Feijóo “se fundó en la erudición e intuición, en la idoneidad técnica y en la responsabilidad moral del historiador, ante el documento y la sociedad respectivamente”[26].

Por su parte, Octavio Corvalán sostiene que, “lo esencial en los postulados de Canal Feijóo es que en su caso el observador, el pensador, el indagador de los fenómenos históricos se situó en el centro mismo de la tierra cuyo destino trataba de descubrir. Su actitud “mediterránea” es la que le permite otear el pasado, el presente y hasta el porvenir de todo el país con los ojos más abiertos que los del “puerto” cuya visión ha estado entorpecida por el tradicional espejismo de Europa”[27].

Corvalán concluye afirmando que el método, la filosofía y hasta el estilo de Canal Feijóo fueron recibidos como si provinieran de una voz lejana, quizás por no aceptar los caminos especulativos de sus contemporáneos capitalinos[28]. Y agrega “Su prédica fue siempre la de no perder de vista la tierra, de no elevarse en abstracciones hasta el punto que las ideas ya no coincidan con la realidad”[29].

Añade luego, “La soledad del pensador argentino lo aquejó como a los autores que él mismo estudió y persiste en su discurso que cada vez cala más hondo en nuestra historia, en nuestra sociedad, en nuestra literatura y hasta en nuestros mitos”.

En conclusión, cuando se analiza la vasta obra de este ilustre santiagueño, no puede menos que reconocerse su enorme mérito intelectual, su capacidad de trabajo y su entrega apasionada por su terruño, que lo hace acreedor del reconocimiento de sus coterráneos. El ilustre abogado y escritor Horacio Rava  lo calificó de “el rebelde de la lírica” por su actitud renovadora del verso y la composición. Por mi parte, lo considero el abogado búho que otea permanentemente la realidad para conocerla y juzgarla. Canal Feijóo fue, como se dijo, un hombre múltiple: un literato, un poeta, un filósofo y, sin duda, otras cosas más, pero sobre todo fue a mi criterio un verdadero jusfilósofo, cosa nada extraña en un abogado eximio, puesto que la justicia, esencia del derecho, a la que supo perseguirla con tesón y de diferentes modos y aspectos, no es sino pura filosofía de la mayor calidad.

                                                       Julio César Castiglione

 
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