acyase

acyase

JULIO OLIVERA (CASTOR LÓPEZ)

Sitial “Dr. Julio Olivera”

Academia Provincial de Ciencias y Artes de Santiago del Estero

Año 2009

Por Castor López (*)

 Al honor y la elevada responsabilidad personal que se derivan de pertenecer a la recientemente creada, hace muy pocos años, Academia Provincial de Ciencias y Artes de Santiago del Estero, se le une la especial y afortunada circunstancia que el sitial ocupado lleve el nombre de “Dr. Julio Olivera”.

 Estimo que esta muy justa denominación debe, en realidad, ser considerada como un doble, simultáneo y sobradamente merecido homenaje a los meritos de dos grandes personalidades de nuestra provincia: Los doctores Julio Olivera, padre, ya lamentablemente fallecido, e hijo.

 Es muy escasa, al menos en el ámbito de las ciencias, la ocurrencia de una tan encumbrada notabilidad nacional e internacional congénita como resulta la de este caso, dichosamente ambas personalidades de origen santiagueño. En esta oportunidad y por una cuestión formal, me referiré solamente al Dr. Julio Olivera Santillán, el padre.

 Fue un santiagueño muy destacado, estudioso y pensador de los principios y fundamentos de la ciencia económica en general y de la teoría económica de las posibilidades de la complementariedad de las llamadas soluciones competitivas y cooperativas en particular.

 Nació en nuestra provincia, mas precisamente en la ciudad de La Banda, el 18 de agosto de 1898. Desde muy joven demostró una particular y profunda pertenencia a Santiago del Estero, la que lógicamente derivo en una sana y genuina propensión hacia la actividad política.

 En la cual, además de ocupar las mas altas responsabilidades partidarias en los órganos políticos de sus preferencias ideológicas, desempeño con marcada solvencia y honestidad el Ministerio de Gobierno, Justicia e Instrucción Publica e incluso, en una oportunidad, asumió la hidalga responsabilidad de ser candidato a Gobernador de nuestra provincia.

Convocado por el Gobierno Nacional en situaciones muy críticas para el país y siempre guiado por su elevada vocación de servicio a la Nación, fue nombrado Ministro General del Gobierno de la intervención federal en la provincia de Santa Fe en los difíciles años 1929 y 1930.

Pero no solo la política recepto sus meritorios esfuerzos. Vinculado a ella surgió también la pasión por el periodismo. Colaboro intensamente, con medulosos artículos de opinión política y científica, con los principales periódicos santiagueños de entonces, particularmente con el diario “El Liberal”, en el que escribió numerosos y notables artículos.

Incluso, fundo y dirigió el periódico local “El Fígaro”, dándose tiempo también para tener a su cargo en la provincia la corresponsalía del importante diario nacional de entonces “La Prensa”.

Pero tampoco ello agoto sus iniciativas y emprendimiento, la enseñanza a los jóvenes santiagueños fue otro de sus numerosos y simultáneos desvelos. Dicto muchas cátedras, todas ellas ligadas al pensamiento científico de la economía, en los cursos de los bachilleratos nocturnos del Colegio Nacional “Pueyrredón”, el primero de ese genero en Argentina y del que fue uno de sus fundadores.

También enseño economía general en el Colegio Nacional “Bartolomé Mitre”, en la Escuela de Comercio “Luis Agote” y en la Escuela “Mariano Acosta”, donde enseño la cátedra de Economía Política con particular dedicación personal. Estuvo entre los primeros profesores de la Escuela Argentina de Periodismo y tuvo a su cargo numerosos cursos de perfeccionamiento del Magisterio provincial, en el convencimiento del fundamental rol de la educación de los recursos humanos para el desarrollo provincial.

El Dr. Julio Olivera Santillán fue un apasionado propulsor del cooperativismo, en el que se destaco en el orden nacional. Trabajo incansablemente en la difusión de sus principios, tanto en la docencia como en la política, anticipándose brillantemente más de 50 años a lo que la teoría académica hoy denomina “las soluciones cooperativas”, como alternativas complementarias a las ortodoxas soluciones competitivas.

Así, tuvo el honor de ser designado para presidir la prestigiosa asociación cultural de cooperativismo “Casa de Rochdale”, entre otras instituciones provinciales y nacionales similares, muchas de ellas de carácter oficial de Argentina. Todas ellas siempre lo requirieron como miembro honorario.

Esta variada y extensa actuación intelectual se plasmo en alrededor de 1.000 artículos de opinión política y académica en diversos diarios, revistas científicas y publicaciones, que siempre denotaba en todos los casos, su fuerte compromiso personal con el mejor destino posible para nuestra provincia.            

Fue autor de numerosos libros y publicaciones, destacándose –por citar solo 2 de ellos- “Lecciones sobre el Ahorro” y “Diccionario de Economía y Cooperativismo”, textos que aun hoy conservan una asombrosa vigencia de validos principios y acertados criterios y conceptos económicos. A través de ellos, y muchos otros libros,  tuvo una amplia y fecunda trayectoria académica en el orden nacional.

Es así como resulta permanentemente recordado el Dr. Julio Olivera Santillán por sus numerosas camadas de alumnos, muchos de ellos actuales muy destacados docentes y profesionales de la economía, por su sabia y sutil combinación del imprescindible rigor académico de las ciencias exactas con la simpleza de la genuina enseñanza del conocimiento.

Como una natural consecuencia de su impecable y consistente lógica del pensamiento científico aplicado a la economía, fue uno de los pocos economistas de su época que, anticipadamente, infirió y expuso con sólidos argumentos racionales y pese en un generalizado contexto de humores y expectativas optimistas, la alta probabilidad de ocurrencia, como finalmente sucedió, de la crisis económica mundial de fines del año 1929, que derivo en la llamada crisis del año 1930.

El Dr. Julio Olivera Santillán impulso, casi hasta la perfección académica, el arte de la enseñanza de la ciencia económica. Disponía y administraba, con suma solvencia, su particular y muy desarrollado personal don de mantener siempre fascinados a sus numerosos y jóvenes auditorios de alumnos. La practica y la enseñanza de la ética y la honradez personal, junto a la necesaria honestidad intelectual, siempre acompaño a la enseñanza académica de la ciencia económica.

A la docencia la practicaba intercalando siempre un fino y oportuno humor en cada una de sus clases magistrales, incluso de los marcos teóricos de los más diversos temas de la economía general, aun cuando muchos de estos son generalmente sostenidos en complejos sistemas de ecuaciones matemáticas.

Fue un concienzudo lector e incansable investigador, un orador político y académico de palabra rigurosa, exacta, fluida y convincente. Siempre practico una reconocida ecuanimidad en todos sus juicios, siendo muy prudente en sus valoraciones. Fue un docente permanentemente respetuoso de las diversas personalidades de cada uno de sus alumnos.

Su muy valiosa obra educativa en nuestra provincia pertenece, debido a la modestia del saber que caracterizo su vida, a la especial categoría de aquellas que incrementan su valor e importancia de quienes la receptaron, cuando se consideran a través del tiempo.

La prueba empírica más evidente de su tarea de vida la dejo en su propio hijo, también santiagueño como se dijo, el Dr. Julio H. G. Olivera, destacadísimo actual hombre de excelencia científica internacional.

El Dr. Julio Olivera Santillán, siguió trabajando silenciosa y tesoneramente hasta el mismo día de su muerte, a los 74 años, el 4 de febrero de 1972. Su ejemplo queda inmortalizado.

(*) Castor Lopez

Ingeniero, postgrado de ingeniería en la Universidad de Buenos Aires.

Postgrados de Economía en las Universidades Torcuato Di Tella y Politécnica de Madrid, España.

Subsecretario de Obras y Servicios Públicos y Coordinación Económica de la Municipalidad de la Ciudad Capital de Santiago del Estero.

Profesor e Investigador en la UCSE y UNSE.

Presidente de “Recrear para el Crecimiento de Santiago del Estero” y de la Fundación “Alas 1857”.

Diputado Provincial por Recrear en el Frente Cívico por Santiago.  

JUAN A. FIGUEROA (E. J. MAIDANA)

DON JUAN A. FIGUEROA

 En el atardecer el pedemonte languidece. Hay un ademán  de cortés despedida entre los pliegues del faldeo. El espacio que se disputan valles feraces y montes de módica alzada, sabe de nombres rotundos: Ascochinga, Sinsacate. A algunos los atravesaba el camino real al Alto Perú. Pero interesa Tulumba, fundada en 1794 por el Marqués de Sobremonte, ruta de carretas y regimientos que alborotaban silencios cansinos.

 Callejas de hondas soledades y aromas silvestres, tajeadas por el agua llovida, las anduvo  Santos Pérez  cabecilla de los matadores  de don Juan Facundo Quiroga, quien desoyendo a don Juan F. Ibarra, ni escolta aceptó. Era febrero, en 1835. Círculos de oscuras agorerías sobrevolaron el valle.

 Por  deturpación del híbrido aymara-quichua significa “de sus ancestros“. Para el historiador don Luis Calvimonte antiguos documentos llaman “tunumba” a  un cerro cercano[i] Don Juan A. Figueroa, nació ahí el 21 de agosto de 1864. Cada verano volvía a descansar y seguro se topaba con las sombras trágicas de aquel febrero. Calvimonte me dijo que un panteón magnífico de piedra-granito en ruinas, guarda los restos de Daniel Figueroa y su esposa doña Encarnación Moyano.

 

Tulumba, firme a   despecho de los siglos, evoca ancestros indios. Y de españoles que regresaban distintos: tenían el color, el acento y el modo Indiano: según Antonio Machado en el romance de Alvargonzález. La memoria sospecha de desaparecidos negros, reemplazados por cholos, luego mestizos, que desde el trasfondo adumbran y celan la identidad del criollo[ii].

 

Uno de éstos, don Juan tras la primera etapa, que a la sazón era la mocedad tirando a adultez, hilvanó trasiegos que lo llevaron a Rosario, Buenos Aires, Córdoba y estudiante secundario frustrado por la pobreza, comerciante en Quilino a invitación de su hermano mayor Ruperto al que imitó en el oficio de telegrafista, dice al pie de sus memorias: “24 de junio de 1886. Parto a establecerme en Santiago del Estero.” Su voluntad acordó  con el destino.     

 

Del escrito vuelan suspiros hacia Santiago. Pese al aura romántica, no era un sentimental: cenceño y de tenso vigor, en las fotos luce la estampa de un varón cabal. Época, de pagos soledosos y rudos, con aires de amena facilidad y duras exigencias que de tan naturales ni pesaban, y ni abrumaban si dolían, nada demoraba la hombría ni había melindres para aniñar mujeres. A los 22 años, ya un hombre, llegó con Ruperto.

 

Hacía dos años el gentío proveído por 15 mil vecinos, más los azorados paisanos venidos del campo, aplaudieron el tren que pelando silbos paró jadeante frente a la Casa de Gobierno. La ciudad que siglo y medio fue “menos que un cortijo” a punto de disolverse en la nada, según un gobernador, desperezaba escepticismos y se ponía de pie. ¡Había sobrevivido!    

 

En un reportaje al diario Crítica (1935), cuenta:

 

“Fui a Santiago del Estero a implantar el teléfono y a poco nomás tenía que meterme a periodista obligado por las circunstancias de que la agrupación política a la que pertenecía, la Unión Cívica Nacional, necesita un órgano de opinión. El comité de la juventud a la que yo pertenecía resolvió fundarlo y de ahí es que yo me puse al frente de la empresa.”  No pensaba ser periodista.

 

El 20 de setiembre, tres meses después, los Figueroa inauguraron el primer servicio telefónico. La tecnología prometida por la modernidad, asomaba.   En la mitad de la amplia casa construida en 1840 para los Taboada se alojaron ellos y su empresa, incorporándose a la política y la sociedad.

Dice Luis Alen Lascano:

“Santiago ya contaba con los elementos mecánicos de la nueva era. Afin a esas transformaciones la firma Juan y Ruperto Figueroa instaló el servicio telefónico local, favorecido por una subvención legislativa destinada a estimular el servicio. Acordaba la suma de 150 pesos mensuales durante cinco años, a cambio de facilitar veinte aparatos sin cargo que la empresa ponía al servicio de las oficinas gubernativas.”[iii]

Modernidad que convocando con su victorioso Laicismo, proponía una Reforma a nombre del Liberalismo. En la Nación formalmente constituida, la Patria debía acabar la incipiente estructura del Estado, según empezó en 1853 y que en nuestro muy local des-tiempo insobornable, escampaba de a poco entre tropelías sin propósitos de enmienda.

 

La Reforma inglesa parió una aristocracia con lo confiscado a la Iglesia, que limitó al Rey e inventó el parlamentarismo[iv]. Veamos los efectos: la inglesa olvidó a los pobres y campesinos que quedaron sin amparo, y entre nosotros el pobrerío sin valedores que los protegieran y les dieran identidad, tan pocas veces  halló solución en el liberalismo fagocitado por el capitalismo, que ni siquiera se acuerda de que alguna vez lo hallara. También remedó una aristocracia rica, con pujos institucionales, y, en verdad,  con empeños  de nobleza.

 

Entonces en España se hablaba de institucionalidad e instituciones. La escuela de Giner de los Ríos troquelaba institucionistas. La Racionalidad debía ser faro  y lente de la ciencia y la técnica. En su nombre, agnósticos y ateos aventajaban turnos a las  puertas abiertas para los libre-pensadores, de la mano de Comte con sus dogmas y ritos: que en Brasil tuvo una iglesia, papelón del que la Argentina se salvó.

 

Alexis Carrel, académico francés, converso  al catolicismo en Lourdes, lo publica firmando “Lecarrac” para evitar la exclusión de sus pares. E Ignacio Leep, francés, militante marxista, filósofo en universidades rusas, converso y luego jesuita, en 1962, resumió así la cuestión: “hay dos monstruos gemelosel laicismo y el clericalismo.”[v]

 

Las sociedades secretas explican el auge de la masonería orientada a  la cultura y el  poder: iniciación, aceptación y juramentos,  típicamente religiosos, para atravesar el peligroso campo de la política, en su caso con quienes adoraban la nueva deidad, abstracción imponente que éramos todos y nadie: la Humanidad, desde sus respectivas funciones estatales en el servicio público y la cultura. Exagerando, Jorge A. Ramos dijo que los jesuitas eran al cristianismo lo que la masonería al liberalismo[vi].    

 

Don Juan fue masón.  Copia el acta de la tenida del 21 de julio de 1860 en la que reciben el grado 33: el presidente Derqui, Mitre, Sarmiento, Gelly y Obes y Urquiza. Actores del drama de la escisión porteña que radicaliza las ideas aludidas en nombre de Dios sin religiones (discurso de bienvenida), que el interior rechaza en nombre de la religión con Dios. Quizás en la evolución de Figueroa y los Castiglione desde El Liberal,  comenzó la síntesis cultural que nos debemos.   

 

En la “casona de hombres solos”,  calle Buenos Aires 46, hoy en ruinas, se gestó parte de nuestra historia. Allí, reitero, fue a vivir don Juan ¿por mitrista ferviente o por masón o por las dos circunstancias? ”

 

Don Héctor D. Argañarás, evocó esa casona:

 

“De fiesta estaba la casa

la casa del 46

de la calle Buenos Aires,

en aquel noviembre tres…”

 

Entre los papeles a los que tuve acceso gracias a  su nieta doña Cristina Sánchez Figueroa, hay  el borrador  de un discurso leído por él en una sesión masónica, que parece fecharse en 1920:

 

“…un gran acontecimiento nos reúne en este lugar, y es la iniciación de tres hermanos que si bien no son funcionarios públicos, son hombres meritorios y útiles, que llenos de fe y fortaleza se incorporan a la Logia Voluntad para trabajar por los altos destinos (…) quiero aprovechar para robustecer nuestro vínculo y nuestra alta influencia, recordando que la Masonería es una orden moral fundada en principios laborales, en el amor a sus semejantes y en la caridad”.

 

Un trabajo del Dr. José F.L. Castiglione dice:

 

“Toman en locación la mitad de la amplia casa, se vinculan con gente representativa de la sociedad, de la política y el comercio y abrazan como bandera de militancia cívica la que distinguía a los mitristas. La persecución política no hizo concesiones ni a estos hombres, obligándoles a vender a precio vil la empresa telefónica.”[vii]  

 

Don Juan cuenta a Crítica:

 

“Siempre será curioso decir que esa aventura revolucionaria nos costó la pérdida de la telefónica, pues el oficialismo nos echó encima una nueva empresa, llenándola de auspicios y facilidades, así como mandando que se abonaran las oficinas públicas. La empresa se vendió 17 años después por 160.000 pesos.”

 

¿Error de memoria o de imprenta? esta cifra corregiría a Castiglione, sino hubiese sido una gran fortuna: 400 sueldos de gobernador, y la familia no recordare que nunca fueron ricos

III.

De 1886 a 1898 es tiempo de adaptación para don Juan: no es fácil entender y acomodar índoles. Llegó a mitad del sangriento proceso que arranca con la caída de Los Taboada que erraron en las presidenciales apostando a Elizalde y Mitre. Santiago sufría la revancha cruel  a manos de Sarmiento y de Nicolás Avellaneda. Vendrá la primera intervención federal: vejado aquí Absalón Ibarra dos veces gobernador, sin un cobre se suicidaría en Buenos Aires; por los montes corridos los Taboada. Antonino murió pobre en Tucumán.

 

Ayuda a conocer el personaje entender su tiempo. Saber que el pringue sucio que chorreaba en la política caía a la vida social, como lo advirtió Francisco Vivanco, diputado cordobés:

 

“En Santiago el antagonismo existe no porque las instituciones sean vetustas, sino porque la organización social es atrasada y la constitución que los rige les hace arrugas por todas partes. Los ciudadanos sólo saben forjar y manejar las armas (…) Como tipo social, Santiago es de una organización primitiva. Los habitantes viven una vida simple, monótona, homogénea, reducida y no han llegado por lo tanto a la heterogeneidad que caracteriza a las civilizaciones modernas”[viii].

 

Sobre la revolución don Juan dice a Crítica:

 

“Fue contra la clausura del comicio decretada por el oficialismo de la época (José Domingo Santillán). La revolución triunfó pero el presidente Figueroa Alcorta dispuso la inmediata reposición del gobernador depuesto. Sin embargo el movimiento tuvo consecuencias saludables porque anuló al candidato oficialista Luis G. Pinto, viniendo en su reemplazo el Dr. Dámaso Palacio una alta figura de la política de aquella época.”

IV

La réplica de los Taboada a Sarmiento trazando el ferrocarril por Frías, fue comprar acciones y contratar el 25 de julio de 1870 con el Ferrocarril del Gran Chaco para una línea de Santiago a Esperanza y al Paraná; 1876/78, gobernando el presbítero Baltasar Olaechea y Alcorta se otorgaron beneficios fiscales a Pedro Saint Germain para su ingenio azucarero. Datos indicadores de un proceso que urgía exportar[ix].

 

La edad agrícola y civil coincide con Absalón Rojas (1886/1892), etapa en la que Luis Alen Lascano ve una “refundación” de la ciudad-provincia. No del aire en ese período de 1875 a 1898, surgen treinta periódicos y hojas diversas. La imprenta era noble mensajera o arma temible. El Liberal, cuyo primer ejemplar don Juan A. Figueroa remató a cuatro pesos en el patio de la “casa del 46” la tarde del 3 de noviembre de 1898, pudo haber sido una hoja del viento político. Fue su primer director el Dr.  Ramón Castro. El asesinato del diputado nacional Pedro García y la intervención federal al gobernador Adolfo Ruiz trajeron a  Manuel J. Aparicio del diario La Nación, que escribió el primer editorial.

 

Los periódicos y hojas de El Guardia Nacional (1859) a El Norte (1941) superaron con holgura los 200: para José Castiglione fueron el doble los no documentados. La tertulia seria y la camaradería festiva de la “casa de hombres solos”, quedo atrás. Tres periódicos: Unión Nacional, La Provincia y La Época salían con El Liberal y resumían los temas de acaloradas confrontaciones.

 

Sarmiento-Alberdi discutieron la prioridad que para uno eran los derechos civiles y para el tucumano los políticos. Liberal era, entonces, sinónimo de magnanimidad, desprendimiento, es decir grandeza, nada tenía que ver con el abuso. Cuando la  Modernidad embistió contra los límites que resistían desde la religión, por ejemplo, sustituida por la razón, la ciencia y la técnica, trinidad con rango casi idolátrico, el liberalismo pasó a significar lo ilimitado.

Don Juan bautizó el diario según su militancia y la fe libertaria de su fervor, identificada en Mitre. Que de porteño cerrado pasó a nacionalista y sus contrarios de federales se asumieron porteños para enfrentarse no como adversarios sino enemigos fieros. Laicismo y clericalismo a veces ciertos y otras pretextos,  alimentaban los diarios. En los 40, el obispo Rodríguez y Olmos,  procuró editar uno para esa lucha de ideas.

Ese 1898 la convención reformadora local propone separar Estado- Iglesia: tema de tan ajeno, extraterrestre. El afrancesamiento armó un zafarrancho.  El Liberal asumió la militancia de su nombre poniendo a prueba el sentido ético personal y republicano de don Juan, que sin saberlo fue  creando un linaje, del que supe recibir testimonios directos. Si Modernidad (y Positivismo) se reputan religiones, hay conflictos. Y creo que, en general, y según conozco, no fue el caso extremo de don Juan y El Liberal.

La muerte de Mitre en 1906 a quien don Juan llamaba “hermano” disolvió al mitrismo y lo dejó en libertad; y  la asonada de 1908 clausurando el pasado militante habilitó una empresa. Que trajinando esta sociedad organiza el primer torneo de futbol en 1909 y propicia la Liga Cultural, don Juan preside el Tiro Federal y el Aero Club, está en la creación de la Federación de Sociedades Vecinales. A su muerte, Emilio Cartier lo destacó en el deporte. 

Y esto de la estirpe surge de una vocación acendrada. Que se hace vida. No es mero título, es una identidad. Figueroa y los Castiglione, sobre todo lo veíamos en José que de aquel aprendió, vivían el diario. “La tinta entra a la sangre”, sentenciaban viejos maestros: se hace latido, y sin duda la pena de las vigilias insomnes se redimen al alba en la paz de la conciencia. Tensa sumersión cotidiana en la cambiante realidad. De mentes abiertas, porque desconectados del pasado nos congela en la niñez, según Cicerón.

 

Jorge L. Borges lo dice:

 

“No soy quien te engendra. Son los muertos

Son mi padre, su padre y sus mayores;

…………………………………….

Y llegan, sangre y médula, a este día

del porvenir, en que te engendro ahora.”[x]              

 

Por la crisis, y a los 65 años don Juan buscó transferir El Liberal a quienes podían continuarlo. Al prolongarse en él, alargaba en el tiempo su estirpe. Que no viene del linaje, sino de las virtudes. Somos, al cabo, sangre de muchas sangres y tiempos sin cuento de edades. El diario, su hijo, era también su padre. Quedaba en él y se iba. Privilegió su obra y trascendió, gesto al que llamamos de grandeza. Los seguirían honrando “los hombres de esta Casa”, que por tales éramos tenidos.

Sombras, ausencias y llantos. Enero, 1929. En la cena, calmo y pausado habló a su esposa y a quienes estaban de sus hijos y sus cónyuges: dejaba el diario. Quería que ElLiberal siguiera. Superado lo ocasional político, y afirmado en tres décadas de trabajos,  privaciones y peligros, lo había trascendido. Cabeza blanca, acentuado el perfil aquilino, enjuto y fibroso, mirada honda, su voluntad cruzó espadas con el destino como encrucijada.

Al llegar a El Liberal en 1949, advertí la presencia de don Juan en los  Castiglione, Bernardino Sayago e Hipólito Noriega; de Enrique Almonacid también iniciado bajo su dirección y de Pedro Vozza Solá, amigo de Enrique, hombre de Crítica primero y de Clarín en esos años; y del viejo José Luna, jefe de armadores, que con el Dr. José, de igual a igual sostenían “peleas” memorables.  

Vivió junto al diario. Sayago dijo que lo despertaba y adormecía la “música” de la rotoplana.  La llegada de su esposa doña Tránsito Martínez, abría la celebración de los aniversarios. La estirpe que fundara,  continuaba en periodistas cuyo natural respeto por las ideas y creencias,  acogió con afecto mi juvenil disidencia. Amilanaba esa casi impaciencia de emulación en una épica cuyo desafío se esperaba, y mientras, se la vivía extremando el decoro intelectual y la honradez de las conductas.

En el ritmo de la impresora fluía la vida, y en la voz y prisa de los canillitas se iba él mismo. El diario envejece cada noche, es amigo que pasa: anoticia, amonesta, comenta, entrega ideas y risas, a veces agrada y otras disgusta, y sigue. Vestido de olvido, desaparece en la primera esquina, guardado se otoña para gozo de unos pocos. Su misterio de taller y fragua, es decir de estrépito y vida (o su morbo), cede a la resignación de no ser aquel que vino.

Lo supe frontal, de una pieza,  sereno, festivo, casi oriental con su cuerpo y el trabajo. “Frente amplia, estrellada, su rostro se ensanchaba en sus pómulos descarnados. Sus ojos de tormenta estaban llenos de relámpagos. Tez pálidamente iluminada, firme nariz de capitán, ligeramente aguileña (…) Cuando yo lo conocí, sus ojos eran dulces, pero ardían en repentinos fulgores”, según Octavio Amadeo[xi]. Atrás quedaron intentos de asesinato: en uno lo hirieron a quemarropa, los duelos aceptados y librados, la cárcel con la que abonó  la libertad del periodismo: su valentía cívica[xii].

Con importantes lecturas en sus memorias la prosa es precisa y correcta. Las ideas al uso lo embanderaban. Se fue haciendo, acomodando creencias y lecturas a la cultura local. Entregado El Liberal el 16 de febrero de 1929, volverá a la política con el partido Reformista en 1930 y, elegido por la Federación de Sociedades Vecinales presidirá el Concejo Deliberante. Las colectividades extranjeras entramaban. El italiano don Francisco Giuliano, quien con molino, lagar y quesería unió el agro con la industria, avaló el traspaso del diario.

Por la crisis, dicen las cartas que he leído, le fue duro guapear al Dr. Antonio que piloteó la empresa, tanto que en 1934 le entrega a don Juan su casa de la Avda. Moreno 469, tasada por el Banco Hipotecario en 40.000 pesos como parte de la deuda y le ofreció un terreno lindero con la casa del Dr. José, en la 24 de Setiembre. Cartas que trasuntan el respeto y admiración de unos y la gentil comprensión del otro, así como la mutua confianza. El precio final no figura.

¿Cuántas ideas, obras, hechos, logros y malogros se debieron al diario como espejo o como tribuna? ¿Qué de las emociones, duelos y albricias, noticias e interpretaciones, iniciativas y desahucios, estímulos y críticas, apoyos y objeciones de sus páginas saltaron al torrente vital? El movimiento cultural de 1920 a 1945 y de 1950 a la fecha, con La Brasa y las universidades incluidas, creo que no hubiese sido igual en su tono, densidad y difusión sin El Liberal.

Esta Academia sabe al fruto de un centenario casal de ideas y acción alargado en la santiagueñidad militante. Bien estuvo para titular de un sitial don Juan, y que un vástago de su estirpe fuese de ahora en más invitado, disculpa mi presencia

El Liberal y don Juan, con los vespertinos La Hora y La Provincia, institucionalizaron  con la jerarquía y tecnología posible al medio el periodismo santiagueño. En la formación del primer círculo de la prensa estuvo don Juan, cuenta Samuel Yussen. Diarios sumados con entusiasta despliegue el homenaje que la provincia le brindó a don Juan, ya enfermo, en setiembre de 1942.

La medianoche del 10 de enero de 1944 en su agonía habló sereno. A sus hijos llorosos les dijo: “todavía no…”, lúcido recibió los sacramentos de la Iglesia y apretó manos pidiendo fuerzas o despidiéndose y exclamó: “…siento una sensación de plenitud…ahora, si…” Contenido en el vacío de alientos en suspenso, inclinó la cabeza y se apagó. El Liberal apuntó: “Falleció con santa serenidad.” Había librado el buen combate[xiii].

El diario La Nación dolido por el amigo, fiel a los idearios de Mitre y su corresponsal durante 35 años, despidió al patriarca del periodismo del interior. En el país, el diarismo y los colegas saludaron a un militante del oficio más lindo del mundo (García Márquez), que se iba condecorado de cicatrices y alta la frente.

HOMERO MANZI SITIAL DE DR. JOSÉ TOGO

Homero Manzi

 Por Ariel Álvarez Valdés

 Sin lugar para el olvido

Hablar de Homero Manzi es inevitablemente hablar del tango, de la música popular que nos identifica a los argentinos en el mundo.

Sin embargo Homero Manzi, nacido como Homero Nicolás Manzioni en 1907 en Añatuya, y muerto en 1951, es una figura que tuvo múltiples facetas, además de la musical.

 Trasplantado en su primera infancia al barrio de Boedo de Buenos Aires, se hizo porteño por adopción.  Las vivencias de esos años en el suburbio de la ciudad marcaron en forma indeleble su posterior producción poética, pero nunca le hicieron olvidar su lugar de nacimiento al que, en la poesía Añatuya es un lugar, llamó nostálgicamente “Aña…mía”. Este poema, una excepción a la temática exclusivamente urbana de los temas que escribió, luego se transformó, con ritmo de chacarera, en la única composición folclórica que lleva una letra suya.[1] Aunque vivió en Boedo, cursó sus primeros grados en una escuela de Nueva Pompeya, lo que explica que años más tarde uniera literariamente en el tango Surambos barrios como si fuera uno solo: “San Juan y Boedo antiguo, y todo el cielo, / Pompeya y más allá la inundación”.

 Dos veces expulsado

Ya recibido de profesor en letras, ejerció la docencia de castellano y literatura y fue estudiante de derecho, hasta que su actuación política en el radicalismo le valió, luego de la revolución de 1930, la expulsión de las aulas, a las que nunca regresó, ni como alumno universitario ni como docente secundario. Pero su pasión por la política siguió dominándolo hasta el fin de su vida. En 1935, lo llevó a fundar, junto con Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo y Atilio García Mellid, entre otros, la “Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina”, la legendaria FORJA, de fuerte inspiración nacionalista y de innegable impacto en la cultura política argentina. Más tarde, en la década de los cuarenta, cuando FORJA consideró cumplido su objetivo y se disolvió, Manzi se sumó al movimiento político en el que creyó ver la representación de la causa nacional y popular que él llevaba en las venas, y en el que militó hasta su muerte. Lo que le costo, esta vez, su expulsión del radicalismo.

Manzi se dedicó asimismo al periodismo, como colaborador de los diarios CríticaEl Sol y El Combate, y de las revistas Línea y Ahora; se destacó como crítico en publicaciones especializadas en la actividad radiofónica y teatral, ámbitos en los que, como autor, también cosechó éxitos; dejó su impronta en la época de oro del cine argentino, con guiones de películas memorables, como La guerra gaucha, Su mejor alumno, o Pampa bárbara, que figuran en lo mejor de la producción cinematográfica del país; y llegó a crear en 1942 la productora “Artistas Argentinos Asociados”, de fecunda trayectoria, para hacer filmes genuinamente nacionales. También se destacó en la actividad sindical, por su trabajo en defensa de los derechos de autor, cuando fue presidente de la “Sociedad Argentina de Autores y Compositores”.

 De los pies a la boca

Pero si por algo recordamos a Manzi es por ser autor de bellas e inolvidables letras de tango, que llegaron a opacar las otras muestras de su talento. Por eso decía al comienzo que hablar de Homero es hablar del tango.

El tango nació en algún momento –no sabemos bien cuándo– de las últimas décadas del siglo XIX y surgió sólo como música para escuchar y bailar.  A lo sumo a esa música se le agregaban letras elementales, festivas y generalmente obscenas. Al respecto, luego de comentar alguna vez Borges que el tango tiene un origen prostibulario, agregó con agudeza: “Y se le nota”. Comentario con el que parecía querer mostrar su poco aprecio por el tango, para el cual, sin embargo, escribió poemas y letras admirables.

Pero en 1916 todo cambió, cuando Pascual Contursi, sobre la música de un tango preexistente llamado Lita, escribió una letra relatando una historia con argumento, que fue Mi noche triste. Allí nació el tango canción, es decir, para cantar, que incluye un argumento, que habla de emociones, que cuenta una historia de vida. Y quien lo cantó por primera vez en el teatro y lo grabó, en 1917, fue nada menos que Carlos Gardel. Fue el primer tango para cantar y el primer tango que salió a la venta cantado por el Zorzal: ¡qué más puede pedirse para un legendario origen! En ese momento cambió la historia del tango porque, como dijo Discepolo, Pascual Contursi hizo subir el tango de los pies a la boca.[2] Pero también quizás habría que agregarle, al corazón. Porque entonces cambió su carácter: se hizo triste, melancólico, plañidero. ¿Será por eso que a muchos jóvenes no les gusta el tango?

Cuentan que un novel periodista fue a entrevistar una vez a Roberto Goyeneche y de entrada nomás le aclaró: “Mire maestro, yo vengo a hacerle un reportaje porque me manda la revista para la que trabajo, pero le advierto que a mí no me gusta el tango”. “¿Cuántos años tenés?”, le preguntó el Polaco. “Veintidós”, le contestó el entrevistador. “Bueno -le dijo Goyeneche-: andá y volvé cuando hayas cumplido cuarenta”. Evidentemente aún no tenía la experiencia de vida suficiente como para verse reflejado en la letra de un tango, o sentirse protagonista de una de sus historias. Eso, sin duda, exige haber vivido la vida.

 ¿Música o letra?

Esta anécdota refleja una vieja polémica surgida entre los pensadores de este género, que los lleva a preguntarse: ¿qué es más importante en un tango, la música o la letra?

Según el sentir de muchos, y a diferencia de otros géneros musicales, parecería que lo que prima es el valor de su letra. Prueba de eso es que hay tangos con una hermosa música pero con letras que nadie quiere cantar; y otros, cuya letra les aseguran una vigencia permanente, porque reflejan una realidad que se resiste a desaparecer, como en el caso de Cambalache. Un segunda argumento es la cantidad de frases que se han vuelto proverbiales, y cuyo origen es la letra de un tango. ¿Quién no ha dicho alguna vez “volver con la frente marchita”, que “veinte años no es nada” o que “la vida es una herida absurda”? Agreguemos finalmente que muchos tangos, algunos de ellos bellísimos como AdiósNonino, nacieron sin letra, pero que a la vuelta de los años se les agregó una: parecía que estaban incompletos.

 Manzi, poeta elegíaco

Y aquí es donde adquiere enorme importancia la figura de Manzi. Sin él, como dice Jorge Götling, tal vez el tango habría continuado siendo una música marginal, del suburbio, con una modesta expresión poética. Sería una antología de la queja, o una apología de la derrota y la frustración, la temática poco feliz de los autores que lo precedieron en el tiempo.[3] En cambio la aparición de Manzi marcó un hito. Él renovó, según sostiene José Gobello, las letras de los tangos, reemplazando en sus temas los amores tumultuosos y trágicos, las mujeres de vida liviana, el juego, el alcohol, por la vida tranquila de los barrios porteños y, sobre todo, por la digna nostalgia de lo pasado, que siempre imaginamos haber sido mejor. Hasta cuando habla del amor no lo hace del presente, sino del recuerdo de antiguos amores, de los que ya no están, de los que se han desvanecido junto con el viejo barrio. Por eso, afirma que Manzi fue principalmente un poeta elegíaco.[4]

Su carrera como letrista comenzó en 1926, con la grabación de su primer tango, Viejo ciego, y concluyó poco antes de morir cuando, desde su lecho de enfermo, le dictó por teléfono a su amigo Aníbal Troilo la famosa letra de Discepolín.

Manzi raramente utilizó el lunfardo, quizás porque no lo sentía suyo, o por la influencia de sus tiempos de profesor de literatura que lo acostumbraron a un lenguaje pulcro. En eso hace recordar a Le Pera, aunque éste excluyó el lunfardo de sus trabajos por imposición de los productores de las películas de Gardel, que querían que sus tangos fueran entendidos en toda Latinoamérica.  

 El amor por la barriada burda

Homero dudó alguna vez en dedicarse a la poesía mayor – alguien diría la poesía culta - o escribir para su pueblo, como lo confiesa en estos versos de Treinta años: “Volví a la convivencia de la barriada burda / dejé perder la gloria de mi destino grande / tomé la calle angosta y le canté a la luna / y la gente de barrio se detuvo a escucharme”.[5]

Al respecto, Gobello afirma que las alas del poeta carecían de envergadura para llevarlo a las cumbres, y que su instinto lo guió mejor que su ambición. Fue, dice, el mayor de nuestros poetas menores, y de haber persistido en buscar “su destino grande”, habría sido seguramente el menor de nuestros poetas mayores.[6] Sin embargo, como también dice Horacio Salas, es indudable que Manzi fue el primero en convertir las letras de tango en verdaderos poemas.[7]

Manzi utiliza en muchos de sus tangos una técnica poética enumerativa o, como la define Ostuni, una técnica de inventario:[8] en el tango Ninguna dice: “Esta mesa, este espejo y estos cuadros / guardan eco del eco de tu voz”; y en Sur: “La esquina del herrero, barro y pampa / tu casa, tu vereda y el zanjón”.

Llegó a la genialidad de componer un tango sin verbos y casi sin adjetivos. En Voz de tango, su máxima expresión de este recurso retórico, escribe:

 Farol de esquina, ronda y llamada  /  lengua y piropo, danza y canción, /  truco y codillo, barro y cortada, /  piba y glicina, fuelle y malvón. /  Café de barrio, dato y palmera, /  Negra y caricia, noche y portón, / chisme de vieja, calle Las Heras, / pilchas, silencio, quinta edición. /  Percal y horario, ropa y costura, /  Pena de agosto, tarde sin sol, /  luto de otoño, pan de amargura, /  flores, recuerdos, mármol, dolor. /  Gorrión cansado, jaula y miseria, / alas y vuelo, carta de adiós, /  luces del Centro, trajes de seda, /  fama y prontuario, plata y amor.

 ¿García Lorca?

            Homero Manzi, como también observa Gobello, incluyó en las letras del tango metáforas antes jamás imaginadas para la canción popular. El punto de partida se puede fijar, sin ninguna duda, en 1941, cuando escribió Malena en el que elevó las posibilidades literarias del tango a su cumbre. Basta pensar en las excepcionales metáforas con las que retrató a Malena, tales como su “voz de sombra", sus “ojos oscuros como el olvido”, “sus labios apretados como el rencor”, o “las venas con sangre de bandoneón”, que por primera vez se atrevían a asomar en el tango. Sin embargo, en su momento Malena fue resistido por mucha gente, que opinaba que eso no era tango, que eso era García Lorca. A partir de entonces, Manzi reiteró sus bellas figuras en muchas otras letras. Así, por ejemplo, en Fuimos, imágenes como "Fui como una lluvia de cenizas y fatigas / en las horas resignadas de tu vida", cautivaron definitivamente el sentimiento tanguero.

            Afortunadamente, con ese estilo Manzi abrió el camino para que otros poetas, como Homero Expósito, hablaran más tarde de las “trenzas de color de mate amargo”, o que Cátulo Castillo se refiriera a “la lágrima de ron que lleva hacia el hondo bajo fondo donde el barro se subleva” y para que Horacio Ferrer  instale finalmente “una golondrina en el motor de la ilusión superesport” en su Balada para un loco.[9]

Otro aporte fundamental de Homero Manzi a la música rioplatense, fue el rejuvenecimiento y la jerarquización de la milonga, prima hermana del tango, junto con el pianista Sebastián Piana. En este género musical escribió las letras de tres grandes clásicos: Milonga sentimentalMilonga del 900 y Milonga triste.

No todo, Homero: tus tangos no

No hay duda de que Manzi introdujo la poesía culta (si es que se puede escindir una poesía culta de una poesía popular) en el tango. Si no hubiese sido él, quizás lo habría hecho otro, pero lo cierto es que fue él quien agregó al tradicional esmoquin del cantor de tangos el esmoquin en la letra.

Y hoy no hay una expresión cultural, en los géneros populares del mundo, donde tanto la danza, como la música y la poesía alcancen el nivel que tienen en el tango. Es que “el tango es pasión, pero al mismo tiempo es teatro, es juego, es histeriqueo”.[10]  Por algo un comité de expertos de la UNESCO ya ha aprobado la propuesta de considerarlo patrimonio cultural de la humanidad. Sin duda, algo de aquel nivel se lo debe a Manzi.

Cuando ya sabía que la vida se le escapaba de las manos, Manzi escribió la letra de uno de sus tangos inmortales: Sur. En ella dice tristemente: “Las calles y la luna suburbana / y mi amor y tu ventana / todo ha muerto, ya lo sé”. Hoy podríamos decirle: No todo, Homero: tus tangos no han muerto ni morirán jamás.

 

[1] ALÉN LASCANO, Luis C. (1974).  Poesía y política. Buenos Aires: Nativa.

[2]SUÁREZ, Patricia. (1995, 18 de mayo).  Espinas en el corazón. La Capital.

[3]GÖTTLING, Jorge. (1981, 3 de mayo).  Sobre Homero Manzi y su mundo. Clarín.

[4]GOBELLO, José. (1981). La poética de Homero Manzi. Buenos Aires: Cuadernos de tango y lunfardo.

[5] MANZI,Homero. (1998).  Poemas, prosas y cuentos cortos. Buenos Aires: Corregidor.

[6]GOBELLO, José. (1980). Crónica general del tango. Buenos Aires: Fraterna.

[7]SALAS, Horacio. (1086). El tango. Buenos Aires: Planeta.

[8] OSTUNI, Ricardo. (2000). Viaje al corazón del tango. Buenos Aires: Lumiere.

[9]GOBELLO, José. Crónica general…

[10]PALMER, Marina, (2009, 9 de setiembre). En las milongas aprendí qué significa histeriqueo. Ámbito Financiero.

Subscribe to this RSS feed

Log in