BERNARDO CANAL FEIJÓO - SITIAL DE JULIO CESAR CASTIGLIONE

Bernardo Canal Feijóo,

 “El rebelde de la lírica”

  A fines del siglo XIX y principios del XX la Argentina pasaba por el mejor momento de su historia socioeconómica. La impresionante ola inmigratoria, sólo comparable con la norteamericana y el fuerte progreso experimentado por el desarrollo de la agricultura y la ganadería y en menor medida por la industria, habían convertido al país  en uno de los naciones más importantes del orbe. En 1928 ocupaba el 12º lugar del mundo en cuanto a su producto anual per capita[1].

           La Argentina se había constituido en el granero del mundo y la Pampa húmeda era comparada con la llanura ucraniana y la mesopotamia norteamericana del Missisipi y el Missouri como las más fértiles del mundo.

Una onda de optimismo se extendía sobre todas las  capas sociales. La elevada ola inmigratoria atraída por las condiciones económicas, sociales y culturales del país, hizo que en Buenos Aires a principios del siglo XX el número de varones extranjeros mayores de edad, fuera superior a los nacionales.

El conocido historiador Juan José Cresto afirma que con las medidas de la Generación del Ochenta que lideró Roca: “… los índices de crecimiento eran notables, los inmigrantes llegaban porque había trabajo. No había viviendas para tanta gente recién llegada y muchos tuvieron en una larga década estrecheces habitacionales, pero el enorme desarrollo del sistema creado permitió un crecimiento sostenido”.

Agrega luego: “Entre 1880 y 1920 la Argentina creció 42 veces. Me pregunto ¿porqué no hemos hecho otro tanto entre 1968 y nuestros días, es decir, en igual período? ¡Qué diferente sería la vida del ciudadano medio argentino si tuviéramos veinticinco mil dólares de producto bruto per cápita! Seríamos los mayores exportadores de América latina, tendríamos una industria integrada y los ciudadanos pobres serían más pudientes que muchos ciudadanos considerados pudientes en la Argentina actual, porque, finalmente, la riqueza se derrama en búsqueda de nuevos consumidores…”

Añade: “…la Argentina exitosa del Centenario, la que tuvo un nombre en el mundo, transformó un desierto en una nación civilizada, albergó 5,5 millones de inmigrantes y fue la primera potencia económica de América latina: el producto bruto argentino era en 1928 equivalente a todo el de América del Sur reunida”[2]

Creo que es imposible explicar con mayor elocuencia la situación económica social de nuestro país en ese momento histórico.

Santiago pese a tener un atractivo menor, recibía también inmigrantes, principalmente de españoles e italianos. Según el segundo Censo de Población,  era la séptima provincia por el número de habitantes: 161.502[3]. En 1903 contaba con 185.006 pobladores[4].

Durante la primera mitad del siglo pasado por el volumen de la población la provincia era la tercera del país, luego de Buenos Aires y Córdoba[5]. En 1869 la cuarta, y en 1895 la séptima[6].

La ciudad capital no es bella, no tiene los atractivos de Salta ni el tamaño y porte de Tucumán, ni sus lugares históricos, pero tiene otros encantos no menos seductores: se hace amar, es querible. De ahí el dicho popular que sus pobladores recuerdan con orgullo: “Santiago no tiene riendas pero sujeta”. Cuesta abandonarla, nunca se la deja del todo, se la recuerda siempre.

 El saneamiento de los esteros del Dulce efectuado por el gobernador Barraza, ha mejorado considerablemente su situación. Aparece también en las últimas décadas del siglo XIX, la agricultura bajo riego, que produjo un importante crecimiento económico. La situación fue propicia para que a principios del siglo XIX se haya instalado un ingenio azucarero al sur de la ciudad[7].

En 1909 la superficie regada alcanzaba las 26.000 has.[8]. En el país nace una mentalidad “progresista, racionalista y cientificista” según Alén Lascano, que se enmarca en la ideología dominante, y en el esfuerzo por la modernización de la provincia emprendido por el gobernador Absalón Rojas[9]. También comenzaron a explotarse sus extensos bosques cuyas especies cubrían aproximadamente el 70% de la superficie territorial, que significaba la décima parte de toda la superficie forestal argentina[10].

En 1902 se colocaron los postes para alumbrado a kerosén en la avenida Belgrano y en 1904, por ordenanza municipal, se creó el Parque Aguirre en terrenos ganados al río y se instaló el sistema de agua corriente en la capital[11].

La ciudad es la más antigua del país (excluida la primera fundación de Buenos Aires), fundada en 1553, aunque no queda nada de su viejo origen, pero su rica y heroica historia demadre de ciudades y su título de “noble y leal” es recordada por su gente que siente el deber de ser fiel a ese origen. Como sostiene Alén Lascano, “… ninguna otra ciudad fundada en la primera hora puede ofrecer hoy a la gratitud argentina una probanza de méritos y servicios superior a la de esta heroica Santiago”[12].  

El viajero que pasea por sus calles se sorprende de no encontrar edificios antiguos y manifestaciones de su añejo origen. Y seguramente se plantea ¿Serán los santiagueños tan tardos, que en aras de lo moderno han destruido lo viejo? Lo que pasa, lamentablemente, es que la ciudad fue destruida varias veces por inundaciones –el Dulce es un río muy bravío- y hasta, ¡quien lo diría! por terremotos. Pero la simpatía y la generosidad del santiagueño y la belleza y cultura de sus mujeres lo conquista invariablemente. Como dice la famosa zamba “Nostalgias santiagueñas”:

“forastero que va,

siempre quiere quedarse.

Y del suelo querido

suele prendarse. Ay, Ay, Ay, si, si”

Canal Feijóo habrá de nacer en ese ambiente familiar, amistoso, cordial y no perdió nunca esa bonhomía. Recuerdo que teniendo unos 15 años viajé con él en un auto manejado por mi padre, Canal y yo íbamos atrás. Conversamos casi de igual a igual, me trató como un viejo amigo de su edad y categoría social. Ahí pude advertir después, que el éxito no le había robado la humildad. Era inteligente, alegre, original y buen amigo.

En ese ambiente optimista para el país, no tanto para la provincia, Canal Feijóo comienza su educación. La situación socioeconómica era precaria, presentaba aspectos frágiles aunque se había elevado el nivel de vida y la cultura de la población en forma significativa. Hay muchos arrabales urbanos miserables y en la zona rural sin riego   donde en épocas de sequía se vende el agua, que debe ser llevada frecuentemente por el ferrocarril, la pobreza suele abrumar. Esta indigencia habrá de impactar su espíritu y lo moverá a estudiar sus causas y buscar remedios.

Su capacidad es tan destacada que según el historiador Alén Lascano[13], después de Ricardo Rojas, constituye la figura culminante de la cultura santiagueña.

Nació en 1897 y murió en Buenos Aires el 10 de octubre de 1982 a los 85 años.

Terminados sus estudios primarios y secundarios en nuestra ciudad  los continuó en la universidad de Buenos Aires, recibiéndose de abogado en 1922 a los 25 años. Volvió a nuestra ciudad donde se estableció y ejerció su profesión jurídica, comenzando al mismo tiempo su actividad de pensador original. Más tarde en 1947, contando 50 años, se trasladó a Buenos Aires, ciudad que le ofrecía amplias perspectivas para su labor intelectual.

Fue miembro destacado de la Academia Argentina de Letras, en la que ingresó en 1975 a la edad de 53 años y mereció, ser nombrado presidente de ella, ejerciendo el cargo hasta su fallecimiento. Como homenaje se resolvió nominar esa fecha como el día de la Cultura Provincial[14].

Ha sido uno de los eruditos más distinguido de Santiago del Estero y también de la República Argentina. Fue un intelectual prolífico y polifacético: abogado, historiador, ensayista, escritor, sociólogo, dramaturgo, poeta y psicólogo.

Trabajador incansable se preocupó permanentemente por la búsqueda de la verdad, del progreso del país y de su provincia. Esta inquietud se patentiza y se expresa en sus variados análisis filosóficos y sociológicos.

Su singular capacidad se evidencia de un modo patente en los diversos premios que recibió a lo largo de su vida, seis de ellos otorgados por la  Nación o por instituciones nacionales. Recibió los siguientes:

  1.  Premio Legión de Honor otorgada por Francia en 1934, por la colaboración prestada a los hermanos Wagner  y por la traducción al castellano de los libros de estos distinguidos sabios escritos en francés, en particular su monumental obra “Civilización Chaco- Santiagueña”.
  2. Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura en 1937, con motivo de la obra “Ensayos sobre la expresión popular –artística en Santiago del Estero”.
  3. Primer Premio Municipal de Buenos Aires por su libro “Pasión y muerte de Silverio Leguizamón” en 1938.
  4. Primer Premio Nacional en 1955, por su obra “Alberdi: Constitución y revolución”.
  5. Premio Losada en 1961, por su obra “Alberdi y la proyección sistemática del espíritu de mayo”.
  6. Gran Premio de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) en 1961.

Publicó más de 200 artículos y 40 libros, excluyendo otro que permanece todavía inédito.

En Buenos Aires fue Director del Departamento de Relaciones Culturales de la UBA y Decano de la Facultad de Humanidades de la universidad de La Plata.

No obstante haber pasado más de la mitad de su vida en Buenos Aires, nunca se olvidó de su terruño, visitándola asiduamente. Eso explica la razón de los libros y artículos que versan sobre cuestiones de su cuna, encarados en forma histórica y con visión profundamente filosófica y sociológica.

En Santiago del Estero y antes de su traslado a Buenos Aires, fue uno de los fundadores de la famosa sociedad “La Brasa”, formada por escritores, músicos y pensadores de distinta índole, nacida en 1925 y que constituyó uno de los movimientos intelectuales más fecundos en la provincia. Ésta entidad funcionó durante 22 años, hasta que aproximadamente en 1947 lentamente sus miembros dejaron de reunirse. Muchos atribuyen su desaparición al alejamiento de Canal Feijóo al partir a Buenos Aires, dado que fue su principal animador.

En materia exclusivamente jurídica publicó un trabajo sobre “La unidad de procedimientos judiciales en la República Argentina” en 1918, siendo aún estudiante universitario. Y también dos obras, “Teoría de la ciudad Argentina” y “Alberdi, Constitución y revolución”.

No obstante su espíritu científico y su formación jurídica, Canal Feijóo tuvo también vena poética, cosa poco frecuente en estos casos. Se vinculó al grupo Martín Fierro que se ocupaba especialmente de la poesía. Entre sus obras de este tipo se pueden recordar “Penúltimo poema de fútbol” de 1925 y “Dibujos en el suelo” de 1927. Además editó otros trabajos como “Rueda de la siesta” en 1930, “Nivel de Historia” ensayo histórico  y “Sol alto”.  En 1932 vio la luz “Ñam” (revista cultural) siendo uno de sus impulsores, y por último, su obra considerada fundamental, “Ensayo sobre la expresión popular-artística en Santiago del Estero”, publicada en 1937 a la edad de 40 años, una de sus obras más importantes por las ideas expuestas y porque en ella adelantó muchos de los temas que ampliaría en sus futuros trabajos.

Canal Feijóo elaboró “un ideal de santiagüeñidad”, entendido como “la búsqueda del fundamento de la autoctonía provinciana, preocupación que caracteriza el pensar de sus hijos y que motiva su acción en el tiempo y define la razón de su expresión y el sentido de su comprensión”, sostiene Leoni Pinto[15]. Su producción historiográfica, sostiene este autor, “puede ser considerada como lo más importante de toda su producción intelectual”[16]. Tuvo, agrega más adelante, una actitud renovadora con sus planteos teóricos y metodológicos, “frente al positivismo causalista aceptó a la intuición como parte del proceso cognitivo; la estimó un factor necesario en la creación del conocimiento histórico y confió al historiador la misión de organizar un sistema interpretativo...”[17].

Se ocupó también de los problemas sociales de la nación. Eso explica su interés por la Planificación que estaba de moda en esa época. Un año antes de irse a vivir a Buenos Aires, sus inquietudes intelectuales y su amor a su suelo lo movieron a participar del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (conocido por las siglas de PINOA) que se realizó en nuestra ciudad en 1946, y que mucho le debe a su apoyo e inspiración.

Se interesó, además, por el aprovechamiento integral de los recursos humanos y naturales del país y de la provincia. Creía en la planificación como un instrumento para la transformación social, económica, geográfica, física y cultural de la sociedad sin que esto significara necesariamente una reducción o limitación de la libertad individual.

Según el Licenciado Gustavo Carreras[18], Canal Feijóo no es propiamente un filósofo sino un pensador profundo, que siguiendo el conocido aforismo nietzscheano, “cava profundamente allí donde está parado, convencido que a sus pies está la fuente que encierra lo que busca”. Su inquietud fundamental fue conocer lo argentino y lo santiagueño, para contribuir y colaborar con su mejoramiento y progreso.

            Fue un estudioso profundo del folclore santiagueño, uno de los más ricos y variados del país, penetrado durante la colonización española, por la oposición surgida entre indígenas y conquistadores, cosa que lo preocupó profundamente, esforzándose por encontrarle una explicación y una solución.

            Según Octavio Corvalán[19],  en sus trabajos eligió “el camino más arduo si bien más gratificante: el de estudiar nuestra historia para encontrar sus claves reales...”[20]. Considera además, que halló “... los rasgos definitorios de “nuestro ser nacional” dramático, apresado en una dialéctica férrea de universalismo y telurismo, de vuelo y fracaso, de intuiciones luminosas y de errores incomprensibles”[21].

También le interesó hondamente, la explotación del bosque santiagueño realizada por los obrajes, considerándola un síntoma de la fragilidad institucional que afectaba a la provincia. Estimó que ella la dañó gravemente, tanto en su riqueza física como en su aspecto social, y devastó una de sus mayores riquezas. Leoni Pinto sostiene que Canal Feijóo analizando “la destrucción del paisaje causado por la industria forestal, guiada por un capitalismo salvaje y hombres inescrupulosos, sin respeto a la naturaleza, dio su explicación de esta explotación con una tesis que nos permite comprender la historia socio-económica de medio siglo provinciano”[22]. Por eso, añade un poco más adelante, “que hubiera sido distinto si lo ético y no la máxima ganancia en el mismo tiempo, hubiera guiado la acción de los hombres y la elección de los historiadores para elegir los testimonios con los que comprendieron la historia santiagueña”. Comenta enseguida: “Se trata, es justo clasificarla con precisión, de una interpretación ecológica (*) de la historia local y un proyecto para comprender su cultura, cuyo sentido lo concebía enraizado y mantenido por y en ese paisaje natural”[23].

 (*) La bastardilla es del autor.

Por ello criticó “la interpretación de la historiografía convencional, fundado en documentos administrativos y en los datos conservados por la naturaleza”[24]. Y agrega inmediatamente: “Más que exponer una cronografía de hechos, quiso encontrar  el sentido de su expresión”[25].

Por otra parte, se convirtió en un estudioso casi obsesivo del gran tucumano que fue Alberdi, a quien tuvo como punto de referencia, quizá por sus similitudes dado, que como él, fue abogado, escritor, pensador social y tuvo también una profunda preocupación por lo nacional.

Reconoce en toda sociedad la existencia de una élite cuya función pensante es la de vigilia, es decir advertir y denunciar los problemas que afectan a la comunidad. Considera que el pueblo es el depositario de la tradición, que habla y vive el pasado; de ahí su importancia y la necesidad de que sus conductores lo tengan en cuenta.

Se preocupa especialmente por las cuestiones sociales. Advierte algunas situaciones de opresión que se dan en el país, a las cuales investiga y sugiere formas de superación.

Su análisis es fundamentalmente de carácter “histórico- político”, con la idea de promover  la consumación un proceso felizmente ya iniciado, pero inacabado. Carreras sugiere que las ideas de Canal Feijóo formuladas en su obra “De la estructura mediterránea argentina”, se emparentarían con las sostenidas en la década del 60, por los autores de la conocida “Teoría de la dependencia”. En ese trabajo, Canal Feijóo analiza la destrucción del interior argentino a través de una pedagogía de dominación. Esta tesis sugerente y digna de ser tenida en cuenta por quienes se preocupan por la mejora provincial, merece que sea profundizada.

Se interesó, como era de prever, por el hombre santiagueño. Algunos metropolitanos buscan  divertirse  a costa de los provincianos. De ahí sus bromas tratándolos con cierta superioridad de “cabecitas negras”. Es conocido que en algunos segmentos de las clases altas y medias porteñas, se ha descalificado  al poblador del interior, considerándolo como inepto, perezoso e incapaz de progresar y elevarse intelectualmente. Por eso la preocupación de nuestro autor por analizar estas cuestiones, para poner en claro la verdad del hombre del interior y, en particular, del santiagueño.

También defendió con inteligencia otras cuestiones relacionadas con su patria chica. Canal Feijóo nunca se olvidó ni se avergonzó de su santiagüeñidad, no obstante haber llegado a ser presidente de la Academia Argentina de Letras, quizá, por el contrario, se sintió más santiagueño aún.

Leoni Pinto considera que el sistema interpretativo creado por Ricardo Rojas y Canal Feijóo “se fundó en la erudición e intuición, en la idoneidad técnica y en la responsabilidad moral del historiador, ante el documento y la sociedad respectivamente”[26].

Por su parte, Octavio Corvalán sostiene que, “lo esencial en los postulados de Canal Feijóo es que en su caso el observador, el pensador, el indagador de los fenómenos históricos se situó en el centro mismo de la tierra cuyo destino trataba de descubrir. Su actitud “mediterránea” es la que le permite otear el pasado, el presente y hasta el porvenir de todo el país con los ojos más abiertos que los del “puerto” cuya visión ha estado entorpecida por el tradicional espejismo de Europa”[27].

Corvalán concluye afirmando que el método, la filosofía y hasta el estilo de Canal Feijóo fueron recibidos como si provinieran de una voz lejana, quizás por no aceptar los caminos especulativos de sus contemporáneos capitalinos[28]. Y agrega “Su prédica fue siempre la de no perder de vista la tierra, de no elevarse en abstracciones hasta el punto que las ideas ya no coincidan con la realidad”[29].

Añade luego, “La soledad del pensador argentino lo aquejó como a los autores que él mismo estudió y persiste en su discurso que cada vez cala más hondo en nuestra historia, en nuestra sociedad, en nuestra literatura y hasta en nuestros mitos”.

En conclusión, cuando se analiza la vasta obra de este ilustre santiagueño, no puede menos que reconocerse su enorme mérito intelectual, su capacidad de trabajo y su entrega apasionada por su terruño, que lo hace acreedor del reconocimiento de sus coterráneos. El ilustre abogado y escritor Horacio Rava  lo calificó de “el rebelde de la lírica” por su actitud renovadora del verso y la composición. Por mi parte, lo considero el abogado búho que otea permanentemente la realidad para conocerla y juzgarla. Canal Feijóo fue, como se dijo, un hombre múltiple: un literato, un poeta, un filósofo y, sin duda, otras cosas más, pero sobre todo fue a mi criterio un verdadero jusfilósofo, cosa nada extraña en un abogado eximio, puesto que la justicia, esencia del derecho, a la que supo perseguirla con tesón y de diferentes modos y aspectos, no es sino pura filosofía de la mayor calidad.

                                                       Julio César Castiglione

 

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