GACETILLA

acyase

acyase

HNO. HERMAS DE BRUIJN - SITIAL DE RICARDO AZNAREZ

“Hermano Hermas de Bruijn”

  Académico de número Ricardo Aznárez

   Hermas de Bruijn nace el 8 de marzo de 1904 en Bélgica, hijo de Julia Colaes (belga) y Piter Bruijn (holandés), en un hogar de panaderos.

A los 16 años en 1920 ingresa al noviciado de la Congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia.

   Al finalizar el noviciado en 1922 hace sus primeros votos e inicia su formación docente.

  A los 22 años, después de completar su formación humana y religiosa, hace sus votos perpetuos y se consagra definitivamente al Señor en la Congregación de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia que había sido fundada por Monseñor Víctor Scheppers en 1839. La orden compuesta solo por hermanos no sacerdotes era una orden con el fin y objetivo de la docencia. Posteriormente y como consecuencia de la disminución de las vocaciones sacerdotales la orden permitió, a los hermanos que se sintieran llamados, profesar el sacerdocio.

   Hasta sus 42 años dedica su vida a la docencia en los colegios de la congregación y en 1946 es destinado a América latina y pasa 8 meses en Italia para adaptarse al espíritu latino.

   El 15 de julio  de 1947 llega a Santiago del Estero y allí desarrollará su apostolado en la educación y la fe hasta el fin de sus días.

   El 29 de abril de 1951 es ordenado sacerdote en la Catedral Basílica de Santiago del Estero ante la necesidad de sacerdotes en la diócesis.

   Fallece el jueves santo del año 1997 en la casa de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia de Santiago del Estero a los 93 años de edad.

   Hasta aquí los fríos datos biográficos del Hermano. Hermas que nos son necesarios para aproximarnos al conocimiento de su figura.

   Muy pocas personas en la historia de Santiago del Estero pueden compararse al Hermano Hermas si analizamos su capacidad intelectual, su erudición y su vocación docente.

   Si tomamos su capacidad intelectual en consideración, era un hombre de una memoria prodigiosa, capaz  de realizar complicadas operaciones matemáticas de varios dígitos  mentalmente (1). Era capaz de tararear una melodía mientras leía su música, fuera un clásico o una chacarera (1) (2).

   Cuando se tiene una capacidad como la suya, lo deseable es que exista la voluntad de colmarla, de cultivarla para que fructifique en genialidad. Además de la voluntad del estudio, debe existir la posibilidad de hacerlo, y con el Hermano Hermas Dios fue generoso, le permitió una esmerada educación en las mejores escuelas de Bélgica y en una región donde convivieron el Catolicismo y el espíritu de la Reforma (1) lo que dio como resultado una mente abierta y comprensiva y una  deslumbrante erudición.

Es muy difícil, que en una sola persona se amalgame tan vastos conocimientos sobre ciencias, humanismo y arte.

    Otra virtud en la personalidad del Hermano Hermas fue el objetivo se su formación intelectual. Cuando una persona se descubre poseedora de una alta capacidad intelectual  nace usualmente su voluntad de cultivarla con la educación en el sentido habitual y  contemporáneo de querer ser el mejor.

   En el caso particular del Hermano Hermas, el modo en el que fructifica tamaño intelecto, no ocurre como necesidad de saber y de conquistar el conocimiento para si mismo, para la propia autoestima, hasta para el genuino deseo cristiano de explorar, conocer, entender y dominar el mundo como obra de Dios, sino que el Hermano  Hermas adquiere su erudición solo con el humilde fin de trasmitirlo, de enseñar, y aquí es donde comenzamos a dimensionar su personalidad, su vida y su obra.    

   A decir de los que lo conocieron bien (1), si no hubiera sido religioso hubiera con facilidad descollado en cualquier profesión universitaria y su fama hubiera transpuesto las fronteras de su Bélgica natal. Pudiera haber sido, “sin grandes esfuerzos, un sobresaliente científico,  un gran investigador o un ejemplar  académico o las tres cosas a la vez” (1),  pero prefirió ser un oscuro profesor en un colegio de Santiago del Estero donde sus alumnos de más de 50 años de docencia quizás no llegaron a mensurar los quilates de quién tenían al frente. Esa fue su elección, su objetivo, a esa misión consagró esa joya de intelecto.

   Políglota maravilloso hablaba 7 idiomas el flamenco y el holandés (1)  desde la cuna, luego por vecindad el alemán y el francés (2), luego el inglés, y luego el italiano y el español cuando se le encomendó venir a América latina. Finalmente dominaba el latín y griego como parte de su formación religiosa,

   Su erudición era muy amplia. En el colegio San José, podía cubrir la ausencia de cualquier profesor con excepción de historia argentina y educación democrática, dominaba la matemática, la física, la astronomía, la química, la ética y la filosofía, las artes y los idiomas. (3)

      Con respecto a las  artes. Tenía profundos conocimientos musicales que le permitían cuando estaba enfermo en cama combatir el aburrimiento recordando por sus notas casi todas las melodías que había disfrutado durante su vida (1).

   Formó  enseñó y dirigió un coro de canto gregoriano para el antiguo culto  en latín, dando precisos consejos técnicos a sus alumnos de canto. (2)

   Amaba cantar y silbar con felicidad y enseñar a cantar.

   Dibujaba con destreza y en sus vacaciones realizaba trabajos de grabado en madera y otras labores manuales que obsequiaba a sus amigos (4). Su letra era de una caligrafía elegante y distinguida.

      Si bien no daba clases sobre gramática castellana por no ser su idioma nativo, el manejo de su idioma salvo un ligero acento centroeuropeo su dicción y construcción era muy buena. Conocía y disfrutaba de la literatura universal y una de sus preocupaciones era enseñar a leer bien, sostenía que había que enseñar a leer en voz alta  y que en Argentina eso no se enseñaba bien y tenía un preciso conocimiento en técnicas literarias permitiendo trasmitir estas enseñanzas a quienes tenían vocación de escritores (1)(2). Durante los almuerzos en el comedor de los internos del Colegio San José leía e interpretaba (actuaba) a los personajes que leía de los textos clásicos y se turnaba en esa tarea con sus estudiantes mas afines a las letras (2). Esto es parte de una antigua práctica conventual de leer textos bíblicos durante las comidas. El Hermano Hermas no podía perder un minuto sin enseñar.

“-Soy maestro”-, se auto definió a poco de llegar a Santiago en 1947 en un encuentro de la Acción Católica en el Campo Contreras (4), no dijo  trabajo de maestro o tengo esa profesión. Dijo soy porque esa condición estaba inserta en su alma, era la elección de su vida, dar desde su intelecto por la gracia de Dios.

 

     “Amaba enseñando a toda hora. Siempre. Las inflexiones, su fantasía,  la plasticidad de figuras inolvidables, las anécdotas e historias, su entusiasmo ante la pequeñez y su estado de alerta vibrando ante lo bello y lo bueno, hicieron alumnos donde fuese.”(4).

    Estaba siempre listo para enseñar, se paseaba por el colegio con guardapolvos marrón claro o gris, y siempre llevaba en su bolsillo izquierdo borrador de pizarrón y en el derecho tizas blancas y de colores. (3)

   Algunos profesores le admiraban su capacidad docente y lo observaban para tratar de aprender de él. (3)

   Era dueño de un fino humor, cuentan que  en una reunión del Movimiento Familiar Cristiano el Prof. Rolando Giménez Mosca que además era colega y amigo del Hermano Hermas dijo para halagarlo que desde que era su confesor  y guía espiritual él había  mejorado mucho, a lo que el Hermano Hermas respondió:

-“En cambio  yo, ¡como me he venido abajo!”.(3)

   Su apertura intelectual nacida como él en Amberes de convivir en un ambiente cultural protestante, anticatólico  y socialista y su experiencia durante el nazismo  le permitió el pluralismo con el que brilló en su vida religiosa y sacerdotal. Pudo interpretar problemas como el divorcio y la tolerancia religiosa hacia otros credos como los protestantes, mucho antes del Concilio Vaticano II y  fue un confesor y un director espiritual respetuoso y equilibrado. Trabajó muchos años como asesor en el Movimiento Familiar Cristiano.

   Esta condición intelectual le permitía reflexionar que el mayor mérito en la religión  es el amor y no el sufrimiento, como tanto se ha enseñado. “Un sufrimiento sin amor no tiene ningún mérito sobrenatural, enseñaba” (1).

   Consolaba a los padres que habían tenido un aborto espontaneo diciéndoles que su hijo no había ido al “Limbo”, sin contradecir  la doctrina para no desconocer, en aquel momento, un lugar que su inteligencia negaba.

   Como asesor espiritual sabía dirigir sin dirigir  y obligaba al consultante a resolver la cuestión. Era capaz de apaciguar los temores de los escrupulosos y de controlar los excesos de los laxos. (1).

   Una de las obras importantes de su vida docente fue su crucial participación en el nacimiento de la Universidad Católica de Santiago del Estero. En un momento en que la jerarquía de la Iglesia había definido un modelo donde las Universidades Católicas debían centralizase en o como UCA (Universidad Católica Argentina) o como filiales de la misma, él supo entender el deseo y la necesidad de una universidad católica para Santiago del Estero y entender el espíritu de los laicos que impulsaban la iniciativa y aunque el superior era el Hermano Alfonso (su nombre de la orden) u Octavio Coek, el Hermano Hermas, amigo y compatriota debe haber influido a la hora de tomar la decisión de respaldar la iniciativa universitaria aunque no tuvieran tiempo para consultar la decisión a Bélgica y excediendo la finalidad de la orden  (enseñanza primaria y secundaria pero no superior). Gracias a eso nació la UCSE y al Hermano Hermas le cupo muchas funciones en la misma desde docente  hasta  rector.

   En sus últimos años se fundó en la UCSE el Colegio Secundario que lleva su nombre en su honor; él con su humildad de siempre decía que habían usado su nombre sin su autorización.

   Su humildad era un ejemplo para los que conocían su capacidad y su sabiduría. Tenía desapego por  las cosas administrativas y nunca se le vio ni una moneda  en los bolsillos. Ese hombre sabio parecía solo necesitar entre las cosas mundanas su boina, su pipa y a veces una pinta de cerveza.

   Ya anciano la orden le ofreció volver a su patria y él eligió quedarse entre nosotros.

   Durante varios años escribió en el Diario “El Liberal”  comentarios resumidos de los evangelios de cada domingo. Su lenguaje fu claro, llano fácil de comprender y regado de localismo santiagueño para hacer más fácil y entretenida su compresión.

 “Cuando leo en el evangelio de hoy “algarroba”-otras versiones hablan de bellotas, traducir es siempre traicionar un poco- se me hace agua la boca acriollada. ¡Algarroba! Mis glándulas salivares me pintan el sabor dulzón, patalco, de las vainas amarillas con los porotos blanquecinos, que el tronco retorcido del árbol añejo sembraba, profuso, en el ángulo del viejo patio.”(5)

 Así escribía el Hermano Hermas.

   Deseo finalmente contar unas pocas historias  personales con el Hermano Hermas.

   Mis padres  eran ambos farmacéuticos, y también docentes  del Colegio San José en una época en que al no haber demasiados profesorados, las clases en los colegios secundarios eran dadas por profesionales de las especialidades afines a las materias. Dictaban clases de biología, física y química. Se habían casado en 1948 y pronto se hicieron muy amigos del Hermano Hermas. Mi padre había pertenecido a la Acción Católica y era de la primera generación de católicos con formación universitaria en Santiago y eso quizás lo acercó al Hermano Hermas.     Posiblemente como les costó muchos años de tratamientos de esterilidad para que naciéramos mis hermanos y yo, tuvieron mucho tiempo libre para cultivar esa amistad y buscar además su consuelo, por el dolor que esta falta de hijos les causaba. Por ello el Hermano Hermas los hizo partícipes de dos viejas tradiciones católicas europeas que en Santiago no se practicaban. La primera de ellas fue, que les pidió a mis padres que fueran sus padrinos de ordenación sacerdotal, lo cual los hizo muy felices. La segunda de esas tradiciones fue que cuando yo nací luego de muchos tratamientos en 1955, el les contó que en Europa se acostumbraba realizar la ceremonia de presentación del niño al templo (como se hizo con Jesús), que consistía en que la primera salida de un niño de su casa era ir a la Iglesia para recibir la bendición del Señor. (por supuesto previo al bautismo), y así lo hicieron mis padres conmigo, me llevaron a la vieja capilla del Colegio San José donde el Hermano Hermas me dio la bendición.

   Yo no he sido su alumno, era un hijo de sus amigos por lo que he estado más cerca de su rol de sacerdote. En muchas oportunidades mis padres lo invitaban a viajar a Las Termas o simplemente a dar vueltas en auto por Santiago y siempre me trataba con mucha ternura y cariño, me alzaba y cantaba, o me hacía jugar con el humo de su pipa. Para esas grandes ocasiones  en que viajábamos, solía traer un pipa curva y larga a la que le decía “su cachimba”. Recuerdo especialmente uno de esos viajes en compañía y para hacer pasear al Hermano Santiago de Winter que era el General de la Orden, cuando estuvo de visita en Santiago y fuimos a visitar las obras del Dique frontal en Las Termas, al poco tiempo de su inicio.

   Luego fui alumno del Jardín de Infantes del Colegio San José, de la Sra. “Tini” Mira de la Torre de Arnedo, y como el jardín funcionaba pegado o dentro de la casa de los Hermanos, habitualmente pasábamos muchas horas en el patio interno cubierto de parrales, donde había una gruta de Nuestra Señora de la Misericordia y muchas jaulas de pájaros; una de ellas enorme donde el Hermano Hermas entraba y hablaba en flamenco y su loro “Coquito” repetía (yo creía que hablaban entre ellos). Allí vi en una mañana de verano cuando él, cometiendo un exceso de docencia, le intentaba enseñar a silbar la marcha de “Puente sobre el Río Kwai”.

   Espero que la academia y yo podamos merecer el honor  de esta nominación.

 Bibliografía:

1-    Castiglione, J, C; “Una vida ejemplar. Hermano Hermas” .Ediciones Universidad Católica de Santiago del Estero. Editorial El Liberal. Santiago del Estero.1997.

2-    Fiorentino, D, C;  “Una vida ejemplar. Hermano Hermas” .Ediciones Universidad Católica de Santiago del Estero. Editorial El Liberal. Santiago del Estero.1997.

3-    Jiménez Mosca, R; “Una vida ejemplar. Hermano Hermas” .Ediciones Universidad Católica de Santiago del Estero. Editorial El Liberal. Santiago del Estero.1997.

4-    Maidana, E, J, “Una vida ejemplar. Hermano Hermas” .Ediciones Universidad Católica de Santiago del Estero. Editorial El Liberal. Santiago del Estero.1997.

5-    Bruijn, H de; “Los Algarrobos de los cerdos”. Diario El Liberal.09/03/1986. Citado en “Una vida ejemplar. Hermano Hermas” .Ediciones Universidad Católica de Santiago del Estero. Editorial El Liberal. Santiago del Estero.1997.

GASPAR XUÁREZ - SITIAL DE ANA MARIA GIMÉNEZ

Don Gaspar XuArez

 Dra. Ing. Ftal. Ana María Giménez

 Cuando se nos encomienda optar por una personalidad santiagueña para ser patrono académico de nuestro sitial en la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero, son dos las opciones que se presentan: seleccionar una descollante personalidad en el área del saber que uno entiende, o pensar en el primero, el que inició un camino.

Yo elegí la segunda alternativa, y en él represento a todos los que forjaron y escribieron la historia natural de Santiago del Estero y del país.

Por ello Gaspar Xuáres. Esta es su biografía y su legado.…..

Si se tiene presente que la época colonial, y aun la que inmediatamente siguió a la Independencia, fue exigua en hombres científicos y en literatos de nota, oriundos del país, y se recuerda que Alonso Frías y Gaspar Xuárez eran santiagueños, llegaron a conquistarse justa y merecida fama de hombres de ciencia. Fue la provincia de Santiago del Estero una de las regiones argentinas que ha dado a la historia científica nacional mayor y más lucido contingente de varones insignes por su talento y erudición, por sus escritos científicos y por su sabia labor[1].

La presencia de los jesuitas durante el siglo XVIII en el territorio nacional, significó entre otras cosas el conocimiento de las ciencias naturales en la región del Plata que progresaron gracias a naturalistas pertenecientes a la Compañía de Jesús.

Numerosos jesuitas se dedicaron al estudio y la enseñanza de las ciencias naturales. Esos conocimientos formaban parte de los estudios de Artes "como medio importantísimo para bien espiritual y eterno de españoles e indios...". Entre los jesuitas notables de Argentina y regiones vecinas de América del Sur, que pueden mencionarse por sus trabajos intelectuales se destacan: los padres Lozano, Guevara, Sánchez Labrador, Llano Zapata, Falkner, Xuárez, Morales Godoy, Torres, Molina y muchos otros.[2] (

 Gaspar Xuárez(1731-1804) naturalista y botánico, nació en la provincia de Santiago de Estero (Argentina) el 11 de junio de 17313. Fueron sus progenitores Don Gaspar Xuárez Babiano y Doña María Narcisa Díaz Caballero. “Los Juárez Babiano de Santiago, familia hoy extinguida, eran numerosos a comienzos del siglo XVIII”, escribe el Sr. Ricardo Rojas4.

La familia Xuárez no era desconocida a los jesuitas; aun mucho antes de entrar Gaspar en la Compañía de Jesús y así se encuentran ciertas noticias sobre las relaciones que ya en 1736 tenía el progenitor del futuro jesuita con el colegio Tarija, según documentos que aun se conservan[3].

Estudió en el Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat, e ingresa a la Compañía de Jesús el 1 de septiembre en 1748, donde cursa filosofía y teología en la Universidad de Córdoba. Enseñó filosofía y teología en Córdoba del Tucumán. Según estos datos debió de ordenarse de sacerdote en 1761.

La principal ocupación de Juárez, mientras estuvo en tierra argentina, no fue tanto la de misionero, cuanto la de profesor. Enseñó humanidades, filosofía y teología moral en las aulas de Córdoba, y cuando en 1767 sobrevino la expulsión, ocupaba la cátedra de Derecho[4]. Esta ciencia de las leyes “por ser sumamente necesaria y útil, ha sido siempre mi estudio continuo y particular no solamente de Jesuita, sino también después de la Extinción”, escribía el mismo Juárez en 1789[5].

 Fue maestro de Gregorio Funes, el futuro Deán, confesor de su madre doña Josefa Bustos y amigo íntimo de don Ambrosio Funes, hermano de Gregorio, y, como él, hombre culto y erudito. Vinculado con tales amigos y atareado en la enseñanza, ocupábase con celo y abnegación, como sacerdote y profesor, cuando fue súbitamente sorprendido y aprisionado en julio de 1767, con los demás moradores de la Universidad, colegio Máximo y convictorio que en Córdoba tenían los Jesuitas.

El P. Xuárez mantuvo una extensa y profunda amistad con la familia Funes durante toda su vida. La relación epistolar con ellos fue intensa, y esas cartas permitieron conocer muchos detalles de la vida del P. Xuárez y del devenir histórico. Así opinaba de don Ambrosio Funes: “fue él uno de los hombres más conspicuos con que contó la ciudad de Córdoba en la época de nuestra emancipación política, como lo patentiza el hecho de haber sido Gobernador de aquella provincia en 1816 y 1817. Su mayor anhelo fue siempre el de ver restaurada la Compañía de Jesús e ingresar él mismo en ella”.[6]

 Años después escribió el mismo Xuárez sobre el destierro, y en ella recuerda con profundo dolor aquellos días de amargura y pesar. “Lo que nos causó mayor pena fue el vernos forzados a dejarlos (a los indios) sin decirles un adiós; no solamente a nuestros padres naturales, hermanos, hijos en Cristo, que los habíamos reengendrado por el Evangelio, como el Apóstol San Pablo. Esto fue lo que entonces, y aun ahora, nos causa mayor pesar, tristeza, angustia de corazón, y lágrimas de nuestros ojos” 7.

 Su vida en Europa

 En julio de 1767, la Orden fue expulsada de América por el rey de España Carlos III. A principios del año de 1768 llegaron los expulsos a las hospitalarias playas de Italia, y Xuárez, que contaba con 36 años, junto con los demás miembros de la Provincia del Paraguay, se radicó en la ciudad de Faenza, donde permaneció hasta 1773, año en que se extinguió la Compañía de Jesús.

En su correspondencia con los Funes aparece cuánto sintió el haber tenido que dejar el patrio suelo y el no poder volver al mismo. Ni el trascurso de los años, ni la amistad de los literatos italianos de la época, ni el éxito que llegó a obtener con sus escritos entibiaron en él el sagrado fuego del amor y cariño a la tierra de su nacimiento.

Posteriormente se estableció en Roma. El preclaro historiador italiano Felipe Gilii (1721-1789) y un sacerdote romano por nombre César Majoli, instaron a Xuárez para que formara en Roma un jardín de plantas exóticas (indígenas de América). Así lo hizo nuestro jesuita santiagueño. Al pie del monte Gianicolo cercó un área de terreno, y en 1789 inauguró lo que poco después era conocido en toda Roma con el nombre de “Orto Yndico”. Giovanni Bufallini, ecónomo de la Fábrica de San Pedro, ofreció, poco después un terreno más amplio y mejor situado a la falda del collado y a este nuevo local trasladó Xuárez su jardín, que fue conocido desde entonces con el título de “Orto Vaticano Yndico”, destinado a cultivar plantas exóticas, como se llamaba a las indígenas de América.

Las observaciones que hizo Xuárez en este singular jardín dieron materia a él y a su amigo Gilii, para componer y publicar desde 1790 a 1793 los tomos de estudios fitológicos en los que describieron las propiedades de algunas de las plantas que con tanto afán cultivaban.

Escribe en 1782 acerca del proyecto comunicado por don Ambrosio Funes, de fundar una academia funesiana, que, sabiamente aconseja llamar más bien Academia nacional de ciencias, de bellas artes, de historia, etc. y recomienda que en ella se discutan cuestiones como esta: “¿qué cosa es el hombre americano y sus derechos”[7].

Fue confesor y director espiritual de muchos jesuitas que vivían en Roma. Gracias a la amistad con el deán Ambrosio Funes y su hermano Gregorio, sus discípulos en Córdoba, pudo ayudar a sobrevivir a sus compañeros desterrados. Quiso volver a América en 1798, como misionero, pero no pudo hacerlo. El Papa Pio VII, lo nombra revisor de las causas de beatificación.

Su correspondencia y sus múltiples escritos demuestran que, aunque lejos del solar patrio, escaso de medios y rodeado de privaciones, trabajó sin cesar para dar a conocer y enaltecer el nombre de su americana tierra.

Su obra escrita

1- Botánico

Gaspar Xuárez desarrolló sus investigaciones en Italia y recibió influencia de botánicos europeos entre los que se pueden mencionar Cavanilles (botánico español, uno de los primeros científicos españoles en utilizar los nuevos procedimientos taxonómicos de Carlos Linneo y una de la figuras más importantes de la ciencia ilustrada en España). Es el principal precursor nacional de las teorías modernas sobre el ordenado aprovechamiento de los recursos naturales y el desarrollo sostenible. También tuvieron ascendiente en su formación botánica Ruiz, Pavón y A. L. de Jussieu.

De estos eruditos adoptó sus métodos. No sólo describió las propiedades medicinales de las plantas o sus aplicaciones, como lo hacía la escuela jesuita, sino que realizó sus descripciones y precisó los nombres científicos de las mismas.

Su obra botánica más importante la constituyen los tres fascículos de Osservazioni Fitologiche de algunas plantas exóticas introducidas en Roma, publicadas en colaboración con Filippo L. Gilii en Roma en los años 1789, 1790 y 1792.

En ellos desarrollan temas como el valor de las plantas cultivadas, considerando la sexualidad y forma de reproducción, anatomía y analogía entre animales y vegetales. La mayoría de las plantas descriptas son sudamericanas y habían sido cultivadas por los aborígenes antes del descubrimiento de América.

La particularidad más notable de la obra es que aplica la nomenclatura linneana[8]. La Taxonomía de Linneo clasifica a los seres vivos en diferentes niveles jerárquicos, comenzando originalmente por el de Reino.

El primer fascículo consta de 64 páginas y diez láminas. Inicia el primer capítulo con Disertación previa sobre las plantas en general, donde se comenta sobre la diversidad de especies vegetales en el planeta. A continuación inicia la descripción de diez especies, tratando aspectos morfológicos, taxonómicos, de cultivo y usos. Una vez finalizadas las descripciones están las fitografías. Las observaciones se realizaron en el Huerto Vaticano Indico. Los autores manifiestan la curiosidad de saber cómo se comportan las simientes americanas  en el cielo romano (Xuárez, 1789).

El texto tiene la aprobación de S. Onofrio, Maestro del Sagrado Palacio Apostólico, que manifiesta que los contenidos del libro no se oponen en nada al catolicismo y a las buenas costumbres por lo que autoriza su publicación.

El segundo fascículo (1790) contiene Disertación sobre Anatomía Vegetal indicando el sistema de tejidos vegetales, sus características histológicas y su fisiología (70 pág. y 10 láminas).

Tercer fascículo (1792) se titula: Disertación sobre Analogías entre animales y vegetales. Consta de una parte general y la descripción de 10 especies y 100 pág.

A continuación de cada capítulo introductorio describe sucesivamente diez especies siguiendo el método: nombre latino, nombre vulgar italiano, siglas, sinónimos, nombre vernáculo y bibliografía, clase linneana, descripción latina, meses que florece en Roma, origen geográfico de la especie, método de cultivo, aplicaciones y usos, iconografía. Los tres fascículos cuentan con dibujos de las especies descriptas realizados por Cesar Majoli. Entre las plantas descriptas están: papaya, banano, remolacha, camote, maní, papa, tomate, etc.

En carta del 7 de Julio del mismo año, escribía Xuárez a Funes: “le mando a Ud. para que vea el primer tomo de plantas forasteras para Roma y Americanas, que con otro compañero que me ha ayudado para pagar la imprenta, que yo no podía imprimirlas solo, di a luz el año pasado y de la misma suerte daré a luz cada año hasta que pueda. Esta obrita y su continuación para mi no es de ocupación ni de gran trabajo, sino solamente de diversión, o una variación de otros estudios más serios, y más proficuos, que tengo entre manos y voy disponiendo para la imprenta, si el cielo prospera mis trabajos[9].

 Por todo el contexto se deduce que Filippo Gilii, que aparece en la portada como autor en unión con Xuárez no tuvo participación en la composición de esta obra, pues abiertamente y en tres ocasiones diversas afirma de Gilii que sólo ad honorem y en agradecimiento a su ayuda pecuniaria se le hace aparecer en la obra como autor.[10]

Llegó a publicar un cuarto libro, por dichos de Xuárez que en 1795 afirma haber publicado cuatro tomos de “Observaciones fitológicas” y en el prólogo a la “Florae Peruvianae...” (Roma, 1797) escribe que el argumento de esta obra es casi el mismo que el que yo junto con mi compañero Felipe Gilii he estado publicando, y continuaré publicando, con el titulo de Osservazioni... etc.,” in lucem publicam emissi et emittere pergam”.

Es curioso que estas publicaciones que en opinión de Xuárez eran las menos valiosas, hayan sido las que contribuyeron a darle renombre y gloria, aun fuera de su patria

Estos escritos de Xuárez granjearon a su autor una justa nombradía como botánico, de suerte que ya en 1794 nuestro santiagueño es incluido por eminencias como Hipólito Ruiz y José Pavón entre los grandes botánicos de aquel tiempo. Ruiz, fue un insigne botánico y explorador español, nombrado en 1777 director de la expedición para el estudio de la Flora del Perú y Chile. Eran botánicos de dicha Comisión Pavón y el francés Dombey. Su obra más relevante Flora Peruanæ et Chilensis Prodromus, sive novorum generum plantarum peruvianorum et chilensis descriptiones et icones por H. Ruiz y J. Pavón. (Madrid, 1794). Gaspar Xuárez escribe el prólogo de tan valiosa obra. Los botánicos Ruiz y Pavón, le dedicaron el género Xuarezia (Escrofulariaceae) y Gilia, (Polemoniacea) dedicado a Filipp Gilii.

Otras publicaciones

 En 1788 escribía a don Ambrosio Funes que “realmente desearía a imitación de otros americanos, que han dado aquí a luz las Historias de sus respectivas Provincias, sacar yo también a luz la Historia de la nuestra o del Virreinato establecido: en tres tomos: 1º que Comprendiesen la Historia Natural; 2º la Civil; 3º la Eclesiástica o Espiritual. La empresa de una Historia semejante es muy ardua no tanto por la falta de materiales cuanto porque no se puede ni la verdad del hecho, ni la justa reflexión con la libertad que se debe, principalmente en los tiempos presentes”.[11]

Escribió una historia eclesiástica y una historia natural del Río de la Plata que se publicaría junto con la historia civil de F. Javier Iturri, actualmente perdida.

En 1798 publicó Juárez una “Vida iconológica de San Francisco Javier”, que fue un tributo de gratitud al santo por haberle salvado la vida en 1781, como nos lo refiere el mismo Juárez en una de sus cartas más sensibles y patéticas”[12].

En ella expone la miseria en que vivían los jesuitas expulsados de América, cuyo único haber se reducía a la corta pensión que les pasaba el Rey, y a los insignificantes estipendios de las misas.

 Escribió Elogia de la señora María Josefa Bustos, americana, Roma 1797. La gratitud de esta noble matrona (madre de los Funes) lo indujo a escribir en pocos días y editar con la cooperación pecuniaria de sus compañeros de destierro, una breve pero bellísima relación biográfica de doña Josefa “para eterna memoria de una mujer tan heroica, y para darla a conocer a la Europa y a la América”[13], según se expresaba el mismo Juárez.

 Tres años más tarde terminó sus días otra mujer singular. Nadie ignora cuál fue la vida y cuáles las virtudes de la venerable María Antonia de la Paz y Figueroa, conocida también con el apelativo de “la beata de los Ejercicios” y aun con el más popular de “madre Antula”. Fue ella la vestal sagrada que cuidó con asiduidad y amor, desde 1767 hasta 1800, que el fuego sagrado del afecto que los argentinos profesaban a los jesuitas, no se extinguiera ni amenguara, antes bien se propagara y aumentara con el uso y práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

 Murió en Roma, en 3 de Enero 1804, a los 74 años de edad, cuando aún no había perdido su empeño por la experimentación y el aprendizaje, en el Gesù, iglesia madre de la Compañía de Jesús.

 Gaspar Xuárez ha trascendido el ámbito nacional y el tiempo.

Como botánico en Argentina, Xuárez es poco conocido ya que ni Hicken, en su historia de la Botánica Argentina (1923) ni Domínguez (1928) en la introducción histórica de su Materia Médica Argentina, dan noticias de este autor[14]. Tampoco lo citan Kurtz (1913); Hauman y Catellanos (1922) y Castellanos, Perez Moreau (1941).

Posiblemente la razón de su olvido es que su obra botánica es rarísima en las bibliotecas argentinas. Analizando los trabajos de P. Furlong[15], el destacado botánico argentino, Ing. Agr. Lorenzo Parodi puede conocer su obra y detalles de su vida. Al crear el "Herbario de la Facultad de Agronomíade la UBA en 1962, tiene el honor de colocar el nombre de Gaspar Xuárez, en homenaje al primer botánico argentino.

También el Jardín botánico de la "Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Católica de Córdoba, universidad jesuita, lleva en su honor el nombre de "Jardín Botánico Gaspar Xuárez”. En el día de su inauguración se hace una importante reseña sobre la relación cronológica e histórica que une el proyecto de la UCC con un línea de trabajo que se remonta al siglo XVII, destacándose así la tradición de la Compañía de Jesús en la búsqueda de una visión interdisciplinaria y complementaria entre todas las ciencias; remarcando que "la diversidad biológica es obra de Dios"; y es teniendo presente este concepto que profesores y ecologistas, comprometidos con la naturaleza y con la docencia, construyen estas nuevas "arcas" en tierra firme rescatando, para las próximas generaciones, el legado inigualable de la flora.

La trayectoria del padre Gaspar Xuárez puede resumirse en pocos pero contundentes párrafos: el autor de nuestra primera Historia Natural, fundador de Orto Vaticano Yndico, editor del Prodromus Florae Chilensis etv Peruvianae, autor de valiosos volúmenes de botánica, amigo y corresponsal de Hipólito Ruiz y José Pavón, historiador, jurisconsulto, teólogo, y sobre todo naturalista de nota y distinción.

 A estos títulos que podrían bastar para inmortalizar el nombre de Xuárez, se debe agregar otros: el de profesor de la Universidad Cordobesa, el de corresponsal de los Funes, y sobre todo el de director espiritual, en América primero y después e Italia, de aquella privilegiada mujer santiagueña que la historia recuerda con el nombre de María Antonia de la Paz y Figueroa.

Si bien elegí el sitial por ser la primera referencia argentina en la Ciencia Botánica, hoy elijo a Gaspar Xuárez por su vida intensa y comprometida con Dios, con su prójimo, con su americanismo, su santiagueñidad, su amistad, su comunicación y su eterna ilusión del hacer.

 
 
 
 
 
 

FRANCISCO DE VICTORIA - SITIAL DE ARIEL ALVAREZ VALDÉS (H)

 Fray Francisco de Victoria

 Por Ariel Álvarez Valdés (h)

 Un santiagueño fugaz

El personaje cuyo sitial lleva el nombre de Fray Francisco de Victoria, no nació ni murió en Santiago del Estero: es más, sólo residió en esta ciudad menos de tres años. Nada de ello le impide, sin embargo, ser considerado entre las figuras preclaras de esta tierra, tanto por su labor pionera en el ámbito de la fe y de la cultura, como por su notable visión y habilidad política y comercial, que pusieron de manifiesto sus dotes de estadista[1]. En los dos ámbitos dejó huellas inscritas en forma indeleble en las páginas de la historia santiagueña.

 El cuarto obispo, que fue el primero

En 1571, llegó a Santiago del Estero una noticia sorprendente: el año anterior el papa Pío V, mediante la Bula Super Specula Militantis Eclesia, había creado la diócesis del Tucumán, cuya sede será nada menos que Santiago del Estero. Este extraordinario acontecimiento, de gran significado para los piadosos habitantes de entonces, fue celebrado con la fiesta más grande de las pocas registradas en los escasos dieciocho años de su existencia[2]. Y no era para menos: Santiago se transformaba en una ciudad importante... al menos en lo espiritual.

Sin embargo, el primer obispo tardaba en llegar. Uno de los propuestos murió en España antes de embarcarse para América; otro falleció poco después de arribar a Lima; y un tercero declinó el honor. Por fin, cuando la diócesis ya llevaba doce años de espera, arribó su titular: el dominico Francisco de Victoria.

ray Francisco había nacido en Portugal en 1540, de familia española, y muy joven se radicó en el Perú en busca de fortuna. En Lima, luego de múltiples fracasos comerciales, creyó descubrir su vocación religiosa y fue ordenado sacerdote en la Orden dominica. Estando más tarde en Europa como Procurador General de su Provincia ante la Santa Sede y ante el rey de España, lo sorprendió su designación de obispo, dignidad a la que fue consagrado en Sevilla, en noviembre de 1578[3]. Desde allí, mediante un auto, erigió su catedral en Santiago del Estero, a la que un año antes el rey Felipe II le había otorgado el título de ciudad y la había elevado a la categoría de Capital de la Provincia del Tucumán[4].

Cruzó el mar océano una vez más, y en el largo viaje a su sede episcopal, Victoria llegó primero a Lima, en 1580. Desde allí inició otra penosa travesía al sur, a través del Alto Perú. Se detuvo en Potosí para obtener recursos para su diócesis, pues quería llegar a Santiago bien provisto de cosas para las iglesias; participó de la fundación de Salta; y al fin, cinco años después de su consagración, se hizo cargo de la diócesis en 1582. 

 Hambre y miseria

Al llegar a la ciudad, seguramente se dio cuenta por qué uno de los candidatos al obispado no había aceptado su designación, y los otros dos habían preferido morirse antes que hacerse cargo de la diócesis: era un presente griego.

En efecto, el panorama que encontró era desolador: En una relación hecha por Pedro Sotelo Narváez un año después, en 1583 se lee:

 Hay en aquella gobernación al presente cinco ciudades pobladas por españoles llamadas Santiago del Estero, San Miguel del Tucumán, Nuestra Señora de Talvera, Córdoba y otra ciudad de Lerma (Salta) que ha poco se pobló y no se sustenta por no tener fundamento su población. La cabeza destas ciudades y gobernaciones es la ciudad de Santiago del Estero, donde reside siempre el gobernador… Tiene esta ciudad cuarenta y ocho vecinos encomenderos de indios, los cuales se sirven de hasta doce mil indios.

 Por otra parteSalta estaba rodeada de tribus enemigas, y de Talavera el gobernador Barraza decía en 1605: “Esteco está edificada en unos arenales y salitrales malditos. Las casas se caen roídas por el salitre. Tendrá unos cuarenta vecinos”.El resto sólo eran incipientes rancheríos.[5]

La inmensidad de la diócesis, la escasez de  sacerdotes, la falta de recursos y el obstáculo del idioma para comunicarse con las poblaciones indígenas, eran formidables obstáculos con que se iba a encontrar Victoria, los cuales  sin embargo no lo iban a amilanar.

Santiago del Estero había dado vida ya a varias ciudades del Tucumán. Ahora, con Victoria, se iba a poner en marcha su organización religiosa, con la erección de su diócesis, la primera en levantarse dentro de lo que actualmente es la República Argentina, y en ella se iba a establecer su primera catedral que, provisionalmente, fue el templo del convento de La Merced. Aquí se sembró, pues, con Francisco de Victoria, la simiente que formará la personalidad cultural y espiritual de la patria.

 Los enfrentamientos

La acción de Victoria no fue fácil. En su viaje a Santiago se encontró con el gobernador del Tucumán, Francisco de Lerma, en ocasión de la fundación de Salta, encuentro que ya presagiaba el porvenir: “Saludarlo (dice Victoria) y reñir con él fue todo uno”[6].  Los historiadores han señalado a Lerma como uno de los personajes más siniestros de la época colonial, por lo que no es de extrañar que hubiera un conflicto permanente entre estas dos figuras de fuerte carácter, que encarnaban el poder político y el eclesiástico.

El enfrentamiento llegó a su punto máximo cuando Victoria, ante los abusos y libertinajes de Lerma, suspendió los servicios religiosos de toda la diócesis mientras él fuera gobernador. Lerma amenazó entonces con “ahorcarlo de un algarrobo junto con los demás clérigos y frailes”[7]. Victoria aprovechó que debía ir a Lima y salió de la ciudad, con lo que se puso a buen recaudo de las amenazas del gobernador.

El concilio de Lima

            Llegado a Lima, participó en  el tercer Concilio Limense, celebrado entre agosto de 1582 y octubre de 1583, reunido para aplicar en las tierras americanas las disposiciones y decretos del Concilio de Trento. Sus dos principales temas fueron la promoción religiosa y social de los indios y la reforma del clero. El concilio elaboró los instrumentos catequísticos, en castellano, quichua y aymara, que más tarde guiarán la pedagogía evangelizadora para millones de católicos de América del Sur por tres siglos, y redactó normas sobre la formación y conducta de los sacerdotes. En el Concilio, Victoria, que no en vano era Maestro en Teología, supremo grado académico de la Orden dominicana, demostró que estaba perfectamente al tanto del espíritu de Trento, y en varias intervenciones puso en evidencia la energía de su carácter.  

            Durante la asamblea de Lima se puso en contacto con la  Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola en 1534, y trató de conseguir el envío de un grupo de jesuitas a su nueva diócesis. Pensaba que serían los mejores misioneros que podía lograr ya que, pese a su reciente creación, la Orden gozaba de amplio prestigio por la formación intelectual, la disciplina y la ejemplaridad de vida de sus miembros.

Acabado el concilio no se apresuró a regresar inmediatamente a su sede, y prefirió quedarse un tiempo en Lima. Allí, en 1584 decidió redactar su renuncia al obispado, y se la envió al rey de España. En las razones que aducía para ello estaban sus problemas de salud, la enorme extensión de la diócesis, la diversidad de lenguas de sus habitantes y la escasez de los diezmos.

Sin embargo en agosto de 1585 regresó a Santiago para cumplir con sus obligaciones, y si bien la región había progresado económicamente, pues se habían instalado las primeras estancias y molinos de trigo, los hornos de ladrillo, los trapiches y la industria de la miel[8], halló que la situación religiosa seguía tan lamentable como antes. En toda la diócesis sólo había cinco clérigos y algunos religiosos que carecían totalmente de recursos. Con esos frailes poco y nada podía hacer: era necesario contar con nuevos y más capacitados misioneros. Entonces decidió adoptar drásticas soluciones.

 La inculturación del Evangelio

Como los jesuitas solicitados a Lima tardaban en llegar, dispuso enviar una embajada al Brasil para solicitar allí a la Compañía de Jesús un grupo de misioneros. La embajada tuvo total éxito y logró que cinco sacerdotes jesuitas partieran para el Tucumán vía Buenos Aires con un importante cargamento de campanas, hierro, calderas de cobre, peroles para fabricar azúcar y hacienda, pero al llegar el Río de la Plata fueron asaltados por piratas ingleses. Éstos los despojaron de cuanto traían y los tuvieron secuestrados durante casi un mes antes de dejarlos en libertad en la costa bonaerense con sólo lo puesto y luego de someterlos a crueldades y sufrimientos horrendos. Aunque este suceso causó una gran conmoción, trajo sin embargo una consecuencia importante: dejar abierta la posibilidad de una nueva vía de comunicación del Tucumán con el Brasil y España, a través del Atlántico.

La noticia de esta hazaña de Victoria causó asombro en Perú y motivó una serie de críticas para desprestigiar al obispo, puesto que afectaba los intereses comerciales peruanos.

Aunque el obispo del Paraguay, que estaba en Buenos Aires,  intentó desviar el destino de dos de los misioneros a su diócesis, el Gobernador de Buenos Aires los envió a todos con escolta militar hasta Córdoba, donde fueron recibidos a principios de 1587 con júbilo explicable por el Obispo Victoria. A éste lo acompañaban otros dos jesuitas de aquellos solicitados en el Perú durante el concilio limeño y que al fin, en noviembre de 1585, habían llega a su diócesis.

Estos religiosos habían logrado aprender las lenguas nativas, ya que sin su dominio era imposible lograr la evangelización de los naturales de la región, y con este bagaje acababan de realizar con el obispo un largo viaje, iniciado en Córdoba, que abarcó la zona de los ríos Dulce y Salado, los Altos de Aguirre y Sumampa, para terminar nuevamente en Córdoba, a la que arribaron a tiempo para recibir a los sacerdotes que venían del Brasil. Esta primera visita pastoral permaneció largo tiempo en la memoria de los jesuitas por sus extraordinarios frutos religiosos. 

Aunque luego dos de los religiosos venidos del Brasil se marcharon para Asunción por un problema de jurisdicción eclesiástica, el resto se aplicó a la acción misionera.

 La primera escuela argentina

Bajo la inspiración de Victoria, estos sacerdotes jesuitas fundaron a poco de su llegada un establecimiento de alfabetización con el nombre de Colegio del Santo Nombre de Jesús para que pudieran “ser criados los mancebos en ciencia, virtud y letras”.  En él se enseñaba, además de la doctrina cristiana, a leer, escribir y contar, es decir, que fue la primera escuela que funcionó en suelo argentino. Con ella se inició el proceso cultural y educativo de la nación, continuado más tarde por la misma Compañía de Jesús con el Colegio Seminario de Ciencias Morales, en el que se dictaban cursos de Gramática y Filosofía –el equivalente en aquellos tiempos a la enseñanza secundaria-  así como Teología, lo que constituye el primer antecedente de la enseñanza superior en nuestro país. La acción pedagógica comenzada por Victoria se prolongaba así a través del tiempo.

 Desarrollismo avant la lettre

Para todas estas actividades religiosas y culturales se necesitaban recursos, y Victoria era un hombre de iniciativas. Su misión al Brasil había demostrado la viabilidad de la ruta del Tucumán al Atlántico a través del Río de la Plata, por lo que tuvo una idea por entonces revolucionaria: decidió desviar el comercio haciéndolo por el sur.

Hasta este momento todo el intercambio mercantil se hacía hacia el norte,  utilizando carretas por un camino que, saliendo de Santiago del Estero, pasaba por Esteco, los valles de Salta y Jujuy, y llegaba a la Quebrada de Humahuaca. Allí, las carretas, que sólo podían andar en terreno llano, se hacían inútiles, por lo que desde este punto la mercadería era llevada a lomo de mulas hasta el Alto Perú.

Victoria, en cambio, pensó en el camino raso que había hasta Buenos Aires y la salida marítima. Cargó, pues, carretas con frutos de la tierra y artesanías de las incipientes manufacturas santiagueñas recibidas como diezmos y emolumentos, y las envió hasta la ciudad de Garay. Allí las mercancías fueron embarcadas en la carabela San Antonio fondeada en el Riachuelo, que hacía las veces de puerto de Buenos Aires, con rumbo a Brasil, el 2 de setiembre de 1587. Era un cargamento de sombreros, frazadas, lienzos, lana, pieles de cabra curtidas, costales y cubrecamas elaborados en los telares criollos, y bolsas de harina producida en Santiago del Estero. Con su venta esperaba obtener los recursos para adquirir ornamentos y vasos sagrados para las iglesias y para el sostenimiento de sus religiosos. De esta manera se inauguraba una nueva vía de comunicación con España (de lo que siempre se enorgulleció el Obispo), más directa de la que hasta ese momento se hacía, navegando por el Atlántico hasta Panamá, y de allí, por el Pacífico, hasta Lima.  Aunque la expedición no tuvo éxito por haber naufragado la nave, este viaje cargado con las primicias de la producción santiagueña demostró la factibilidad de la nueva ruta de comercio. El hecho tuvo tanto significado, que todos los años en la Argentina se conmemora el 2 de septiembre como el Día de la Industria, precisamente para recordar esta empresa visionaria.

            A partir de aquel primer embarque que abrió el puerto de Buenos Aires, el tráfico con el interior se incrementó notablemente y trajo prosperidad para estas apartadas regiones. Años después la iglesia mayor de Córdoba y otros templos podían gozar de las rentas dejadas por los afanes comerciales del prelado. Al respecto, el sucesor de Victoria, el obispo Trejo y Sanabria, decía en 1607 que la catedral de la diócesis todavía se estaba edificando con los recursos que había dejado aquél[9].

 La partida del Obispo         

            Mientras tanto, en 1584 el gobernador Lerma había sido depuesto, debido a sus excesos; luego fue apresado, procesado en Charcas, Santiago del Estero y Madrid, y terminó con sus huesos en una cárcel, donde murió. Su sucesor fue el ilustre Juan Ramírez de Velazco, que se hizo cargo de la gobernación en 1586.

Como era de esperar, se generaron renovados conflictos entre Victoria y el nuevo gobernador, por lo que, desesperanzado aquél de poder seguir desplegando sus energías en nuevos proyectos, decidió abandonar la diócesis.

En 1587, el obispo Victoria viajó al norte con sus haciendas, sacerdotes e indios,  y permaneció en Potosí hasta 1590. Regresó ese año a Santiago, pero permaneció sólo una decena de días, en los que tuvo tiempo para excomulgar a Velazco. Luego partió para Córdoba, donde también tuvo un conflicto con las autoridades civiles. De allí pasó a Buenos Aires, se dirigió al Brasil y más tarde a España por la ruta que él había abierto hacía un lustro, para gestionar que le aceptaran su renuncia presentada en 1584. Nunca lo logró, pues la muerte lo sorprendió mientras residía en el convento dominico de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid, en 1592.

 Los platillos de la balanza

Un hombre de genio tan bravío como el de Victoria le hizo ganar en vida no pocos enemigos, que fueron tejiendo sobre él una leyenda negra, incrementada con el paso del tiempo. Esa leyenda negra fue iniciada por el funesto Lerma, quien aún antes de conocerlo escribió al Rey para desprestigiarlo. El obispo era portugués y de sangre judía, lo que en esa época se consideraban antecedentes suficientes como para que se lo mirara con recelo.

Sin embargo, nunca se dijo nada negativo de su vida personal. Al contrario, el P. Lozano decía de él: “Es persona de mucha honestidad y limpieza y tan casto que hasta hoy no se ha sabido cosa en contra de esto”[10]. Jamás se puso en duda tampoco su sólida fe ni su versación en temas religiosos. Las críticas de los primeros historiadores,[11] así como de algunos autores modernos[12], se centran sobre todo en sus emprendimientos comerciales para acusarlo de codicia. Pero no hay duda que esas empresas tenían como objeto la obtención de fondos para las obras de su diócesis y el sustento de sus sacerdotes, ya que él siempre vivió en la mayor austeridad. La supuesta codicia de Victoria, dice Sierra, “sólo fue vitalidad desbordante de un hombre superior a la aplastante mediocridad del medio en que le cupo actuar”[13].

Otros basan sus imputaciones en la denuncia que le hizo el gobernador Ramírez de Velazco, quien lo acusó de contrabando en sus empresas comerciales. Pero esta acusación es sospechosa y poco objetiva, ya que ambos eran acérrimos enemigos. Quizás no tenía en lo personal auténtica vocación de misionero, pero consiguió para esa tarea a los mejores hombres de la época, y se preocupó no sólo de la vida espiritual sino de la educación de sus fieles. Y con gran visión de futuro intentó el desarrollo económico de Santiago abriendo una nueva ruta para el comercio a través del Atlántico. Si Victoria hubiese sido gobernador en vez de obispo –dice Levillier- habría lanzado a la provincia a las más audaces y fecundas iniciativas comerciales[14].

A pesar de haber tenido una estancia tan breve en Santiago del Estero, y más allá de los defectos que pudieran señalársele, Francisco de Victoria merece ser considerado uno de los que plantaron los fundamentos de la fe, la cultura y el desarrollo de esta región. Por lo tanto, parafraseando al poeta santiagueño, podemos decir también que fue uno de los forjadoes de “los cimientos de la Patria /, que allá por mil quinientos, / comenzó con Santiago a ser Nación”[15].

FERNANDO TREJO Y SANABRIA - SITIAL DE PABLO R. LUCATELLI

Fray Fernando de Trejo y Sanabria. 
Segundo Obispo de Santiago del Estero

 Por Néstor René Ledesma

 Monseñor Fernando de Trejo y Sanabria, segundo Obispo de Santiago del Estero fue designado con el confuso título de Obispo “Del Tucumán”[1]. Los méritos del Obispo Trejo fueron excepcionales. Fue el Obispo de la Educación, la fundó en todos los niveles; convocó  a numerosos sínodos; edificó la nueva catedral; en su labor apostólica, ejerció una gran defensa de los derechos de los indios; pero sobre todas las cosas su gloria radica en su acción en el campo de la educación.

Fernando de Trejo y Sanabria fue el primer Obispo de origen americano en estas regiones del Imperio Español. Nació en territorio paraguayo, en la costa del océano, que actualmente es territorio brasileño.

Hijo del Capitán don Hernando de Trejo y de doña María de Sanabria, heroína de la defensa de los indígenas. Fue famosa por su acción contra los portugueses y los españoles. Actuó heroicamente en defensa de los derechos de los indios, debió cruzar  a pie la selva desde la costa oceánica hasta la capital del Paraguay.

Falleció su esposo, y en segundas nupcias nació Fernando Arias de Saavedra, conocido en la historia como Hernandarias; ilustre gobernador del Paraguay, cuya acción se extendió hasta el Río de la Plata.

Trejo ingresó a la orden franciscana en Lima, en mayo de 1569, a los quince años. Se ordenó sacerdote a los veintidós años.

El Consejo de todas las Indias propuso su nombramiento al Rey Felipe II el 30 de mayo de 1592 como candidato al Obispo Trejo “por sus dotes de letrado y predicador y de muy loable vida y costumbres” para suceder a Monseñor Francisco de Victoria, siendo provincial de la orden en Perú. Además sabía la lengua de los naturales.

El virrey García de Mendoza aprobó la designación, el archivo general de Indias y la audiencia de Charcas la presentaron ante el Vaticano.

 Acción pastoral

 Durante su obispado llamó a tres sínodos, el primero de los cuales durante el primer año, 1599. Los siguientes sínodos los llamó en 1606 y en 1607. El primer sínodo tomó resoluciones fundamentales para la organización de la Iglesia. Adoptó como normas las resoluciones del Sínodo Limense Tercero. Es notable la organización interna en el Concilio donde se reservaron asientos para distintas personalidades señalando los lugares de reuniones, horarios, designación de consultores, y reservando una cátedra para el obispo. Se establecieron cincuenta y cinco constituciones elaboradas por el sínodo. Las resoluciones pueden dividirse en tres consignas:

 a)                 Doctrinas

b)                 Sacramentos

c)                 Diversas materias

 Punto fundamental fue lo referente a las reducciones de indios, para ser adoctrinados con comodidad. Para ello debían reunirse en reducciones, delegando al gobernador vigilar el cumplimiento y además la presencia de un fiscal en cada poblado aborigen, es decir “un indio de buen ejemplo, casado de cuarenta años”, encargado de cuidar el orden en cada una de las comunidades. Debía vigilar el buen trato de los indígenas, para “impedir muchas crueldades que exceden los límites de la justicia humana y la piedad cristiana”.

En cuanto a la enseñanza de la doctrina y práctica de los sacramentos, especialmente bautismos y confesiones. La instrucción debía ser dada en idioma aborigen, para lo cual tradujeron los catecismos redactados en el Sínodo Limense Tercero. El objetivo principal era promover la cristianización y la civilización de los aborígenes.

Su acción en beneficio de los indios fue prioritaria. En esto tuvo un gran apoyo de la Compañía de Jesús, a tal punto que molestó a los españoles. La Compañía debió alejarse de Santiago del Estero, y concentrar su acción en Córdoba.

 Resolver el problema de la escasez de sacerdotes fue una acción prioritaria del Obispo. Había encontrado solamente cuatro en la Diócesis, y en 1610 escribía al monarca: “Tengo hoy cuarenta y seis doctrinantes y curas, habiendo hallado cuando entré en este Obispado, solamente cuatro clérigos que los adoctrinaba”. En esa tarea logró la colaboración de distintas órdenes religiosas: mercedarios, dominicos, franciscanos y jesuitas.

El Obispo Trejo dedicó gran parte de su gobierno a la construcción de la Catedral, para lo cual solicitó apoyo económico a distintas organizaciones, no solicitando tributos sino ayudándolos él mismo con sus rentas. La Catedral de Santiago del Estero ya estaba construida antes de iniciarse la de Córdoba.

 La principal orientación del Obispado de Monseñor Trejo y Sanabria, fue la educación. Al hacerse cargo de sus funciones, el había manifestado que se dedicaría fundamentalmente a organizar la educación en todos sus niveles. Inició su escuela primaria.

Desde el primer Sínodo de 1597, y dando cumplimiento a la Real Cédula de Felipe II de 1592 que mandaba la fundación de seminarios en las Diócesis de las Indias, decidió la erección del primer seminario en Villa Nueva Madrid de las Juntas. La principal dificultad era la obtención de recursos para la manutención, para lo cual solicitó la contribución de los padres de los alumnos. Sin embargo no existe documentación fehaciente sobre si realmente este seminario funcionó.

 En 1609 el Rey dictó una Real Cédula, poniendo el seminario bajo la dirección de la Compañía de Jesús. El Superior Jesuita Padre Diego de Torres, el 11 de noviembre de 1611 levantó Acta ante notario fundando el seminario de Santa Catalina, cuyo nivel docente era universitario y siendo su primer rector el padre Juan Romero.

En la erección de esta obra, el Obispo prometió ceder a la Compañía de Jesús la suma de veinte mil ducados, para que se pudieran construir casa e Iglesia en Santiago y atender el seminario. En el mismo acto hizo donación de todos los bienes que hubiere a su nombre, con el mismo fin.

Este es el punto de partida de lo que en Argentina se ha dado en llamar Enseñanza Superior. Cabe aclarar que los jesuitas debieron salir de Santiago del Estero por su prédica a favor de los aborígenes, lo cual provocó violentas reacciones. Trasladados los jesuitas a Córdoba la erección formal de la Universidad por resolución del Vaticano y del gobierno imperial, se realizó posteriormente en Córdoba. Así es como se erigió el seminario convictorio San Francisco Javier el 26 de julio de 1613 siguiendo el modelo del que se existía en Lima, confiando su dirección a los jesuitas. En 1610 el Padre Diego de Torres, provincial de los jesuitas, había instalado el colegio máximo en Córdoba, pero por falta de recursos y por la oposición contra la orden a favor de los jesuitas, debió ser trasladado provisoriamente a Santiago de Chile.

 A pesar de su múltiple acción, que se extendió al cumplimiento de su acción apostólica, a su acción a favor de los indios, a la acción política a favor del puerto de Buenos Aires, a cumplir las resoluciones de los Sínodos; la gloria mayor del Obispo Trejo es en materia de educación.

Organizó de acuerdo a su deseo original, la educación primaria, la educación secundaria, particularmente los seminarios, y sobre todo su gran iniciativa de elevar la educación hasta los niveles más altos, es decir la fundación de la primera universidad en territorio nacional.

La intensidad de su múltiple actividad para lo cual se trasladaba a los centros de su acción pastoral y civilizadora en su dilatada diócesis, afectaron su salud. Solicitó por carta al Rey Felipe II el 12 de mayo de 1607 “que se le hiciera la gracia de ser trasladado a Perú”, donde encontraría mejor atención, pues sus enfermedades y vejez no permiten otra cosa. Encontrándose de visita pastoral en Córdoba en 1614, se hospeda con los jesuitas; sintiéndose restablecido quiso regresar a su sede en Santiago del Estero y sin escuchar consejos partió. En el camino se agravó y falleció el 21 de diciembre de 1614.

Sus esfuerzos pastorales fueron tan intensos que realmente entregó su vida en el ejercicio de su obra.

La obra múltiple de Fernando de Trejo y Sanabria merece ser reconocida. Su principal gloria es haber promovido la educación en todos los niveles. Y por ello también merece el título de Patrono de la Educación en Argentina.

 [1]Digo que es una designación confusa, porque por tradición milenaria de la Iglesia el título de los obispos fue siempre el nombre de la ciudad sede en la cual actuaba. Esta excepcional designación fue posible, seguramente por la escasez de conocimientos que tenían en Europa tanto las autoridades del Imperio como las de la Santa Sede, sobre estos lugares remotos.

 
Subscribe to this RSS feed

Log in