GACETILLA

Listado de sitiales.

Listado de sitiales. (21)

FRANCISCO DE VICTORIA - SITIAL DE ARIEL ALVAREZ VALDÉS (H)

 Fray Francisco de Victoria

 Por Ariel Álvarez Valdés (h)

 Un santiagueño fugaz

El personaje cuyo sitial lleva el nombre de Fray Francisco de Victoria, no nació ni murió en Santiago del Estero: es más, sólo residió en esta ciudad menos de tres años. Nada de ello le impide, sin embargo, ser considerado entre las figuras preclaras de esta tierra, tanto por su labor pionera en el ámbito de la fe y de la cultura, como por su notable visión y habilidad política y comercial, que pusieron de manifiesto sus dotes de estadista[1]. En los dos ámbitos dejó huellas inscritas en forma indeleble en las páginas de la historia santiagueña.

 El cuarto obispo, que fue el primero

En 1571, llegó a Santiago del Estero una noticia sorprendente: el año anterior el papa Pío V, mediante la Bula Super Specula Militantis Eclesia, había creado la diócesis del Tucumán, cuya sede será nada menos que Santiago del Estero. Este extraordinario acontecimiento, de gran significado para los piadosos habitantes de entonces, fue celebrado con la fiesta más grande de las pocas registradas en los escasos dieciocho años de su existencia[2]. Y no era para menos: Santiago se transformaba en una ciudad importante... al menos en lo espiritual.

Sin embargo, el primer obispo tardaba en llegar. Uno de los propuestos murió en España antes de embarcarse para América; otro falleció poco después de arribar a Lima; y un tercero declinó el honor. Por fin, cuando la diócesis ya llevaba doce años de espera, arribó su titular: el dominico Francisco de Victoria.

ray Francisco había nacido en Portugal en 1540, de familia española, y muy joven se radicó en el Perú en busca de fortuna. En Lima, luego de múltiples fracasos comerciales, creyó descubrir su vocación religiosa y fue ordenado sacerdote en la Orden dominica. Estando más tarde en Europa como Procurador General de su Provincia ante la Santa Sede y ante el rey de España, lo sorprendió su designación de obispo, dignidad a la que fue consagrado en Sevilla, en noviembre de 1578[3]. Desde allí, mediante un auto, erigió su catedral en Santiago del Estero, a la que un año antes el rey Felipe II le había otorgado el título de ciudad y la había elevado a la categoría de Capital de la Provincia del Tucumán[4].

Cruzó el mar océano una vez más, y en el largo viaje a su sede episcopal, Victoria llegó primero a Lima, en 1580. Desde allí inició otra penosa travesía al sur, a través del Alto Perú. Se detuvo en Potosí para obtener recursos para su diócesis, pues quería llegar a Santiago bien provisto de cosas para las iglesias; participó de la fundación de Salta; y al fin, cinco años después de su consagración, se hizo cargo de la diócesis en 1582. 

 Hambre y miseria

Al llegar a la ciudad, seguramente se dio cuenta por qué uno de los candidatos al obispado no había aceptado su designación, y los otros dos habían preferido morirse antes que hacerse cargo de la diócesis: era un presente griego.

En efecto, el panorama que encontró era desolador: En una relación hecha por Pedro Sotelo Narváez un año después, en 1583 se lee:

 Hay en aquella gobernación al presente cinco ciudades pobladas por españoles llamadas Santiago del Estero, San Miguel del Tucumán, Nuestra Señora de Talvera, Córdoba y otra ciudad de Lerma (Salta) que ha poco se pobló y no se sustenta por no tener fundamento su población. La cabeza destas ciudades y gobernaciones es la ciudad de Santiago del Estero, donde reside siempre el gobernador… Tiene esta ciudad cuarenta y ocho vecinos encomenderos de indios, los cuales se sirven de hasta doce mil indios.

 Por otra parteSalta estaba rodeada de tribus enemigas, y de Talavera el gobernador Barraza decía en 1605: “Esteco está edificada en unos arenales y salitrales malditos. Las casas se caen roídas por el salitre. Tendrá unos cuarenta vecinos”.El resto sólo eran incipientes rancheríos.[5]

La inmensidad de la diócesis, la escasez de  sacerdotes, la falta de recursos y el obstáculo del idioma para comunicarse con las poblaciones indígenas, eran formidables obstáculos con que se iba a encontrar Victoria, los cuales  sin embargo no lo iban a amilanar.

Santiago del Estero había dado vida ya a varias ciudades del Tucumán. Ahora, con Victoria, se iba a poner en marcha su organización religiosa, con la erección de su diócesis, la primera en levantarse dentro de lo que actualmente es la República Argentina, y en ella se iba a establecer su primera catedral que, provisionalmente, fue el templo del convento de La Merced. Aquí se sembró, pues, con Francisco de Victoria, la simiente que formará la personalidad cultural y espiritual de la patria.

 Los enfrentamientos

La acción de Victoria no fue fácil. En su viaje a Santiago se encontró con el gobernador del Tucumán, Francisco de Lerma, en ocasión de la fundación de Salta, encuentro que ya presagiaba el porvenir: “Saludarlo (dice Victoria) y reñir con él fue todo uno”[6].  Los historiadores han señalado a Lerma como uno de los personajes más siniestros de la época colonial, por lo que no es de extrañar que hubiera un conflicto permanente entre estas dos figuras de fuerte carácter, que encarnaban el poder político y el eclesiástico.

El enfrentamiento llegó a su punto máximo cuando Victoria, ante los abusos y libertinajes de Lerma, suspendió los servicios religiosos de toda la diócesis mientras él fuera gobernador. Lerma amenazó entonces con “ahorcarlo de un algarrobo junto con los demás clérigos y frailes”[7]. Victoria aprovechó que debía ir a Lima y salió de la ciudad, con lo que se puso a buen recaudo de las amenazas del gobernador.

El concilio de Lima

            Llegado a Lima, participó en  el tercer Concilio Limense, celebrado entre agosto de 1582 y octubre de 1583, reunido para aplicar en las tierras americanas las disposiciones y decretos del Concilio de Trento. Sus dos principales temas fueron la promoción religiosa y social de los indios y la reforma del clero. El concilio elaboró los instrumentos catequísticos, en castellano, quichua y aymara, que más tarde guiarán la pedagogía evangelizadora para millones de católicos de América del Sur por tres siglos, y redactó normas sobre la formación y conducta de los sacerdotes. En el Concilio, Victoria, que no en vano era Maestro en Teología, supremo grado académico de la Orden dominicana, demostró que estaba perfectamente al tanto del espíritu de Trento, y en varias intervenciones puso en evidencia la energía de su carácter.  

            Durante la asamblea de Lima se puso en contacto con la  Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola en 1534, y trató de conseguir el envío de un grupo de jesuitas a su nueva diócesis. Pensaba que serían los mejores misioneros que podía lograr ya que, pese a su reciente creación, la Orden gozaba de amplio prestigio por la formación intelectual, la disciplina y la ejemplaridad de vida de sus miembros.

Acabado el concilio no se apresuró a regresar inmediatamente a su sede, y prefirió quedarse un tiempo en Lima. Allí, en 1584 decidió redactar su renuncia al obispado, y se la envió al rey de España. En las razones que aducía para ello estaban sus problemas de salud, la enorme extensión de la diócesis, la diversidad de lenguas de sus habitantes y la escasez de los diezmos.

Sin embargo en agosto de 1585 regresó a Santiago para cumplir con sus obligaciones, y si bien la región había progresado económicamente, pues se habían instalado las primeras estancias y molinos de trigo, los hornos de ladrillo, los trapiches y la industria de la miel[8], halló que la situación religiosa seguía tan lamentable como antes. En toda la diócesis sólo había cinco clérigos y algunos religiosos que carecían totalmente de recursos. Con esos frailes poco y nada podía hacer: era necesario contar con nuevos y más capacitados misioneros. Entonces decidió adoptar drásticas soluciones.

 La inculturación del Evangelio

Como los jesuitas solicitados a Lima tardaban en llegar, dispuso enviar una embajada al Brasil para solicitar allí a la Compañía de Jesús un grupo de misioneros. La embajada tuvo total éxito y logró que cinco sacerdotes jesuitas partieran para el Tucumán vía Buenos Aires con un importante cargamento de campanas, hierro, calderas de cobre, peroles para fabricar azúcar y hacienda, pero al llegar el Río de la Plata fueron asaltados por piratas ingleses. Éstos los despojaron de cuanto traían y los tuvieron secuestrados durante casi un mes antes de dejarlos en libertad en la costa bonaerense con sólo lo puesto y luego de someterlos a crueldades y sufrimientos horrendos. Aunque este suceso causó una gran conmoción, trajo sin embargo una consecuencia importante: dejar abierta la posibilidad de una nueva vía de comunicación del Tucumán con el Brasil y España, a través del Atlántico.

La noticia de esta hazaña de Victoria causó asombro en Perú y motivó una serie de críticas para desprestigiar al obispo, puesto que afectaba los intereses comerciales peruanos.

Aunque el obispo del Paraguay, que estaba en Buenos Aires,  intentó desviar el destino de dos de los misioneros a su diócesis, el Gobernador de Buenos Aires los envió a todos con escolta militar hasta Córdoba, donde fueron recibidos a principios de 1587 con júbilo explicable por el Obispo Victoria. A éste lo acompañaban otros dos jesuitas de aquellos solicitados en el Perú durante el concilio limeño y que al fin, en noviembre de 1585, habían llega a su diócesis.

Estos religiosos habían logrado aprender las lenguas nativas, ya que sin su dominio era imposible lograr la evangelización de los naturales de la región, y con este bagaje acababan de realizar con el obispo un largo viaje, iniciado en Córdoba, que abarcó la zona de los ríos Dulce y Salado, los Altos de Aguirre y Sumampa, para terminar nuevamente en Córdoba, a la que arribaron a tiempo para recibir a los sacerdotes que venían del Brasil. Esta primera visita pastoral permaneció largo tiempo en la memoria de los jesuitas por sus extraordinarios frutos religiosos. 

Aunque luego dos de los religiosos venidos del Brasil se marcharon para Asunción por un problema de jurisdicción eclesiástica, el resto se aplicó a la acción misionera.

 La primera escuela argentina

Bajo la inspiración de Victoria, estos sacerdotes jesuitas fundaron a poco de su llegada un establecimiento de alfabetización con el nombre de Colegio del Santo Nombre de Jesús para que pudieran “ser criados los mancebos en ciencia, virtud y letras”.  En él se enseñaba, además de la doctrina cristiana, a leer, escribir y contar, es decir, que fue la primera escuela que funcionó en suelo argentino. Con ella se inició el proceso cultural y educativo de la nación, continuado más tarde por la misma Compañía de Jesús con el Colegio Seminario de Ciencias Morales, en el que se dictaban cursos de Gramática y Filosofía –el equivalente en aquellos tiempos a la enseñanza secundaria-  así como Teología, lo que constituye el primer antecedente de la enseñanza superior en nuestro país. La acción pedagógica comenzada por Victoria se prolongaba así a través del tiempo.

 Desarrollismo avant la lettre

Para todas estas actividades religiosas y culturales se necesitaban recursos, y Victoria era un hombre de iniciativas. Su misión al Brasil había demostrado la viabilidad de la ruta del Tucumán al Atlántico a través del Río de la Plata, por lo que tuvo una idea por entonces revolucionaria: decidió desviar el comercio haciéndolo por el sur.

Hasta este momento todo el intercambio mercantil se hacía hacia el norte,  utilizando carretas por un camino que, saliendo de Santiago del Estero, pasaba por Esteco, los valles de Salta y Jujuy, y llegaba a la Quebrada de Humahuaca. Allí, las carretas, que sólo podían andar en terreno llano, se hacían inútiles, por lo que desde este punto la mercadería era llevada a lomo de mulas hasta el Alto Perú.

Victoria, en cambio, pensó en el camino raso que había hasta Buenos Aires y la salida marítima. Cargó, pues, carretas con frutos de la tierra y artesanías de las incipientes manufacturas santiagueñas recibidas como diezmos y emolumentos, y las envió hasta la ciudad de Garay. Allí las mercancías fueron embarcadas en la carabela San Antonio fondeada en el Riachuelo, que hacía las veces de puerto de Buenos Aires, con rumbo a Brasil, el 2 de setiembre de 1587. Era un cargamento de sombreros, frazadas, lienzos, lana, pieles de cabra curtidas, costales y cubrecamas elaborados en los telares criollos, y bolsas de harina producida en Santiago del Estero. Con su venta esperaba obtener los recursos para adquirir ornamentos y vasos sagrados para las iglesias y para el sostenimiento de sus religiosos. De esta manera se inauguraba una nueva vía de comunicación con España (de lo que siempre se enorgulleció el Obispo), más directa de la que hasta ese momento se hacía, navegando por el Atlántico hasta Panamá, y de allí, por el Pacífico, hasta Lima.  Aunque la expedición no tuvo éxito por haber naufragado la nave, este viaje cargado con las primicias de la producción santiagueña demostró la factibilidad de la nueva ruta de comercio. El hecho tuvo tanto significado, que todos los años en la Argentina se conmemora el 2 de septiembre como el Día de la Industria, precisamente para recordar esta empresa visionaria.

            A partir de aquel primer embarque que abrió el puerto de Buenos Aires, el tráfico con el interior se incrementó notablemente y trajo prosperidad para estas apartadas regiones. Años después la iglesia mayor de Córdoba y otros templos podían gozar de las rentas dejadas por los afanes comerciales del prelado. Al respecto, el sucesor de Victoria, el obispo Trejo y Sanabria, decía en 1607 que la catedral de la diócesis todavía se estaba edificando con los recursos que había dejado aquél[9].

 La partida del Obispo         

            Mientras tanto, en 1584 el gobernador Lerma había sido depuesto, debido a sus excesos; luego fue apresado, procesado en Charcas, Santiago del Estero y Madrid, y terminó con sus huesos en una cárcel, donde murió. Su sucesor fue el ilustre Juan Ramírez de Velazco, que se hizo cargo de la gobernación en 1586.

Como era de esperar, se generaron renovados conflictos entre Victoria y el nuevo gobernador, por lo que, desesperanzado aquél de poder seguir desplegando sus energías en nuevos proyectos, decidió abandonar la diócesis.

En 1587, el obispo Victoria viajó al norte con sus haciendas, sacerdotes e indios,  y permaneció en Potosí hasta 1590. Regresó ese año a Santiago, pero permaneció sólo una decena de días, en los que tuvo tiempo para excomulgar a Velazco. Luego partió para Córdoba, donde también tuvo un conflicto con las autoridades civiles. De allí pasó a Buenos Aires, se dirigió al Brasil y más tarde a España por la ruta que él había abierto hacía un lustro, para gestionar que le aceptaran su renuncia presentada en 1584. Nunca lo logró, pues la muerte lo sorprendió mientras residía en el convento dominico de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid, en 1592.

 Los platillos de la balanza

Un hombre de genio tan bravío como el de Victoria le hizo ganar en vida no pocos enemigos, que fueron tejiendo sobre él una leyenda negra, incrementada con el paso del tiempo. Esa leyenda negra fue iniciada por el funesto Lerma, quien aún antes de conocerlo escribió al Rey para desprestigiarlo. El obispo era portugués y de sangre judía, lo que en esa época se consideraban antecedentes suficientes como para que se lo mirara con recelo.

Sin embargo, nunca se dijo nada negativo de su vida personal. Al contrario, el P. Lozano decía de él: “Es persona de mucha honestidad y limpieza y tan casto que hasta hoy no se ha sabido cosa en contra de esto”[10]. Jamás se puso en duda tampoco su sólida fe ni su versación en temas religiosos. Las críticas de los primeros historiadores,[11] así como de algunos autores modernos[12], se centran sobre todo en sus emprendimientos comerciales para acusarlo de codicia. Pero no hay duda que esas empresas tenían como objeto la obtención de fondos para las obras de su diócesis y el sustento de sus sacerdotes, ya que él siempre vivió en la mayor austeridad. La supuesta codicia de Victoria, dice Sierra, “sólo fue vitalidad desbordante de un hombre superior a la aplastante mediocridad del medio en que le cupo actuar”[13].

Otros basan sus imputaciones en la denuncia que le hizo el gobernador Ramírez de Velazco, quien lo acusó de contrabando en sus empresas comerciales. Pero esta acusación es sospechosa y poco objetiva, ya que ambos eran acérrimos enemigos. Quizás no tenía en lo personal auténtica vocación de misionero, pero consiguió para esa tarea a los mejores hombres de la época, y se preocupó no sólo de la vida espiritual sino de la educación de sus fieles. Y con gran visión de futuro intentó el desarrollo económico de Santiago abriendo una nueva ruta para el comercio a través del Atlántico. Si Victoria hubiese sido gobernador en vez de obispo –dice Levillier- habría lanzado a la provincia a las más audaces y fecundas iniciativas comerciales[14].

A pesar de haber tenido una estancia tan breve en Santiago del Estero, y más allá de los defectos que pudieran señalársele, Francisco de Victoria merece ser considerado uno de los que plantaron los fundamentos de la fe, la cultura y el desarrollo de esta región. Por lo tanto, parafraseando al poeta santiagueño, podemos decir también que fue uno de los forjadoes de “los cimientos de la Patria /, que allá por mil quinientos, / comenzó con Santiago a ser Nación”[15].

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FERNANDO TREJO Y SANABRIA - SITIAL DE PABLO R. LUCATELLI

Fray Fernando de Trejo y Sanabria. 
Segundo Obispo de Santiago del Estero

 Por Néstor René Ledesma

 Monseñor Fernando de Trejo y Sanabria, segundo Obispo de Santiago del Estero fue designado con el confuso título de Obispo “Del Tucumán”[1]. Los méritos del Obispo Trejo fueron excepcionales. Fue el Obispo de la Educación, la fundó en todos los niveles; convocó  a numerosos sínodos; edificó la nueva catedral; en su labor apostólica, ejerció una gran defensa de los derechos de los indios; pero sobre todas las cosas su gloria radica en su acción en el campo de la educación.

Fernando de Trejo y Sanabria fue el primer Obispo de origen americano en estas regiones del Imperio Español. Nació en territorio paraguayo, en la costa del océano, que actualmente es territorio brasileño.

Hijo del Capitán don Hernando de Trejo y de doña María de Sanabria, heroína de la defensa de los indígenas. Fue famosa por su acción contra los portugueses y los españoles. Actuó heroicamente en defensa de los derechos de los indios, debió cruzar  a pie la selva desde la costa oceánica hasta la capital del Paraguay.

Falleció su esposo, y en segundas nupcias nació Fernando Arias de Saavedra, conocido en la historia como Hernandarias; ilustre gobernador del Paraguay, cuya acción se extendió hasta el Río de la Plata.

Trejo ingresó a la orden franciscana en Lima, en mayo de 1569, a los quince años. Se ordenó sacerdote a los veintidós años.

El Consejo de todas las Indias propuso su nombramiento al Rey Felipe II el 30 de mayo de 1592 como candidato al Obispo Trejo “por sus dotes de letrado y predicador y de muy loable vida y costumbres” para suceder a Monseñor Francisco de Victoria, siendo provincial de la orden en Perú. Además sabía la lengua de los naturales.

El virrey García de Mendoza aprobó la designación, el archivo general de Indias y la audiencia de Charcas la presentaron ante el Vaticano.

 Acción pastoral

 Durante su obispado llamó a tres sínodos, el primero de los cuales durante el primer año, 1599. Los siguientes sínodos los llamó en 1606 y en 1607. El primer sínodo tomó resoluciones fundamentales para la organización de la Iglesia. Adoptó como normas las resoluciones del Sínodo Limense Tercero. Es notable la organización interna en el Concilio donde se reservaron asientos para distintas personalidades señalando los lugares de reuniones, horarios, designación de consultores, y reservando una cátedra para el obispo. Se establecieron cincuenta y cinco constituciones elaboradas por el sínodo. Las resoluciones pueden dividirse en tres consignas:

 a)                 Doctrinas

b)                 Sacramentos

c)                 Diversas materias

 Punto fundamental fue lo referente a las reducciones de indios, para ser adoctrinados con comodidad. Para ello debían reunirse en reducciones, delegando al gobernador vigilar el cumplimiento y además la presencia de un fiscal en cada poblado aborigen, es decir “un indio de buen ejemplo, casado de cuarenta años”, encargado de cuidar el orden en cada una de las comunidades. Debía vigilar el buen trato de los indígenas, para “impedir muchas crueldades que exceden los límites de la justicia humana y la piedad cristiana”.

En cuanto a la enseñanza de la doctrina y práctica de los sacramentos, especialmente bautismos y confesiones. La instrucción debía ser dada en idioma aborigen, para lo cual tradujeron los catecismos redactados en el Sínodo Limense Tercero. El objetivo principal era promover la cristianización y la civilización de los aborígenes.

Su acción en beneficio de los indios fue prioritaria. En esto tuvo un gran apoyo de la Compañía de Jesús, a tal punto que molestó a los españoles. La Compañía debió alejarse de Santiago del Estero, y concentrar su acción en Córdoba.

 Resolver el problema de la escasez de sacerdotes fue una acción prioritaria del Obispo. Había encontrado solamente cuatro en la Diócesis, y en 1610 escribía al monarca: “Tengo hoy cuarenta y seis doctrinantes y curas, habiendo hallado cuando entré en este Obispado, solamente cuatro clérigos que los adoctrinaba”. En esa tarea logró la colaboración de distintas órdenes religiosas: mercedarios, dominicos, franciscanos y jesuitas.

El Obispo Trejo dedicó gran parte de su gobierno a la construcción de la Catedral, para lo cual solicitó apoyo económico a distintas organizaciones, no solicitando tributos sino ayudándolos él mismo con sus rentas. La Catedral de Santiago del Estero ya estaba construida antes de iniciarse la de Córdoba.

 La principal orientación del Obispado de Monseñor Trejo y Sanabria, fue la educación. Al hacerse cargo de sus funciones, el había manifestado que se dedicaría fundamentalmente a organizar la educación en todos sus niveles. Inició su escuela primaria.

Desde el primer Sínodo de 1597, y dando cumplimiento a la Real Cédula de Felipe II de 1592 que mandaba la fundación de seminarios en las Diócesis de las Indias, decidió la erección del primer seminario en Villa Nueva Madrid de las Juntas. La principal dificultad era la obtención de recursos para la manutención, para lo cual solicitó la contribución de los padres de los alumnos. Sin embargo no existe documentación fehaciente sobre si realmente este seminario funcionó.

 En 1609 el Rey dictó una Real Cédula, poniendo el seminario bajo la dirección de la Compañía de Jesús. El Superior Jesuita Padre Diego de Torres, el 11 de noviembre de 1611 levantó Acta ante notario fundando el seminario de Santa Catalina, cuyo nivel docente era universitario y siendo su primer rector el padre Juan Romero.

En la erección de esta obra, el Obispo prometió ceder a la Compañía de Jesús la suma de veinte mil ducados, para que se pudieran construir casa e Iglesia en Santiago y atender el seminario. En el mismo acto hizo donación de todos los bienes que hubiere a su nombre, con el mismo fin.

Este es el punto de partida de lo que en Argentina se ha dado en llamar Enseñanza Superior. Cabe aclarar que los jesuitas debieron salir de Santiago del Estero por su prédica a favor de los aborígenes, lo cual provocó violentas reacciones. Trasladados los jesuitas a Córdoba la erección formal de la Universidad por resolución del Vaticano y del gobierno imperial, se realizó posteriormente en Córdoba. Así es como se erigió el seminario convictorio San Francisco Javier el 26 de julio de 1613 siguiendo el modelo del que se existía en Lima, confiando su dirección a los jesuitas. En 1610 el Padre Diego de Torres, provincial de los jesuitas, había instalado el colegio máximo en Córdoba, pero por falta de recursos y por la oposición contra la orden a favor de los jesuitas, debió ser trasladado provisoriamente a Santiago de Chile.

 A pesar de su múltiple acción, que se extendió al cumplimiento de su acción apostólica, a su acción a favor de los indios, a la acción política a favor del puerto de Buenos Aires, a cumplir las resoluciones de los Sínodos; la gloria mayor del Obispo Trejo es en materia de educación.

Organizó de acuerdo a su deseo original, la educación primaria, la educación secundaria, particularmente los seminarios, y sobre todo su gran iniciativa de elevar la educación hasta los niveles más altos, es decir la fundación de la primera universidad en territorio nacional.

La intensidad de su múltiple actividad para lo cual se trasladaba a los centros de su acción pastoral y civilizadora en su dilatada diócesis, afectaron su salud. Solicitó por carta al Rey Felipe II el 12 de mayo de 1607 “que se le hiciera la gracia de ser trasladado a Perú”, donde encontraría mejor atención, pues sus enfermedades y vejez no permiten otra cosa. Encontrándose de visita pastoral en Córdoba en 1614, se hospeda con los jesuitas; sintiéndose restablecido quiso regresar a su sede en Santiago del Estero y sin escuchar consejos partió. En el camino se agravó y falleció el 21 de diciembre de 1614.

Sus esfuerzos pastorales fueron tan intensos que realmente entregó su vida en el ejercicio de su obra.

La obra múltiple de Fernando de Trejo y Sanabria merece ser reconocida. Su principal gloria es haber promovido la educación en todos los niveles. Y por ello también merece el título de Patrono de la Educación en Argentina.

 [1]Digo que es una designación confusa, porque por tradición milenaria de la Iglesia el título de los obispos fue siempre el nombre de la ciudad sede en la cual actuaba. Esta excepcional designación fue posible, seguramente por la escasez de conocimientos que tenían en Europa tanto las autoridades del Imperio como las de la Santa Sede, sobre estos lugares remotos.

 
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FELIPE TABOADA - SITIAL DE ADRIANA RAMOS TABOADA

FELIPE TABOADA 1821 – 1853 

 Nace en Matará, Santiago del Estero, en 1821. Esta tierra fue el primer centro político y religioso de la entonces próspera provincia del Tucumán. Fue Felipe hijo de Leandro Taboada y de Agueda Ibarra. Su abuelo paterno Antonio Gil Taboada, noble español, comerciante llegó al país en 1768 y contrajo nupcias con Francisca Luisa de Paz y Figueroa, hija del Teniente Gobernador Juan José de Paz y Figueroa que pertenecía a la clase principal del Virreinato del Río de la Plata.

Tuvo otros hermanos Antonino, Gaspar, Manuel e Isidro (que muere joven).

Pertenece a lo más representativo de la clase dirigente tanto en el orden político, social y económico. Herederos de grandes extensiones de tierra eran verdaderos terratenientes. Sin embargo, tanto Antonino como Gaspar mueren pobres.

Matará, su lugar natal, más bien un pueblo pequeño rodeado de grandes estancias, no es el sitio donde residen habitualmente. Allí tienen centradas las actividades ganaderas a las que se dedican.

Este paisaje de inmensas llanuras e impenetrables selvas, el clima y la vida ruda tienen una enorme influencia en la formación de su carácter.

Allí en aquel ámbito de libertad aprende a ser jinete, a disfrutar de lo lúdico, a superar adversidades, así como a madurar un sentido de prudencia ya que el escenario de su infancia está lleno de magia, de interrogantes, rodeado por las fuerzas invencibles de la naturaleza.

En el campo desarrolla su personalidad, la destreza en el caballo y en el manejo de las armas, ambas vitales condiciones de la época. Sus hermanos Manuel y Antonino, cuatro y siete años mayor que él respectivamente, habrían de ser sus compañeros en muchas jornadas inolvidables.

En la década de 1830 Antonino y Manuel parten a Buenos Aires, donde tienen activa militancia política y recién en 1840 regresan a Matará su pueblo natal para hacerse cargo de las actividades ganaderas, sobre todo Antonino, quien tenía sus establecimientos en el Chaco.

ENFERMEDAD

Aproximadamente a la edad de 11 años, en la plenitud del goce físico y espiritual de su vida, una enfermedad le paraliza una de sus piernas en un grado que no sabríamos precisar.

Relata Pablo Lascano, nuestro primer escritor santiagueño que “cruzaba las distancias a saltos” y a veces se sujetaba el brazo derecho con el izquierdo para controlar el movimiento.

Es muy probable que sus hermanos y tíos que viajaban regularmente y algunos sacerdotes instruidos cercanos a él, hayan contribuido a su formación plástica con revistas, periódicos, libros y, de esta manera, se haya ido poblando de imágenes su universo personal. Es el período más duro de su vida, en que se alimenta tanto de vivencias externas, muy intensas, como de mucha introspección y vida interior.

Pasada su pubertad y poseedor ya de inquietudes artísticas comienza en su adolescencia a desarrollar esta fuerza interior que le ayudó a vivir. Le ayudó el Arte.

Es dable observar que cada tanto surgen en el mundo criaturas asombrosas y elocuentes que se elevan desde el sufrimiento para convertirse en personajes ejemplares. Ellas dan cuenta de la capacidad del espíritu humano para emerger de sentimientos lacerantes y sublimarlos trasladando estas incapacidades en algo vital y sorprendente. Éste es el caso de Felipe.

 SU CONTEXTO Y ENTORNO.

Santiago del Estero fue históricamente lugar de paso de comercio hacia el Alto Perú y al puerto de Buenos Aires. Su territorio era transitado frecuentemente por carretas o tropas por lo que se llamó Camino Real a esta ruta.

Durante el siglo XIX el comercio principal era de mulas, cueros y caballadas, hasta que la presencia del ferrocarril –entre otras causas- cambió las necesidades de aquel momento.

En 1810 se produce la Revolución de Mayo y Santiago es la primera en adherirse, dando muestras de la idiosincrasia que ya comenzaba a manifestar.

En 1820 el territorio santiagueño se declara autónomo y queda constituido como provincia en abril de ese año. Al decir de Andrés Figueroa es una época embrionaria.

Juan Felipe Ibarra asume el gobierno de la provincia y constituye una figura importante por su peso político para el gobierno nacional. “…Defendió una férrea preservación territorial y una concepción soberana de lo nacional. Con Ibarra la provincia tuvo una activa presencia en la vida política de la Confederación Argentina…”

En 1821 nace su sobrino Felipe Taboada Ibarra, en una época de gran efervescencia política. Felipe  durante su infancia, escucharía seguramente apasionadas e interesantes conversaciones de familiares y personajes de la política así como de extranjeros e investigadores que visitaban el país documentando lo que ocurría en este territorio nuevo que despertaba la curiosidad de los europeos a los que les llegaba noticias de América.

A Felipe, por su situación, se le facilitaría bibliografía sobre arte. Incluso su tía Ana María, fundadora de la casa de Belén (1821) donde se enseñaba pintura y escultura, habría contribuido a ello.

No existe documentación sobre su formación plástica, indudablemente tuvo oportunidad de viajar al Alto Perú o Buenos Aires en las carretas que regularmente cruzaban nuestros campos.

De todas maneras, aunque hubiera accedido a estudios, el artista nace en la labor diaria, en la disciplina del taller y en la exigencia personal por la buena obra.

Como expuso el filósofo francés Alain Badiou, “Las verdades surgen a partir de cuatro procedimientos: el amor, la ciencia, el arte y la política”.

Es así como este joven adolescente se aferra a su ya marcada inclinación artística y, al comprobar las posibilidades de su talento, se deja atrapar por el arte como profesión.

Ya nunca estuvo solo, aislado en el apagado ámbito de un pueblo sin sobresaltos. Su contexto era ágil o expectante, nunca de quietud somnolienta. Tampoco tomó distancia de los acontecimientos políticos y, como buen santiagueño, participó en la medida de sus posibilidades.

 SU OBRA

IMAGINERÍA

Realiza imágenes y tallas de santos, de los cuales se conserva una en la Iglesia La Merced.

También realiza numerosas obras en Santo Domingo, San Francisco y otros templos.

 PINTURA DE CABALLETE

En el desarrollo de su labor plástica tuvo predisposición por el Retrato, que por ese entonces tenía un nivel artístico superlativo, además de la importancia que revestía como documentación histórica. Pintó a los Presbíteros Tomás Taboada y Sebastián del Jesús Gorostiaga, también a Fray Cernada. En el Colegio de Belén se conserva el retrato al óleo, tamaño natural, de María Antonia de la Paz y Figueroa. En el Museo Histórico Orestes Di Lullo, se encuentra su autorretrato al óleo.

La inmigración al país en ese entonces era escasa. Las pocas embarcaciones que llegaban al puerto de Buenos Aires traían consigo riquezas, documentos y  testimonios.

Llegarían seguramente a sus manos revistas, periódicos y libros con imágenes y comentarios de las artes plásticas de otros países.

Su naturaleza libre lo llevaba a retratar personajes e imágenes conocidas que lo gratificaban en lo afectivo o en lo espiritual. Pintó a sus hermanos: Manuel, Antonino y Gaspar. También a la Beata, su tía, María Antonia de La Paz y Figueroa.

Analicemos: No conoció personalmente a su tía ¿Por qué la pinta? Imposible que sea un encargo, fue su selección que delata sus predilecciones. En este caso por la admiración de lo que ella encarnaba: era el ejemplo de la convicción y de una fortaleza fuera de lo común.

La “Mama Antula”, de sólida formación jesuita  fundó, entre otras casas, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales en la Capital Federal. La Casa, construida con quebrachos santiagueños y que se conserva actualmente, posee varias capillas. Su valioso patrimonio artístico contenía imágenes de bulto de riquísima factura, algunas de origen peruano y, otras, español y portugués. ¿Habrá gozado de esas maravillas Felipe? Si no fue así, con toda seguridad las historias tan cercanas a la Beata deben haberlo conmovido dando rienda suelta a su fantasía e imaginación.

Así fue construyendo su mundo en imágenes, en valores, en proyectos. Se encuentra en su juventud poseedor al mismo tiempo de una belleza física y de una incapacidad que lo hace sentir “diferente”. Efectivamente, sí era diferente, su lucha estaba clara y su rumbo también.

No optó por ser un pintor testimonial. Lo cotidiano, el contexto externo en su vida, la relación entre los personajes y su entorno real son ámbitos que se entrelazan incesantemente en su vida diaria.

Esa frontera entre el quehacer cotidiano y la realidad del mundo en él se difuman. Él vive los escenarios naturales de las historias desde adentro.

Necesita del arte y se aferra a temas mayores, entrañables, que no puede evitar. Acude a su fantasía, por eso “vive y trabaja”. En su quehacer diario sabe de luchas y esfuerzos, de superación de flaquezas y disciplinas y también del goce de la buena obra. De la obra concluida.

Lo entusiasma el trabajo, es conciente del privilegio de haber encontrado su sentido. Si hay un Dios, está cerca, lo mira. En su gabinete con el olor de los óleos y aceites rodeado de sus telas, tablas, pinceles,  el silencio es presencia. No hay un piano que lo acompañe, ni mujer que admire su hermosura. Pero Felipe no está solo, tiene una fuerza interior que lo empuja, ¿hacia dónde? …

Cada noche sueña. Sueña con el alba para concretar más y más obras. Ya probó su talento y disciplina. Ahora puede soñar. Sólo es necesario tiempo, que su mal no avance, lo demás … es lo demás. Él puede ya con su destino.

Lo que Dios le quitó con una mano se la dio con la otra. El puede …

 VITRAUX

Realiza con las técnicas de ese momento esa labor tan artesanalmente delicada para las puertas principales del templo de La Merced, que perduran hasta nuestros días.

Las imágenes de Vírgenes, de escudos mercedarios, símbolos religiosos, los clavos de la pasión que hacen a la historia de la iglesia quedaron plasmadas allí.

 EN LA IGLESIA LA  MERCED

Su obra en este templo es particularmente relevante ya que su tío, Juan Felipe Ibarra, le encarga la decoración completa del templo. Felipe Taboada acomete tal obra durante ocho años hasta la caída del gobierno de su tío.

 ESCULTURA

Realiza un Cristo crucificado, en madera, hoy emplazado en el muro testero del altar mayor de la Iglesia de la Merced.  Al decir de Di Lullo “era un Cristo sumamente expresivo”. Contaba con dos ayudantes santeros santiagueños, Guzmán y Ábalos.

También se destaca la talla del Señor de la Misericordia, encargo de su tía Ana María Taboada, fundadora de la Casa de Belén, para la capilla.

 Cristo Crucificado, talla – Capilla de Belén

MURALISMO

Ibarra le encarga la pintura mural del templo La Merced, propuesta artística importante dada las dimensiones de los muros y la importancia del templo.

¿Puede alguien hacer caridad con la obra que más valora y que atesora entre sus paredes la Virgen a la cual nombró patrona de la ciudad?

¿Podría pensar el General en arriesgar la calidad de las imágenes, pinturas y decorados sólo para beneficiar a su sobrino?

¿Sabía Ibarra de muralismo o es su sobrino quien propone realizarlo en las técnicas del fresco? Fue Felipe quien, conocedor de estas técnicas, propone, decide y arriesga en la institución más cara en ese momento para el discutido y temido personaje gobernante y de la feligresía santiagueña. ¿Tan seguros estaban ambos que estaría a la altura de las expectativas? Seguramente, sí.

Para Felipe sería “La Obra”. Había leído de las pinturas al fresco en las iglesias de Europa, como también gozado de las hermosas tallas cuzqueñas tan cercanas en el tiempo y existentes algunas en Santiago.

¿Cómo concibió los murales? Debió planificar qué imágenes tendrían estar presentes y la naturaleza y el carácter de las mismas.

El propósito sería transformar lo irreal, lo divino, lo religioso en una realidad creíble para los espectadores. Provocar el sentimiento de presencia, de protección de esas vírgenes y de esos ángeles como si fueran conocidos y cercanos. Debía contar una historia verosímil y, si lograba conmover, su objetivo estaría cumplido. Este sería su aporte desde la plástica.

Acometió la obra con fervorosa dedicación y cubrió  aquellos muros de imágenes de vírgenes, cielos y ángeles arcabuceros.

 Mientras trabaja él vive un presente fantástico. Es feliz seguramente. Todos los días se siente llamado a ese ámbito donde es el líder en ese pequeño gran refugio. Él es el elegido para demostrar su capacidad ante las discapacidades con que se enfrenta diariamente. Allí, en cambio, sube con sus propias fuerzas a los andamios que le permiten alcanzar la altura necesaria. Es observado y admirado. Responde consultas con solvencia. Hay algo de vanidad en su persona, en su trabajo, pero ella en su caso, también le es necesaria.

Se disfrutó largamente de la suntuosidad de las obras artísticas a lo que debemos agregar el lujo del Altar Mayor y del Púlpito, de las tallas de los confesionarios. Lamentablemente con el terremoto de 1861 caen los murales y, con ellos, la obra de Felipe Taboada.

Todo le fue difícil a este artista precursor, así como lo fue reconstruir su historia, pero como la escritura es un arte y hacer de la vida un arte un propósito, también la imaginación, que es la llama de la inteligencia, es la que insuflará siempre a quien quiera rescatar del olvido a personajes ejemplares que forman nuestra fibra más digna.

Si tenemos en cuenta que en las artes plásticas “de la carencia nace el estilo”, en el caso de Felipe, su discapacidad física le permitió desarrollar su fuerza moral o espiritual y vivir para el arte. Ése fue su estilo.

 MUERTE

“A raíz de la caída de Rosas, invadió la provincia de Santiago del Estero, el General Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán. El pintor Taboada a pedido de su hermano Antonino, monta a caballo como muchos otros para correr a la defensa del terruño. Peleó bravamente y murió en la refriega en plena juventud” en 1853.

Esto ocurrió en un momento de su vida en que no conocía el decaimiento, que sólo sabía de superación personal, de sublimación de carencias. No pudo continuar su obra primigenia.

Si hubiese vivido años más, seguramente hubiera formado seguidores y, a no dudar, hubiera pintado nuevamente los murales de la Merced, derrumbados con el terremoto de 1861.

Respecto de su muerte es interesante rescatar la carta que dirige a la Honorable Sala de Representantes en 1852: “… ejercí desde el año 44 el oficio de arquitecto, escultor y pintor en los trabajos que se emprendieron en el gobierno del Gral. Ibarra … que aunque humildes, atestiguan mi piedad sin salario…”

También es de destacar la carta que escribe a su amigo, el Capitán don Gaspar Sequeira, desde Cruz Grande: “… esta noche espero el desenlace de todo el movimiento del norte, o que se rindan o que me maten…”

Su muerte cobra una significación vital, es un profundo impulso para los protagonistas de hoy y del futuro. Muere luchando por una causa valiosa.

Murió como vivió, con el espíritu de lucha que caracterizó su vida.

 EPILOGO

 Por qué pensar la vida de Felipe Taboada?

Para saber que hay otro mundos posibles, comprobar la realidad de los sueños, de la realidad interior, del mundo interior.

Lo intangible, lo que imaginamos ¿es más o menos real que el mundo exterior?

El equilibrio entre estos dos mundos es siempre dinámico. La carencia de uno genera la actividad del otro.

Entonces, como personas, ¿qué nos salva? ejercer, desarrollar los dos mundos, ya que si nos volcáramos al mundo exterior solamente siempre necesitaremos para ello de la fuerza, del impulso, del fuego interior para avanzar.

Es el desarrollo de la riqueza interior lo que permite trascender al artista.

En el caso de Felipe, su incapacidad física, la carencia exterior, es el bastón moral que lo ayuda a elevarse sobre sí mismo y trascender. A trascender a sus fuerzas y a la historia de Santiago del Estero.

 BILIOGRAFIA

 Luis C. Alén Lascano, “Trayectoria histórica de una obra espiritual”, Boletín Oficial de la Provincia, Santiago del Estero, 1961.

Luis C. Alén Lascano, “Estampas históricas navideñas”, Gobierno de la Provincia de Santiago del Estero, 1991.

Luis C. Alén Lascano, “Los orígenes de Santiago del Estero”, Marcos Vizoso Ediciones, Santiago del Estero, 2006.

Alain Badiou “Lógica de los mundos. El ser y los acontecimientos”, Manantial, 2008.

Agustín Chazarreta “Tradiciones Santiagueñas”, Santiago del Estero, 1953.

Orestes Di Lullo, “El General Antonino Taboada”, Santiago del Estero, 1953.

Andrés A. Figueroa, “Los papeles de Ibarra”, Editorial Oficial, 1942.

Marta Flores Taboada, “La plástica en Santiago del Estero”, Editorial El Liberal, 1990.

Alfredo Gargaro, “Los Taboada…”, Santiago del Estero, 1935.

Pablo Lascano, “Mis bosques”, Escuelas Técnicas Municipales Raggio, 1970.

Jorge Newton, “Manuel Taboada”, Editorial Plus Ultra, 1972.

Amalia Gramajo y Hugo Martínez Moreno “Los Templos de Santiago de Estero”,  Editorial V Centenario, 1995.

Felipe Taboada, Cartas - Archivo del Museo Bartolomé Mitre, “Los Taboada”, Capital Federal.

Gaspar Taboada “Los Taboada - Luchas de la organización nacional”, Imprenta López, Buenos Aires, 1929.

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ELVIO A. AVILA - SITIAL DE HEBE LUZ ÁVILA

 PROF.  ELVIO AROLDO ÁVILA. SU VIDA Y SU LUCHA

 Por Hebe Luz Ávila

 Biografía

  Elvio Aroldo Ávila nació en la ciudad de La Banda, provincia de Santiago del Estero, el 3 de Octubre de 1923.  Hijo de Nicolás Tolentino Ávila, político, jefe de policía de  La Banda, dueño de tierras en La Isla y El Polear y de un obraje en Chaupi Pozo. Su madre, Petrona Palavecino, rosarina, se casó a los 16 años con Nicolás, viudo, veinte años mayor,  a quien conoció en Chaupi Pozo, donde su tío era Jefe de Estación. De esta unión nacieron 8 hijos: Blanca, Oscar Horacio, María Esther, Lidya,  Dora Amanda, Orlando Nicolás, Mario Alberto y el último Elvio Aroldo, un año antes de que falleciera su padre..La familia vivió inicialmente en Chaupi Pozo y luego en La Banda, en una importante casona de la calle Belgrano, a metros de la Iglesia Santo Cristo.

Allí Petrona, viuda a los 37 años, puso una Academia de Corte y Confección y un taller de costura, con lo que ayudó a solventar la crianza de los hijos. Luego de que los hermanos mayores se recibieron de maestros, todos fueron a vivir en la ciudad capital  donde se afincaron en la calle Caseros, a metros de la acequia de Belgrano.

En 1942, Elvio se recibió de maestro en la Escuela Normal de Profesores “Manuel Belgrano”,

Muy joven se casó con Hebe Luz Regazzoni. Por aquellos años trabajaba de maestro y era periodista en los diarios El Liberal, La Provincia y en la radio LV11.

Pocos años después recibió una oferta para trabajar en el diario La Verdad, en Catamarca, a donde se trasladó la familia, ya con dos hijos pequeños: Hebe Luz y Elvio Aroldo. En Catamarca nacerían Alicia Petrona, Blanca del Valle y, luego de la dolorosa pérdida del hijo varón, llegó Elvio Nicolás.

Cursó el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Nacional del Profesorado Superior de esa provincia, del que egresó con el promedio más alto de su promoción.

 Fue Director de Prensa y Difusión hasta el golpe militar de 1955.  A partir de entonces, militó en el peronismo de lucha, fundando y dirigiendo periódicos combativos, como “El Soberano”, en 1957; “Lealtad”, a comienzos de 1958; y “Voz Peronista”, en 1958 y 1959, todos en Catamarca, en donde Ávila fue jefe de la Resistencia Peronista, que allí se conocía con el nombre de “Los aviones negros”.

A mediados de 1960 regresó a su provincia natal, y en Santiago del Estero participó activamente en la lucha gremial de la docencia. Dirigió al Círculo de Profesores Diplomados y después fundó la Asociación Santiagueña de Profesores, que presidió ininterrumpidamente durante varios períodos, habiendo conducido además, en numerosas oportunidades, la Intersindical Docente.

Ejerció la docencia en establecimientos de enseñanza media  de Santiago del Estero y La Banda, y pronunció numerosas charlas y conferencias ..

Al final de 1963, integró  el Triunvirato Reorganizador del Partido Justicialista provincial, en representación de la rama política y presidió después la Comisión Pro Retorno del general Perón.

A mediados de octubre de 1975, volvió transitoriamente a  Catamarca, para ocupar la Secretaría Política de la Gobernación y cinco meses después, el 24 de marzo de 1976, con el nuevo golpe militar, fue detenido y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Fue detenido en la cárcel de Catamarca y después en el penal de Sierra Chica  por espacio de dos años, sin que se le hubiera iniciado causa alguna,  víctima de la arbitrariedad del régimen militar que azotó al país hasta fines de 1983.

Ya  en libertad y reintegrado a la cátedra, fue premiado por la Fundación Matera en un concurso nacional de ensayos,realizado con motivo del centenario de la aparición de la segunda parte del “Martín Fierro”, de José Hernández..

El profesor Elvio Ávila había fundado en Santiago, en 1962,  el I.S.I.L., Instituto Santiagueño de Investigaciones Lingüísticas; y a comienzos de 1964, el Consejo de Reafirmación Argentinista de Santiago del Estero, C.R.A.S.E., que cumplió una intensa y fructífera actividad tanto en lo cultural y docente, como en lo social y político.

Entre 1981 y 1985 es vicepresidente a nivel nacional de la Asociación Argentina de Oratoria y participa en numerosos Congresos de la misma.

En noviembre de 1987, Ávila, juntamente con  otros militantes nacionalistas, constituye el Movimiento de Recuperación de la Patria, que es conducido por una Junta de Acción Patriótica, cuya Presidencia ocupó.

Fue Presidente de la Biblioteca “Arsenio Salazar” del barrio Norte, ocasión en la que realizó una amplia y reconocida labor cultural y social.

En septiembre de 1991, la Dirección de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de La Banda otorgó al profesor Ávila el premio “Homero Manzi”, por su producción literaria, plasmada en varios libros.

La familia, la política, la educación y la lingüística son objeto de su apasionado accionar.

El 15 de octubre de 1994 fallece en Santiago del Estero.

Libros publicados por Elvio A. Ávila

Noviembre de 1979: José Hernández y el ser nacional. “Martín Fierro: Cien años de militancia patria, , con el Premio Nacional de la Fundación Matera.

Julio de 1980: Santiago del Estero indo-hispania lingüística.  Cómo habla el santiagueño.

Marzo de 1983: Viaje al país de la revancha,. Los que no desaparecieron”( A. Peña Lillo Editor).

Diciembre de 1985:  Peronismo, “quo vadis”..

Agosto de 1987: Los latidos del recuerdo. Mirando hacia atrás. Con Testimonios: Historia de la Resistencia Peronista en Catamarca y Perspectiva histórica del peronismo santiagueño. Ensayo autobiográfico.

30 de noviembre de 1988 (edición especial) Raíces nacionales: José Hernández y el ser nacional. Martín Fierro: cien años de militancia patria.

Mayo de 1991: Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Diccionario  de voces usuales que  el diccionario oficial no registra.Adhesión al 5º Centenario del Descubrimiento de América

Abril de 1993: Suplemento de Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Con las voces incorporadas al léxico castellano en la 21º edición del DRAE (1892)

Marzo de 1994: Hablemos bien, defendamos nuestro idioma. Con Nociones elementales de Oratoria, de Hebe Luz Ávila.

 

La tarea lingüística de Elvio Aroldo Ávila

El habla del santiagueño es un tema que siempre ha llamado la atención por sus notorios rasgos particulares – recordemos que Santiago del Estero ha sido considerada “isla lingüística”- y hubo algunos trabajos al respecto. La primera fuente indiscutible la constituye el polifacético pensador Orestes Di Lullo con dos libros específicos: Contribución al estudio de las voces santiagueñas (1946) y Elementos para un estudio del habla popular de Santiago del Estero (1965)Si bien Di Lullo no tenía formación lingüística, .no podemos desconocer su capacidad y, sobre todo, su gran intuición en lo que respecta a sentar las bases de lo que podrían ser futuros estudios de dialectología. Además, se trata de un intelectual con formación universitaria, es decir, con manejo del método científico y nivel académico.

En nuestra provincia no abundaron intelectuales especializados en Lingüística, ni hubo muchos que realizaran un trabajo sistematizado.del habla regional.

Encontramos, sí, estudios de la lengua quechua, como los del sacerdote y filólogo latinista Miguel Ángel Mossi (1819-1895), con su Diccionario de la lengua quechua (1860).

Inmediatamente sobresale la obra del ingeniero ruso Sergio Grigórieff, que estudiara Filología en la Universidad de San Petersburgo y que publicara en 1935 un meduloso Compendio del idioma quichua (Buenos Aires: Editorial Claridad) en cuya portada precisa “con notas detalladas sobre las particularidades del idioma en Santiago del Estero.”

Sin embargo, los que mayor difusión y ponderación han tenido son los estudios de la lengua quechua hablada en la provincia realizadospor Domingo Bravo. La obra de este maestro rural, que llegara a recibir el título de Doctor Honoris Causa, ha cubierto varias décadas de publicaciones y despertado una corriente de aceptación y difusión de esta lengua.

Pero será Elvio Aroldo Ávila  quien realice el estudio sistemático del español con características propias que se habla en esta tradicional provincia.

De formación lingüística, profesor de Castellano, Literatura y Latín, recibido en el ISPN de Catamarca, donde estudió con lingüistas de la talla de Salazar y Federico Pais, Ávila realiza una labor amplia y profunda, sobre todo en lo referente a semántica y vocabulario, así como la recolección y estudio de frases y locuciones popularizadas.

La 1ª edición de Santiago del Estero indo-hispania lingüística.  Cómo habla el santiagueño (1980) fue escrita como una gran propuesta formulada a la Real Academia Española para que  incorporaran los vocablos estudiados al cauce oficial de la lengua. En la presentación del libro participó el entonces académico Bernardo Canal Feijoó, quien felicitó a Ávila por su importante estudio, según él muy necesario para Santiago del Estero.

Entre el 19 de septiembre de 1983  y el 15 de marzo de 1984, Ávila publicó, bajo el título de “En el quehacer lingüístico”, una serie de 33 artículos en El Liberal, donde analiza 82 vocablos más. Estas notas son enviadas a la RAE a través de su Secretario Perpetuo, Alonso Zamora Vicente, por lo que la propuesta original se amplía.

De esta manera, en la vigésima edición del Diccionario de la RAE, aparecido a fines de 1984, se incorporan 114 de las 353 voces propuestas y 6 expresiones popularizadas.

Ávila redobla entonces su accionar, con publicaciones en El Liberal de Santiago del Estero y en Pregón, de Jujuy  y nuevas cartas a la RAE, las últimas dirigidas al nuevo secretario Perpetuo, don Víctor García de la Concha.

En mayo de 1991 publica, con casi 500 páginas, Cómo habla el santiagueño... y el argentino. En su presentación, el Dr. José Andrés Rivas lo compara con “el trabajo de un monje medieval”, debido al ingente y minucioso estudio que el libro contiene.

En 1992, en la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, aparecen incorporados 302 de los nuevos términos propuestos y 23 dichos populares.

La Sociedad Argentina de Escritores, en las personas de su presidente, el Prof. Ricardo Dino Taralli y de su secretario Carlos Manuel Fernández Loza, convoca a principios de 1993  a una conferencia de prensa en la que comunican la incorporación de estas nuevas palabras al léxico oficial del idioma castellano. A raíz de misma, Ávila es llamado EL SEÑOR DEL DICCIONARIO en los medios de prensa.

TESTIMONIO ACERCA DE SU PERSONALIDAD

En la década del 80, Ávila fue Vicepresidente de la Asociación Argentina de Oratoria, cuyo Presidente era el Dr. Carlos Loprete, distinguido santiagueño de renombre nacional e internacional, quien escribe:

Me ha tocado verlo en un congreso de oratoria en la ciudad de Rosario, hará unos quince años. Luchaba para transferir sus pensamientos como un arcángel contra la bestia, con la única lanza disponible del orador, su convicción y honestidad, sin escudarse en conveniencias cautelares ni especulaciones beneficiosas. Sabía que lo último que puede esperarse de un auditorio disidente es el respeto a la integridad moral[1].

Valoración de su obra

                I GRACIELA MATURO, ESCRITORA, ENSAYISTA, CATEDRÁTICA EN LA UBA Y UCA, INVESTIGADORA PRINCIPAL DEL CONICET, DIRECTORA DEL CENTRO DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS Y DE LA REVISTA- LIBRO MEGAFÓN, SE REFIERE A SU TAREA LINGÜÍSTICA EN EL PRÓLOGO DEL SUPLEMENTO DE CÓMO HABLA EL SANTIAGUEÑO... Y EL ARGENTINO:

 Corresponsal de hecho de la Real Academia de la Lengua, valorado por distinguidos lingüistas, nuestro colega logró hacerse escuchar con respeto, y sus propuestas fueron en gran medida incorporadas al repertorio del idioma. El esfuerzo de muchos años de “trabajo de campo”, investigación y revalorización cultural dio sus frutos.

(...)Elvio Aroldo Ávila ha honrado a la comunidad iberoamericana al constituirse en defensor de su identidad lingüística que es como decir su ethos histórico-cultural. Ello es coherente con su preocupación por el destino de su patria y su vocación americanista.

                                                            II

En la Presentación de la 1ª edición de Cómo habla el santiagueño, el prof. Orlando Lázaro, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la U N de Tucumán, describe así la tarea de Ávila[2] :

... leyó y fichó glosarios, enciclopedias, etimologías, vocabularios, gramáticas, libros y ensayos de historia, lingüística, folklore y etnología; comparó y seleccionó ese material, escuchó hablar a sus comprovincianos, tomó notas; confrontó sus opiniones con otros estudiosos interesados en una problemática similar; interpretó, ordenó el material, e ingresó finalmente en la etapa de la exposición

El resultado de esa perseverante labor es su Santiago del Estero indo-hispanía lingüística.  Cómo habla el santiagueño.

 (...) La geografía y la historia están presentes en los estudios sobre la región y sus habitantes; la lingüística, en los enfoques en torno al quechua en el habla regional, en el análisis de los rasgos fonéticos, morfológicos, semánticos y expresiones características del hablar santiagueño; la antropología cultural y la sociología en el interesante tema referente a la idiosincrasia del santiagueño.         

  III

 Enrique Pavón Pereyra, reconocido historiador, que escribiera más de cien libros y fuera  Director de la Biblioteca Nacional, dice en las Palabras Preliminares de José Hernández y el Ser Nacional

 En ningún pasaje de la lectura de éste libro desciende el escoliasta, ni yerran los dardos del intérprete (iba a decir, del agiógrafo): se diría que la interpretación de Ávila es más interior, más profunda, más del “Martín Fierro” que de Hernández, menos de lo formal que de lo esencial, más de lo raigal que del antecedente literario o del precedente bibliográfico.

 Más de treinta años de pasión por el habla de su pueblo

 Como cierre de este trabajo, a la vez  que como justificación de la elección de mi sitial en la Academia  trascribo párrafos de este artículo que escribo en el “dossier”[3] sobre Elvio Aroldo Ávila:

 No voy a referirme al hombre ejemplar, al padre y marido dedicado, amantísimo, al abuelo juguetón, al buen amigo. (…) De su entrega y pasión como político idealista y fervoroso luchador por la argentinidad, sus libros son un buen testimonio. Sé,  por experiencia diaria, que como docente de larga y generosa trayectoria su recuerdo quedó grabado en cientos de ex alumnos que, cuando se enteran de quién es mi padre, no pueden ocultar su cariño, su reconocimiento, su admiración.

Hablaré solo de su labor lingüística, que – como todo lo que hizo en su vida - la encaró con entusiasmo y dedicación, dándose a fondo.

(...) La tarea había comenzado cuando en 1960 regresa a Santiago del Estero luego de más de doce años de ausencia en Catamarca (...) El volver a estar en contacto con el habla local (“las voces del alma” decía él) resaltó las particularidades y diferencias que ya había notado en su ausencia. Comenzó a prestar atención a determinados vocablos que escuchaba o leía, los buscaba en el Diccionario de RAE, y al confirmar que no eran registrados, los estudiaba en su etimología y documentaba usos frecuentes.

(...) Talvez porque era la hija mayor, siempre fui su “ladera”.

(…) Hasta la adolescencia leí todo lo que él leía y más adelante él leyó los libros que yo consultaba en mi licenciatura. Tanto es así que muchas obras que compartí con él - de Octavio Paz, Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Macedonio Fernández, Rulfo - aparecen en “Los escritores y el enriquecimiento del idioma”, de Cómo habla el santiagueño ... y el argentino. Sus lecturas habían sido más clásicas, así que me enorgulleció que compartiera con tanto entusiasmo todo lo nuevo que le llegaba de mi mano, sobre todo cuando me “enamoré” de la Pragmalingüística,  que él apenas alcanzó a avizorar en sus orígenes. De todas formas, su juicio sabio fue siempre mi rector.

(...) En julio de 1980 se presentó Santiago del Estero: Indo-Hispania Lingüística como una gran propuesta a la RAE y afortunadamente los académicos lo tomaron muy en serio, pues de las 353 voces minuciosamente estudiadas se oficializaron 114 en la edición de 1984 del DRAE.

Un interesante intercambio epistolar se dio por aquellos años con don Alonso Zamora Vicente, Secretario Perpetuo de la RAE, que lo alentó a continuar con el trabajo y sus envíos. Es más, cuando el académico, de avanzada edad, renunció al cargo, lo puso en contacto con don Víctor García de la Concha. 

      Sintiéndose respaldado por la Academia de la Lengua, incrementó el ritmo y trabajó fervorosamente (...) Lo acuciaba el tiempo, pues sentía que se acercaba el V Centenario del Descubrimiento y que – en su decir - “América iba a ser la vedette”. Nuevos artículos en “El Liberal”, con sus consecuentes envíos a España, más de 2.500 voces propuestas (…) y la publicación del segundo libro de Lingüística: Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Aquí ya incorpora dos ensayos de mi autoría, y luego, en Hablemos bien, defendamos el idioma (1994, unos meses antes de su muerte), mi curso de Oratoria.

Lo invitaron y estaba en sus planes viajar a España para los 500 años. (…) pero le descubrieron una seria dolencia cardiaca.

Sin embargo, cuando salió la 21ª edición del DRAE, con 12.000 voces nuevas -la mayoría hispanoamericanas -, la tarea se transformó en febril. Horas de búsqueda y festejado encuentro: primero las palabras propuestas y cuando había registrado una gran cantidad de ellas, el revisar si por lo menos aparecían como segundas o terceras acepciones. Lo importante era que no solo figuraban en el nuevo DRAE, sino que muchas veces coincidían hasta los ejemplos de uso que él había propuesto. Encontramos 302 vocablos (constituían “sus” palabras, aunque era de suponer que a todas no solo él las habría propuesto) y 23 dichos populares, que ahora se sumaban a los 6 oficializados en 1984.

Un total de 416 voces y 29 expresiones. .. y nuevas propuestas en nuevas cartas; más reflexiones, hechos curiosos y contradicciones que su aguda percepción y horas de estudio descubría en el DRAE.

El decía: “si esas voces que usamos a diario los argentinos no pertenecen  al idioma oficial – si son “mostrencas”- ¿cómo vamos a entendernos en la Gran Hispania?”.

(…) Mi tesis de doctorado que mereciera un summa cum laude fue publicada como el libro Santiago del Estero: Identidad y habla (2004)  por la UNT y tiene como dedicatoria: “A la memoria de mi padre, Elvio Aroldo Ávila, con el anhelo de que ésta sea digna continuación de su obra”.

 [1] Elvio Aroldo Ávila. La revalidación de la identidad idiomática(2007, 13 de mayo). El Liberal, 13 de mayo de 2007, . 19.

[2]  Aspira a ser una contribución para lograr un conocimiento adecuado del habla de la región (1981, 6 de septiembre).El Liberal, 6 de septiembre de 1981.

 [3] . Idem 1, 18

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BERNARDO CANAL FEIJÓO - SITIAL DE JULIO CESAR CASTIGLIONE

Bernardo Canal Feijóo,

 “El rebelde de la lírica”

  A fines del siglo XIX y principios del XX la Argentina pasaba por el mejor momento de su historia socioeconómica. La impresionante ola inmigratoria, sólo comparable con la norteamericana y el fuerte progreso experimentado por el desarrollo de la agricultura y la ganadería y en menor medida por la industria, habían convertido al país  en uno de los naciones más importantes del orbe. En 1928 ocupaba el 12º lugar del mundo en cuanto a su producto anual per capita[1].

           La Argentina se había constituido en el granero del mundo y la Pampa húmeda era comparada con la llanura ucraniana y la mesopotamia norteamericana del Missisipi y el Missouri como las más fértiles del mundo.

Una onda de optimismo se extendía sobre todas las  capas sociales. La elevada ola inmigratoria atraída por las condiciones económicas, sociales y culturales del país, hizo que en Buenos Aires a principios del siglo XX el número de varones extranjeros mayores de edad, fuera superior a los nacionales.

El conocido historiador Juan José Cresto afirma que con las medidas de la Generación del Ochenta que lideró Roca: “… los índices de crecimiento eran notables, los inmigrantes llegaban porque había trabajo. No había viviendas para tanta gente recién llegada y muchos tuvieron en una larga década estrecheces habitacionales, pero el enorme desarrollo del sistema creado permitió un crecimiento sostenido”.

Agrega luego: “Entre 1880 y 1920 la Argentina creció 42 veces. Me pregunto ¿porqué no hemos hecho otro tanto entre 1968 y nuestros días, es decir, en igual período? ¡Qué diferente sería la vida del ciudadano medio argentino si tuviéramos veinticinco mil dólares de producto bruto per cápita! Seríamos los mayores exportadores de América latina, tendríamos una industria integrada y los ciudadanos pobres serían más pudientes que muchos ciudadanos considerados pudientes en la Argentina actual, porque, finalmente, la riqueza se derrama en búsqueda de nuevos consumidores…”

Añade: “…la Argentina exitosa del Centenario, la que tuvo un nombre en el mundo, transformó un desierto en una nación civilizada, albergó 5,5 millones de inmigrantes y fue la primera potencia económica de América latina: el producto bruto argentino era en 1928 equivalente a todo el de América del Sur reunida”[2]

Creo que es imposible explicar con mayor elocuencia la situación económica social de nuestro país en ese momento histórico.

Santiago pese a tener un atractivo menor, recibía también inmigrantes, principalmente de españoles e italianos. Según el segundo Censo de Población,  era la séptima provincia por el número de habitantes: 161.502[3]. En 1903 contaba con 185.006 pobladores[4].

Durante la primera mitad del siglo pasado por el volumen de la población la provincia era la tercera del país, luego de Buenos Aires y Córdoba[5]. En 1869 la cuarta, y en 1895 la séptima[6].

La ciudad capital no es bella, no tiene los atractivos de Salta ni el tamaño y porte de Tucumán, ni sus lugares históricos, pero tiene otros encantos no menos seductores: se hace amar, es querible. De ahí el dicho popular que sus pobladores recuerdan con orgullo: “Santiago no tiene riendas pero sujeta”. Cuesta abandonarla, nunca se la deja del todo, se la recuerda siempre.

 El saneamiento de los esteros del Dulce efectuado por el gobernador Barraza, ha mejorado considerablemente su situación. Aparece también en las últimas décadas del siglo XIX, la agricultura bajo riego, que produjo un importante crecimiento económico. La situación fue propicia para que a principios del siglo XIX se haya instalado un ingenio azucarero al sur de la ciudad[7].

En 1909 la superficie regada alcanzaba las 26.000 has.[8]. En el país nace una mentalidad “progresista, racionalista y cientificista” según Alén Lascano, que se enmarca en la ideología dominante, y en el esfuerzo por la modernización de la provincia emprendido por el gobernador Absalón Rojas[9]. También comenzaron a explotarse sus extensos bosques cuyas especies cubrían aproximadamente el 70% de la superficie territorial, que significaba la décima parte de toda la superficie forestal argentina[10].

En 1902 se colocaron los postes para alumbrado a kerosén en la avenida Belgrano y en 1904, por ordenanza municipal, se creó el Parque Aguirre en terrenos ganados al río y se instaló el sistema de agua corriente en la capital[11].

La ciudad es la más antigua del país (excluida la primera fundación de Buenos Aires), fundada en 1553, aunque no queda nada de su viejo origen, pero su rica y heroica historia demadre de ciudades y su título de “noble y leal” es recordada por su gente que siente el deber de ser fiel a ese origen. Como sostiene Alén Lascano, “… ninguna otra ciudad fundada en la primera hora puede ofrecer hoy a la gratitud argentina una probanza de méritos y servicios superior a la de esta heroica Santiago”[12].  

El viajero que pasea por sus calles se sorprende de no encontrar edificios antiguos y manifestaciones de su añejo origen. Y seguramente se plantea ¿Serán los santiagueños tan tardos, que en aras de lo moderno han destruido lo viejo? Lo que pasa, lamentablemente, es que la ciudad fue destruida varias veces por inundaciones –el Dulce es un río muy bravío- y hasta, ¡quien lo diría! por terremotos. Pero la simpatía y la generosidad del santiagueño y la belleza y cultura de sus mujeres lo conquista invariablemente. Como dice la famosa zamba “Nostalgias santiagueñas”:

“forastero que va,

siempre quiere quedarse.

Y del suelo querido

suele prendarse. Ay, Ay, Ay, si, si”

Canal Feijóo habrá de nacer en ese ambiente familiar, amistoso, cordial y no perdió nunca esa bonhomía. Recuerdo que teniendo unos 15 años viajé con él en un auto manejado por mi padre, Canal y yo íbamos atrás. Conversamos casi de igual a igual, me trató como un viejo amigo de su edad y categoría social. Ahí pude advertir después, que el éxito no le había robado la humildad. Era inteligente, alegre, original y buen amigo.

En ese ambiente optimista para el país, no tanto para la provincia, Canal Feijóo comienza su educación. La situación socioeconómica era precaria, presentaba aspectos frágiles aunque se había elevado el nivel de vida y la cultura de la población en forma significativa. Hay muchos arrabales urbanos miserables y en la zona rural sin riego   donde en épocas de sequía se vende el agua, que debe ser llevada frecuentemente por el ferrocarril, la pobreza suele abrumar. Esta indigencia habrá de impactar su espíritu y lo moverá a estudiar sus causas y buscar remedios.

Su capacidad es tan destacada que según el historiador Alén Lascano[13], después de Ricardo Rojas, constituye la figura culminante de la cultura santiagueña.

Nació en 1897 y murió en Buenos Aires el 10 de octubre de 1982 a los 85 años.

Terminados sus estudios primarios y secundarios en nuestra ciudad  los continuó en la universidad de Buenos Aires, recibiéndose de abogado en 1922 a los 25 años. Volvió a nuestra ciudad donde se estableció y ejerció su profesión jurídica, comenzando al mismo tiempo su actividad de pensador original. Más tarde en 1947, contando 50 años, se trasladó a Buenos Aires, ciudad que le ofrecía amplias perspectivas para su labor intelectual.

Fue miembro destacado de la Academia Argentina de Letras, en la que ingresó en 1975 a la edad de 53 años y mereció, ser nombrado presidente de ella, ejerciendo el cargo hasta su fallecimiento. Como homenaje se resolvió nominar esa fecha como el día de la Cultura Provincial[14].

Ha sido uno de los eruditos más distinguido de Santiago del Estero y también de la República Argentina. Fue un intelectual prolífico y polifacético: abogado, historiador, ensayista, escritor, sociólogo, dramaturgo, poeta y psicólogo.

Trabajador incansable se preocupó permanentemente por la búsqueda de la verdad, del progreso del país y de su provincia. Esta inquietud se patentiza y se expresa en sus variados análisis filosóficos y sociológicos.

Su singular capacidad se evidencia de un modo patente en los diversos premios que recibió a lo largo de su vida, seis de ellos otorgados por la  Nación o por instituciones nacionales. Recibió los siguientes:

  1.  Premio Legión de Honor otorgada por Francia en 1934, por la colaboración prestada a los hermanos Wagner  y por la traducción al castellano de los libros de estos distinguidos sabios escritos en francés, en particular su monumental obra “Civilización Chaco- Santiagueña”.
  2. Primer Premio de la Comisión Nacional de Cultura en 1937, con motivo de la obra “Ensayos sobre la expresión popular –artística en Santiago del Estero”.
  3. Primer Premio Municipal de Buenos Aires por su libro “Pasión y muerte de Silverio Leguizamón” en 1938.
  4. Primer Premio Nacional en 1955, por su obra “Alberdi: Constitución y revolución”.
  5. Premio Losada en 1961, por su obra “Alberdi y la proyección sistemática del espíritu de mayo”.
  6. Gran Premio de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) en 1961.

Publicó más de 200 artículos y 40 libros, excluyendo otro que permanece todavía inédito.

En Buenos Aires fue Director del Departamento de Relaciones Culturales de la UBA y Decano de la Facultad de Humanidades de la universidad de La Plata.

No obstante haber pasado más de la mitad de su vida en Buenos Aires, nunca se olvidó de su terruño, visitándola asiduamente. Eso explica la razón de los libros y artículos que versan sobre cuestiones de su cuna, encarados en forma histórica y con visión profundamente filosófica y sociológica.

En Santiago del Estero y antes de su traslado a Buenos Aires, fue uno de los fundadores de la famosa sociedad “La Brasa”, formada por escritores, músicos y pensadores de distinta índole, nacida en 1925 y que constituyó uno de los movimientos intelectuales más fecundos en la provincia. Ésta entidad funcionó durante 22 años, hasta que aproximadamente en 1947 lentamente sus miembros dejaron de reunirse. Muchos atribuyen su desaparición al alejamiento de Canal Feijóo al partir a Buenos Aires, dado que fue su principal animador.

En materia exclusivamente jurídica publicó un trabajo sobre “La unidad de procedimientos judiciales en la República Argentina” en 1918, siendo aún estudiante universitario. Y también dos obras, “Teoría de la ciudad Argentina” y “Alberdi, Constitución y revolución”.

No obstante su espíritu científico y su formación jurídica, Canal Feijóo tuvo también vena poética, cosa poco frecuente en estos casos. Se vinculó al grupo Martín Fierro que se ocupaba especialmente de la poesía. Entre sus obras de este tipo se pueden recordar “Penúltimo poema de fútbol” de 1925 y “Dibujos en el suelo” de 1927. Además editó otros trabajos como “Rueda de la siesta” en 1930, “Nivel de Historia” ensayo histórico  y “Sol alto”.  En 1932 vio la luz “Ñam” (revista cultural) siendo uno de sus impulsores, y por último, su obra considerada fundamental, “Ensayo sobre la expresión popular-artística en Santiago del Estero”, publicada en 1937 a la edad de 40 años, una de sus obras más importantes por las ideas expuestas y porque en ella adelantó muchos de los temas que ampliaría en sus futuros trabajos.

Canal Feijóo elaboró “un ideal de santiagüeñidad”, entendido como “la búsqueda del fundamento de la autoctonía provinciana, preocupación que caracteriza el pensar de sus hijos y que motiva su acción en el tiempo y define la razón de su expresión y el sentido de su comprensión”, sostiene Leoni Pinto[15]. Su producción historiográfica, sostiene este autor, “puede ser considerada como lo más importante de toda su producción intelectual”[16]. Tuvo, agrega más adelante, una actitud renovadora con sus planteos teóricos y metodológicos, “frente al positivismo causalista aceptó a la intuición como parte del proceso cognitivo; la estimó un factor necesario en la creación del conocimiento histórico y confió al historiador la misión de organizar un sistema interpretativo...”[17].

Se ocupó también de los problemas sociales de la nación. Eso explica su interés por la Planificación que estaba de moda en esa época. Un año antes de irse a vivir a Buenos Aires, sus inquietudes intelectuales y su amor a su suelo lo movieron a participar del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (conocido por las siglas de PINOA) que se realizó en nuestra ciudad en 1946, y que mucho le debe a su apoyo e inspiración.

Se interesó, además, por el aprovechamiento integral de los recursos humanos y naturales del país y de la provincia. Creía en la planificación como un instrumento para la transformación social, económica, geográfica, física y cultural de la sociedad sin que esto significara necesariamente una reducción o limitación de la libertad individual.

Según el Licenciado Gustavo Carreras[18], Canal Feijóo no es propiamente un filósofo sino un pensador profundo, que siguiendo el conocido aforismo nietzscheano, “cava profundamente allí donde está parado, convencido que a sus pies está la fuente que encierra lo que busca”. Su inquietud fundamental fue conocer lo argentino y lo santiagueño, para contribuir y colaborar con su mejoramiento y progreso.

            Fue un estudioso profundo del folclore santiagueño, uno de los más ricos y variados del país, penetrado durante la colonización española, por la oposición surgida entre indígenas y conquistadores, cosa que lo preocupó profundamente, esforzándose por encontrarle una explicación y una solución.

            Según Octavio Corvalán[19],  en sus trabajos eligió “el camino más arduo si bien más gratificante: el de estudiar nuestra historia para encontrar sus claves reales...”[20]. Considera además, que halló “... los rasgos definitorios de “nuestro ser nacional” dramático, apresado en una dialéctica férrea de universalismo y telurismo, de vuelo y fracaso, de intuiciones luminosas y de errores incomprensibles”[21].

También le interesó hondamente, la explotación del bosque santiagueño realizada por los obrajes, considerándola un síntoma de la fragilidad institucional que afectaba a la provincia. Estimó que ella la dañó gravemente, tanto en su riqueza física como en su aspecto social, y devastó una de sus mayores riquezas. Leoni Pinto sostiene que Canal Feijóo analizando “la destrucción del paisaje causado por la industria forestal, guiada por un capitalismo salvaje y hombres inescrupulosos, sin respeto a la naturaleza, dio su explicación de esta explotación con una tesis que nos permite comprender la historia socio-económica de medio siglo provinciano”[22]. Por eso, añade un poco más adelante, “que hubiera sido distinto si lo ético y no la máxima ganancia en el mismo tiempo, hubiera guiado la acción de los hombres y la elección de los historiadores para elegir los testimonios con los que comprendieron la historia santiagueña”. Comenta enseguida: “Se trata, es justo clasificarla con precisión, de una interpretación ecológica (*) de la historia local y un proyecto para comprender su cultura, cuyo sentido lo concebía enraizado y mantenido por y en ese paisaje natural”[23].

 (*) La bastardilla es del autor.

Por ello criticó “la interpretación de la historiografía convencional, fundado en documentos administrativos y en los datos conservados por la naturaleza”[24]. Y agrega inmediatamente: “Más que exponer una cronografía de hechos, quiso encontrar  el sentido de su expresión”[25].

Por otra parte, se convirtió en un estudioso casi obsesivo del gran tucumano que fue Alberdi, a quien tuvo como punto de referencia, quizá por sus similitudes dado, que como él, fue abogado, escritor, pensador social y tuvo también una profunda preocupación por lo nacional.

Reconoce en toda sociedad la existencia de una élite cuya función pensante es la de vigilia, es decir advertir y denunciar los problemas que afectan a la comunidad. Considera que el pueblo es el depositario de la tradición, que habla y vive el pasado; de ahí su importancia y la necesidad de que sus conductores lo tengan en cuenta.

Se preocupa especialmente por las cuestiones sociales. Advierte algunas situaciones de opresión que se dan en el país, a las cuales investiga y sugiere formas de superación.

Su análisis es fundamentalmente de carácter “histórico- político”, con la idea de promover  la consumación un proceso felizmente ya iniciado, pero inacabado. Carreras sugiere que las ideas de Canal Feijóo formuladas en su obra “De la estructura mediterránea argentina”, se emparentarían con las sostenidas en la década del 60, por los autores de la conocida “Teoría de la dependencia”. En ese trabajo, Canal Feijóo analiza la destrucción del interior argentino a través de una pedagogía de dominación. Esta tesis sugerente y digna de ser tenida en cuenta por quienes se preocupan por la mejora provincial, merece que sea profundizada.

Se interesó, como era de prever, por el hombre santiagueño. Algunos metropolitanos buscan  divertirse  a costa de los provincianos. De ahí sus bromas tratándolos con cierta superioridad de “cabecitas negras”. Es conocido que en algunos segmentos de las clases altas y medias porteñas, se ha descalificado  al poblador del interior, considerándolo como inepto, perezoso e incapaz de progresar y elevarse intelectualmente. Por eso la preocupación de nuestro autor por analizar estas cuestiones, para poner en claro la verdad del hombre del interior y, en particular, del santiagueño.

También defendió con inteligencia otras cuestiones relacionadas con su patria chica. Canal Feijóo nunca se olvidó ni se avergonzó de su santiagüeñidad, no obstante haber llegado a ser presidente de la Academia Argentina de Letras, quizá, por el contrario, se sintió más santiagueño aún.

Leoni Pinto considera que el sistema interpretativo creado por Ricardo Rojas y Canal Feijóo “se fundó en la erudición e intuición, en la idoneidad técnica y en la responsabilidad moral del historiador, ante el documento y la sociedad respectivamente”[26].

Por su parte, Octavio Corvalán sostiene que, “lo esencial en los postulados de Canal Feijóo es que en su caso el observador, el pensador, el indagador de los fenómenos históricos se situó en el centro mismo de la tierra cuyo destino trataba de descubrir. Su actitud “mediterránea” es la que le permite otear el pasado, el presente y hasta el porvenir de todo el país con los ojos más abiertos que los del “puerto” cuya visión ha estado entorpecida por el tradicional espejismo de Europa”[27].

Corvalán concluye afirmando que el método, la filosofía y hasta el estilo de Canal Feijóo fueron recibidos como si provinieran de una voz lejana, quizás por no aceptar los caminos especulativos de sus contemporáneos capitalinos[28]. Y agrega “Su prédica fue siempre la de no perder de vista la tierra, de no elevarse en abstracciones hasta el punto que las ideas ya no coincidan con la realidad”[29].

Añade luego, “La soledad del pensador argentino lo aquejó como a los autores que él mismo estudió y persiste en su discurso que cada vez cala más hondo en nuestra historia, en nuestra sociedad, en nuestra literatura y hasta en nuestros mitos”.

En conclusión, cuando se analiza la vasta obra de este ilustre santiagueño, no puede menos que reconocerse su enorme mérito intelectual, su capacidad de trabajo y su entrega apasionada por su terruño, que lo hace acreedor del reconocimiento de sus coterráneos. El ilustre abogado y escritor Horacio Rava  lo calificó de “el rebelde de la lírica” por su actitud renovadora del verso y la composición. Por mi parte, lo considero el abogado búho que otea permanentemente la realidad para conocerla y juzgarla. Canal Feijóo fue, como se dijo, un hombre múltiple: un literato, un poeta, un filósofo y, sin duda, otras cosas más, pero sobre todo fue a mi criterio un verdadero jusfilósofo, cosa nada extraña en un abogado eximio, puesto que la justicia, esencia del derecho, a la que supo perseguirla con tesón y de diferentes modos y aspectos, no es sino pura filosofía de la mayor calidad.

                                                       Julio César Castiglione

 
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ANTENOR ÁLVAREZ - SITIAL DE ANTONIO VIRGILIO CASTIGLIONE

Antenor Álvarez

 Por Antonio Virgilio Castiglione

  Antenor Álvarez nació en Santiago del Estero el 2 de mayo de 1864. Era hijo de Juan Francisco Álvarez y Brígida Santillán Guardo. Fueron sus hermanos Francisco, Mercedes, Manuel y José.

D. Antenor fue nieto, por vía paterna, de Manuel Álvarez, y por vía materna, de Felipe Santillán Gramajo. Su padre era un agricultor con una importante finca en el departamento Silípica, denominada “Santa Rosa”.

Egresado en la primera camada de bachilleres del Colegio Nacional (1883), estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó de médico en 1893.

Contrajo matrimonio el 1 de abril de 1897 con su prima Delia Santillán Palacio [1] y tuvieron seis hijos: Delia Brígida, Antenor (h), Gregorio Santiago, Juan Carlos, María Margarita y Roberto.

            El Dr. Álvarez tuvo una vida intensa hasta su fallecimiento, y posee un impresionante currículum vitae: fue médico de policía (1893), médico forense o de Tribunales (1894), médico de sanidad del Ejército, diputado provincial y presidente de la Cámara de Diputados (1895), presidente del Consejo de Higiene (1895), senador provincial por Silípica (1898), presidente del Senado (1898 y 1903), diputado nacional (1904/1908), senador nacional (1909/10), convencional constituyente provincial (1903 y 1911) y presidente de la Convención (1911), presidente del Consejo de Educación, fundador y presidente del Colegio de Médicos (1922).

Fue profesor de Higiene Profesional en la Escuela de Artes y Oficios, delegado del Departamento Nacional de Higiene para estudiar el paludismo, delegado a la Conferencia Nacional sobre la Lepra.

Fue representante de la Liga Argentina contra la Tuberculosis. Su plan resultó exitoso pues provocó la definitiva desaparición del paludismo en la ciudad. La mortalidad del año 1902 fue de: 126 casos; en el año 1903: 13 casos; en el año 1904: 1 caso; en el año 1905: 2;  en el año 1906: 1; y en los años siguientes: ninguno. Gracias a sus planes, también disminuyeron otras endemias por obras cloacales, irrigación racional, pavimentos, etc.

            Es obra suya, como legislador, la ley que autorizó la construcción del Hospital “Independencia”. También hizo aprobar leyes para construcción de cloacas domiciliarias y filtros de depuración.

Comisionado por el Instituto Geográfico Militar Argentino en 1914, efectuó un estudio completo de la climatología, flora, fauna, salubridad, geografía y aguas minerales de la provincia.

Fundó la Cruz Roja Argentina Santiago del Estero (1920) y fue su presidente. Fundó la Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja (1922).

Fundó la Liga contra el Tracoma en el Norte argentino, y fue su presidente; elaboró el plan de defensa contra el tracoma en el Norte argentino y redujo a casi 0 (cero) la morbilidad por tracoma. En algunas localidades había hasta 62% de escolares infectados.

En 1929 la Academia Nacional de Medicina lo incorporó como uno de sus miembros, siendo el primer médico del interior del país en obtener tan alta distinción. 

            El 3/03/1912 fue elegido gobernador de la Provincia, siendo candidato del Unión Nacional, contaba con 48 años de edad, y asumió el día 28/10/1912.

            “Tocóle al Dr. Álvarez reconstruir y abrir derroteros en la administración, ajustando todo con fuertes garfios la desarticulación institucional y administrativa. Recibía una provincia con todos los resortes de la autoridad moral aflojados, no obstante los esfuerzos de los anteriores gobernadores Palacio y Argañarás. Al comienzo su gobierno se desenvolvió en circunstancias tan difíciles, con confabulaciones continuas y tenaces de camarillas. Y mientras en el llano se debatían todas esas pasiones, el gobernante trabajaba en el afán de reconstruir y realizar la obra de verdad y de progreso” [2].

            Entre los actos de su gobierno merecen destacarse los siguientes:

El 12/12/1912, se le otorgó a Añatuya el rango de ciudad, decisión tomada en razón del adelanto comercial, industrial poblacional y edilicio de esa ciudad. En 1913 se reformó la ley de venta de tierras públicas, se creó el taller de imprenta en la cárcel pública, se fundaron centros urbanos, y se pusieron en funcionamiento las obras de cloacas y filtros depuradores. El 26/06/1913 inauguró el Tiro Federal de La Banda.

El 18/07/1913 fundó la Estación Simbolar. El 12/12/1913 fundó Estación Vilmer. En 1914 sancionó la ley de Colonización y fomento de colonias agrícolas. Elevó el proyecto de Código de Procedimientos Civil y Comercial.  

            El 27/08/1914 creó en La Banda la Estación Experimental, para la enseñanza de la agricultura. El 16/09/1914 creó la Comisión Municipal y la biblioteca de Clodomira. El 22/11/1914 la Sociedad de Beneficencia fundó el Asilo Rivadavia, para albergar a mendigos.

El 9/07/1915 fue inaugurado el cuartel del Regimiento 18 de Infantería. También en 1915 inauguró el alumbrado público con lámparas en cada esquina.

El 28/06/1915 creó la Biblioteca “9 de Julio”. El 27/10/1915 creó el escudo de la Provincia. El 5/05/1916 se fundó el Park Lawn Tennis Club.

El 25/05/1916 inauguró la Escuela del Centenario. El 23/07/1916 inauguró el canal a Villa San Martín.

Construyó defensas en el Río Dulce, consistentes en espigones sumergibles de piedra, para proteger al Parque Aguirre y a la ciudad de los avances del río.

Fundó las estaciones de FFCC Ardiles, Palo Negro, Ing. Ezcurra, Árraga y Girardot. Refaccionó el Hospital de Caridad y construyó los mercados de Frías e Icaño.

Durante su mandato como gobernador se fundaron 106 escuelas, se levantaron 24 edificios escolares, se sanearon ciudades y campos y se fomentó la colonización agrícola y ganadera.

Se dictaron leyes sobre colonización agrícola y pastoril.

Creó el Museo de Ciencias Naturales, luego Museo Arqueológico.

            Con la asunción del Dr. Álvarez como gobernador parece evidente el advenimiento de una política de mayor concordia dentro del Estado, decía “El Liberal”, que comentando el mensaje del primer magistrado, expresó: “fue prescindente en la elección de senador, como en las directas que se realizaron más tarde. La neutralidad en política fue su propósito primordial y lo ha cumplido”. “Era evidente” – decía el periódico – “que se estaba en presencia de un hombre, no solamente bien intencionado sino con una gran capacidad de trabajo y una inteligencia superior”.

Esta gestión de gobierno le dio mucha importancia a la agricultura, tanto es así que la superficie total sembrada en la provincia, sea en maíz, trigo, alfalfa, algodón, girasol, caña de azúcar, vid, etc., aumentó de 172.729 hectáreas, en el año 1908, a 236.540 hectáreas, en el año 1914. Destacamos que en el año 1915, en la evolución del PBI, el de la provincia ascendía al 1,50% del de la Nación, siendo entonces el mejor relación de la historia provincial, ya que a partir de 1945 (1,47%) comenzó su inexorable descenso, hasta situarse en el 0,80%, en el año 2006.

            La gobernación del Dr. Álvarez (1912/1916) coincidió con la 1ª Guerra Mundial (1914/1918). Se cerraron los mercados europeos para la exportación de los productos de nuestra provincia, se frenaron las inversiones extranjeras, especialmente las inglesas, en el área de ferrocarriles. Es por ello que, por ejemplo, la producción de durmientes para las redes, sea de trochas ancha o angosta, bajaron de 2.038.935 unidades (en el año 1912), a 1.834.139 (en 1913), a 511.749 (en 1914) y a 352.708 (en 1915).

            El 28 de julio de 1948 el Dr. Álvarez falleció en Santiago del Estero.

El Dr. Antenor Álvarez como Estadista

Al Dr. Álvarez todos lo recuerdan como sanitarista por su acción contra el paludismo y el tracoma. No están equivocados, pues como médico se preocupó por la salud de su pueblo.

Como legislador nacional gestionó ante el gobierno nacional las partidas presupuestarias para construir el Hospital Independencia, que fue el más grande y moderno de su tiempo, equiparado entonces al de San Petersburgo, en Rusia.

            Pero también le preocupaba la educación de su pueblo. Cuando el 3/12/1903 asumió la presidencia del Consejo de Educación dijo: “pondré todas mis energías e indulgencia para mejorar la suerte de cincuenta mil niños que vagan en el dilatado territorio de mi provincia abandonados en la más absoluta ignorancia y barbarie”. Y cuando fue gobernador construyó 130 escuelas en cuatro años.

            En 1915 hizo sancionar la ley que creaba 50 nuevas escuelas, disponiendo se les otorgara los nombres de los congresales de 1816, de los firmantes de la Autonomía en 1820 y de los santiagueños más ilustres de la guerra de la Independencia.

            En 1894, Santiago tenía 93 escuelas, en 1904 tenía 179, y en 1914 tenía 403. En un estudio efectuado del número de escuelas con relación  al número de alumnos, en 1914 nuestra provincia tenía 75 niños por cada escuela. 

            Finalmente, otra faceta de él que no ha sido analizada: la de protector  del medio ambiente. Hoy, en el siglo XXI se habla de la protección del medio ambiente, se dictan leyes protectoras, se recurre al Defensor del Pueblo, etc.

Hace más de 100 años el Dr. Álvarez destacaba la importancia de los árboles y los bosques. En 1903 hizo que 1.000 niños plantaran cada uno un pequeño árbol y que lo cuidara, en lo que sería el futuro Parque Aguirre. De esa manera estaba inculcando a los niños la importancia del árbol, plantarlos y cuidarlos.

Cuando analizaba la defensa de la población en contra del paludismo, destacaba la importancia de los bosques que circundaban las ciudades, pues ellos evitaban que los vientos trajeran los mosquitos a los centros urbanos.

Y cuando estudió la riqueza forestal de la provincia, decía que “es inmensa. Sus bosques seculares cuentan con maderas de construcción, ebanistería, mueblería … Por hoy, la explotación se limita únicamente a durmientes, postes, leña y carbón. La explotación y aprovechamiento racional de la industria maderera está en su comienzo, esbozándose únicamente lo que puede alcanzar su desarrollo en el porvenir, y es acto de previsión administrativa fomentar su desenvolvimiento en beneficio de la economía general del país, por medio de una legislación apropiada, a la vez que garantice la industria forestal, conserve y cuide los bosques, impidiendo la destrucción de los árboles jóvenes, protegiendo su crecimiento y ordenando su explotación en los períodos de su completo desarrollo”.

Hay que destacar que 67 años después la Provincia, y 75 años después la Nación, legislaron lo que el Dr. Álvarez había advertido en 1918. Era, lo que se dice, un visionario.

En la reforma de la Constitución provincial de 1986 se incluyó la norma del art. 62, que estipula que “el bosque será protegido con el fin de asegurar su utilización racional. La provincia promoverá el aprovechamiento integral de los bosques teniendo en cuenta la necesidad de supervivencia, conservación y mejoramiento de las especies, la reposición y la reforestación. 

En la reforma de la Constitución nacional de 1994, se incluyó la norma del art. 41º, que establece el derecho de todos los habitantes a un  ambiente sano; que el daño ambiental generará prioritariamente la obligación de repararlo. Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales y a la preservación del patrimonio natural. 

En diciembre de 2007 se promulgó la ley nacional nº 26.331, conocida como ley de bosques, que contiene los presupuestos mínimos de protección ambiental de los bosques nativos.

Debemos advertir que Santiago del Estero tiene, en el año 2006, el mayor índice del país en relación con la pérdida de bosques nativos: 821.293 hectáreas entre 1998 y 2006.

Su lucha contra el paludismo y el tracoma

Si bien su labor como médico e higienista comienza mucho antes de su labor gubernativa, explicaremos su obra quizás más importante para con la comunidad.

El Dr. Álvarez combatió el paludismo y el tracoma con tanta simplicidad y efectividad, que derrotó ambas enfermedades. No sólo que las erradicó, sino que su enorme tarea fue reconocida mundialmente. En Santiago del Estero mucha gente desconoce esa titánica obra.

            Según el censo de paludismo del año 1902, sobre una población urbana de 11.409 habitantes existían 8.243 enfermos de paludismo (3.562  varones y 4.681 mujeres), dando un porcentaje general de 72,3% de enfermos (31,2% de varones y 41,1% de mujeres), y un promedio de 88,1% de enfermos en la inmediaciones del foco palustre. Y del total de las personas que fallecían, el 55% moría por ese motivo. ¡Él eliminó esa enfermedad!.

Para que tengan una idea de la trascendencia del problema, ¿se imaginan una población de hoy de 300.000 habitantes, y que 216.900 santiagueños padezcan fiebre palúdica? Y pocos saben que una eminencia europea de la época, Giuseppe Sanarelli [3], escribió en octubre de 1924 una carta al Dr. Álvarez manifestando que el plan por él ideado para Santiago del Estero, era el más perfecto jamás diseñado en el mundo para combatir esa enfermedad.

Siguiendo sus recomendaciones, el gobierno de 1903 creó el Parque que luego se denominó “Aguirre”. Era intendente Andrés A. Figueroa. Se convocó a 1.000 niños escolares, y cada uno plantó un eucalipto.

Conmueve pensar que el mayor flagelo sanitario de la historia argentina, la fiebre amarilla que costó la vida de 14.000 porteños durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento, podría haberse evitado con el mismo simple y genial plan del Dr. Álvarez. En efecto, la oportuna parquización de La Boca y San Telmo habría acabado con los esteros donde desovaba el mosquito vector de esa enfermedad que sembró tanta muerte y pánico en aquella época.

            En el caso del tracoma, pocos saben también que en Santiago del Estero, un promedio del 17% de la población estaba afectada por esa enfermedad, que a nivel de chicos de edad escolar llegaba al 33% (el informe elevado a la Nación de diciembre de 1935 dice que sobre 3.721 casos examinados, 1.261 padecían de tracoma). Esta enfermedad de los ojos, con granulaciones exuberantes y abundante supuración, traída por los inmigrantes, llevaba inexorablemente a la ceguera.

El Dr. Álvarez elaboró un plan, lo puso en marcha. Consistía en que las propias maestras de las escuelas les colocaran gotas en los ojos a los niños todos los días. Álvarez supervisó personalmente el plan, combatió la enfermedad y la eliminó. En un Congreso de Oftalmología llevado a cabo en El Cairo (Egipto), destacaron ese plan y recomendaron su aplicación en todo el mundo.

Elogios para su gestión

            “Antenor Álvarez realizó una tarea gubernativa digna de su capacidad científica, de sus vinculaciones nacionales y del renombre conquistado en actividades políticas e intelectuales”. “Todas estas realizaciones -se refería a las obras de gobierno- prestigiaron este período gubernativo, impregnado del culto espíritu del Dr. Álvarez” [4]. 

            “Desde 1912 a 1916 ocupó la primera magistratura el Dr. Antenor Álvarez, caracterizándose ese período por el progreso general, sobre todo en lo educacional” [5].

“El Dr. Antenor Álvarez, ya en 1916, señalaba el riesgo del deterioro ecológico que producía la acción de los obrajes forestales, lo que demostraba un pensamiento de avanzada que no estaba generalizado entre quienes lo antecedieron ni quienes lo sucedieron” [6].

“Desde 1918, al concluir el mandato de Antenor Álvarez, se observa una mengua en la capacidad de gestión de los gobernantes, tanto ante los gobiernos nacionales como ante la propia población provincial” [7].

            “El Dr. Antenor Álvarez, hombre honesto a carta cabal, vivió dignamente en su retiro familiar con los suyos, no reclamó posiciones ni formuló reproches. Fue una figura consular” [8].

            Alfredo L. Palacio, cuando le dedicó su libro“El dolor argentino”, escribió: “Para el Dr. Antenor Álvarez, figura consular en la noble Santiago del Estero”.

            “En Santiago del Estero, ha sido un médico, sin carácter oficial, quien ha combatido el tracoma denodadamente: el Dr. Antenor Álvarez, ex gobernador de la Provincia, publicista eminente y miembro de la Academia Nacional de Medicina.

            “Si ese hombre extraordinario que a los setenta años vive consagrado al bien público, con un desinterés admirable, se le hubiera dado los recursos necesarios, habría desaparecido el tracoma en Santiago del Estero.

“En 1927, el ilustre profesor Ernesto Fusch (médico personal de la reina de Inglaterra), visitó Santiago del Estero, comisionado por el Departamento Nacional de Higiene, para estudiar la conjuntivitis granulosa. Se había puesto en duda la existencia del tracoma. Fusch la comprobó en sus formas más graves, en la Escuela del Centenario, la mejor de Santiago del Estero, que se halla en  centro de la ciudad donde apareció un 17% de tracomatosos en los grados superiores quinto y sexto, que da siempre un porcentaje mejor que el de los grados inferiores”.

            “De acuerdo con las observaciones del profesor Fusch, el Dr. Antenor Álvarez organizó la lucha contra el tracoma en las escuelas de Santiago del Estero, con resultados apreciables, dado la exigüidad de recursos con que contó”.

            “El Dr. Álvarez pidió la cooperación de las maestras en la asistencia social de los niños, en presencia de la terrible enfermedad de la conjuntivitis granulosa, que se desarrollaba extraordinariamente”.

            “Si la salud se quebrantaba por la acción de una endemia, dijo el sabio santiagueño, debe haber un pensamiento de solidaridad para combatir el flagelo, máxime cuando es tan terrible como éste que puede llevarnos a la ceguera, con todo el cortejo de sus miserias. Un pueblo de ciegos es un pueblo de mendigos, pobres y miserables” (apreciaciones formuladas por Alfredo Palacio en la pág. 70,acerca de la acción filantrópica y científica en la lucha contra la endemia del tracoma que azota a la provincia de Santiago del Estero).

Carta de Da. Francisca Jacques (Buenos Aires, 2 de diciembre de 1929).

Dr. Antenor Álvarez

Mi eminente amigo: ya se ha realizado la mitad de mi sueño a su respecto: es Vd. miembro de la Academia de Medicina!

Ahora me falta la otra mitad: que sea el primer premio Nobel de nuestra patria. Lo espero, por más que la tendencia de esos jurados es hacia el europeismo. Lo felicito con entusiasmo. Francisca Jacques

Sus gestiones ante el gobierno federal

En julio de 1905, siendo diputado nacional, Álvarez gestionó ente el ministro de Obras Públicas de la Nación, Alfredo Orma un refuerzo presupuestario para la construcción del canal Tuama a Loreto. La Nación accedió y envió $ 45.000.-

En julio de 1905 gestionó exitosamente ante el Dr. Malbrán el envío de sueros para prevenir la peste bubónica.

            Fue el autor de la ley nacional que dispuso de los fondos nacionales para construir del edificio de la Escuela del “Centenario de la Revolución”, y obtuvo los subsidios para concluir la obra de la Biblioteca Sarmiento, el Colegio de Belén y el Asilo de Huérfanos.

Más:

“Desde el Consejo de Educación, el Dr. Antenor Álvarez creó en 1903 la Inspección Médica Escolar, la Plaza de Ejercicios Físicos, el Museo Escolar Central, estaciones meteorológicas y la Escuela de Telegrafía. Además, intensificó el estudio sobre la creación de escuelas rurales, consideradas por él como una necesidad primaria y organizó el archivo del Consejo desde 1868 a 1903. Potro tópico que le preocupó a Antenor Álvarez fue la destrucción del bosque santiagueño: pregonó desde circulares dirigidas a todas las escuelas, la defensa del bosque y la crítica a la explotación forestal que destruía poblaciones y los recursos de la provincia”.

Fuente: “Historia de las revistas culturales”, de Héctor Daniel Guzmán, Ed. Bellas Alas, 2015, pág. 44).

 ********

[1] Su esposaDelia Santillán Palacio nació el 7/02/1875, descendía de distinguidas familias del medio. Era hija de Gregorio Santillán Gondra, que fuera gobernador de la Provincia, y de Delia Palacio Santillán. Por vía de los Santillán, era sobrina de Mariano Santillán Gondra y prima de José Domingo Santillán Palacio, ambos también gobernadores de la Provincia. Y por vía de los Palacio, era nieta de Santiago Palacio, hermano de Agustina Palacio de Libarona, la “heroína del Bracho”. O sea que ella era su sobrina nieta.

[2] Lugones Vieyra, Rainerio: “Un año de Gobierno del Dr. Antenor Álvarez (1912/1913)”, publicado en “La Libertad”, fundado el 07/11/1913.

[3] Giuseppe Sanarelli (1864/1940), médico, bacteriólogo y científico italiano,  catedrático de higiene en las Universidades de Bolonia y Roma, rector de la Universidad de “La Sapienza” (Roma, en 1922), y Senador del reino de Italia. Cabe mencionar que “La Sapienza” es la Universidad más grande de Europa, creada en el año 1303.

[4] Alén Lascano, Luis C.: “Historia de Sgo. del Estero”, 1996, pág. 484 y 488.

[5] Gargaro, Alfredo: “Historia Argentina Contemporánea” (1862-1930), Vol. IVº, Historia de las Provincias, pág. 418, Ateneo.

[6] Tasso, Alberto: “Ferrocarril, quebracho y alfalfa”, Alción, 2007, pág. 195.

[7] Tasso, Alberto: obra citada, pág. 175.

[8] Castiglione, Virgilio J.: “50 años de política, instituciones y gobernantes”, El Liberal, suplemento de 1948, pág. 173.

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AMALIO OLMOS CASTRO - SITIAL DE ALBERTO TASSO

Amalio Olmos Castro (1885-1947)

Estadístico, sociólogo, defensor de los derechos

Alberto Tasso

En estas páginas refiero lo que sé de Don Amalio Olmos Castro. En el curso de los años fui conociéndolo a través de sus escritos, descubriendo los valores de su trabajo y la conveniencia de ponerlos de relieve, mediante oportunas re-ediciones, o un relato. Eso intentaré en esta reflexión, hilvanando algunos recuerdos de lectura.

Cito la referencia más temprana, del Censo Nacional de 1895: Amalio Olmos tiene 10 años, sabe leer y escribir, y concurre a la escuela de Piedra Blanca, Departamento Fray Mamerto Esquiú, en Catamarca. Dos renglones antes, el cuadernillo registra a Amelia Castro, 35, casada, sabe leer y escribir, posee bienes raíces, de profesión costurera. En la columna “Nº de hijos que ha tenido” responde “5”, pero sólo hay cuatro en el hogar: Ramón 13, Amalio 10, Roberto 8 y Petrona 16.[1]

Esto nos habla de una familia “acomodada”, teniendo en cuenta su capital educativo, la propiedad inmobiliaria, y los apellidos. Los Olmos nos conducen al irlandés Elmtree, que tradujo su apellido en la ciudad de Córdoba, en el siglo XIX.[2] El mismo Amalio nos contará más tarde las redes de su familia en varias provincias.[3]

Un padre y un hijo ausentes. Una mujer muy joven a cargo del hogar. Relaciono este aspecto con las varias intervenciones de Olmos Castro a favor de los derechos de las mujeres. Amelia Castro de Olmos falleció el 7 de julio de 1942, en Catamarca, a los 83 años. Amalio escribió entonces una conmovida semblanza de su madre: “Tuviste para cada uno una frase de consuelo, un acto de caridad para el necesitado y una palabra amable para los indiferentes”. Luego sigue una oración de San Agustín, y el imprimatur concedido por el Obispo José Weimann sugiere que fue publicado como estampa.[4]

Teniendo en cuenta que uno de sus grandes aportes fue remozar el sistema estadístico de registro de los hechos vitales, importa saber cómo y dónde se formó. Pocos días después del terremoto de San Juan, sabiendo que dos bibliotecas se habían derrumbado, dona algunos ejemplares de sus libros y escribe: “He vivido muchos años en San Juan, donde desempeñé el cargo de Director Provincial de Trabajo, Estadística General y Archivo de la Provincia”.[5]

En 1923, teniendo 38 años, se radica en Santiago del Estero. Cinco años después presenta al gobierno de Santiago Maradona un cálculo de la tasa de natalidad basándose en cifras que ha obtenido por su cuenta, y agrega que esa serie no se está llevando en la provincia. El sistema estadístico provincial, que tuvo un período de notable desarrollo en la primera década del siglo, había decaído, y Olmos Castro asumió la tarea de restaurarlo.

En 1935, durante el gobierno de Juan B. Castro, fue designado director General de Estadística, Registro Civil y Trabajo, cargo que desempeñó hasta 1946. En esos 11 años de labor intensa realizó 49 publicaciones, que incluyen anuarios estadísticos, recordaciones históricas, la vivienda obrera, investigaciones sobre ciegos, educación agropecuaria, y especialmente una serie referida a las leyes de trabajo, desde la jornada de 8 horas al trabajo nocturno, el trabajo de las mujeres, y en especial de las empleadas domésticas.

El propósito de esta semblanza excluye el análisis de esa enorme producción, pero permite la mención de algunos momentos destacados en la gestión de Olmos Castro. Uno de ellos fue la visita del senador nacional Alfredo L. Palacios a nuestra provincia, buscando fundamentos empíricos a su proyecto de ley de comedores escolares. Sus viajes despertaron mucha expectativa dada la relevancia que ya entonces tenía su trayectoria pública, y fueron acompañados por numerosas voces de aliento; recordemos, entre otras causas, su apoyo a la ley de sufragio femenino.

 La primera provincia que visité fue Santiago del Estero, regazo de misterio y de leyenda, el más característico de los pueblos de la República, que vive lejos del Atlántico y de los Andes, adentrado, como dice Rojas, en el corazón de la República...[6]

 Palacios se entrevistó con Antenor Álvarez, ex-gobernador, médico y estudioso de notable trayectoria, que en ese momento tenía 70 años y presidía la Cruz Roja, a quien llama “figura consular de aquella provincia”. También destaca la labor de Amalio Olmos Castro, Director de Trabajo, “dignísimo funcionario de Santiago del Estero” y transcribe partes del informe que preparó a su pedido sobre la situación de los trabajadores. Encomia la labor de José F. Castiglione, “que ha realizado una tarea inteligente y tesonera en favor de los niños”, a la sazón presidente del Consejo General de Educación y de la asociación Los Amigos de la Educación. Menciona también al diputado (Antenor) Ferreira, al profesor Domingo Maidana, al coronel Augusto Pereyra, y a muchos otros funcionarios, sin omitir maestras.

Ese mismo año de 1937 una intensa sequía afectó a varios países del continente americano y a las provincias del noroeste argentino, siendo muy intensa en Santiago del Estero. La pérdida de tres cosechas sucesivas y la mortandad de la mayor parte del stock ganadero provocaron una hambruna generalizada en la numerosa población rural, ya afectada por desnutrición y enfermedades endémicas. Olmos Castro realizó una prolija estimación de la magnitud de las pérdidas provocadas en el sector agropecuario por departamento, y su valor económico. Una de sus sugerentes comprobaciones se refiere al descenso de la natalidad ese año, un signo de la gravedad de la crisis.

En los años siguientes profundizó sus estudios sobre las condiciones de vida y trabajo de hacheros y colonos. “El Trabajo” (1942) es un hito en la literatura local, rica por su base empírica, y muy aguda en la interpretación del cuadro social de la provincia.

En 1945, un año antes de su alejamiento de la administración pública de la provincia, publica “Una vida al servicio del público”, una suerte de informe de gestión, donde recopila informes técnicos, cartas y propuestas, acompañados de unas pocas opiniones de otros autores sobre su obra. Se trata, evidentemente, de una autobiografía confeccionada a la manera de un collage. Cuando lo publicó tenía 60 años, una vida lograda, y deseaba dejar un testimonio.

Vale la pena referir que un año antes había tenido lugar una de sus más decididas actuaciones, durante la cual su prestigio y sus capacidades fueron cuestionados. Tras la revolución del 4 de junio de 1943, el nuevo gobierno dispuso la intervención federal de la provincia, a cargo de Brito Arigós. Su ministro de Gobierno, Coronel Alfredo Depetris, dispuso una investigación sobre los obrajes, haciendo eco de numerosas denuncias. Como Director de Trabajo, Olmos Castro realizó inspecciones en obrajes de los departamentos Moreno y 28 de Marzo, y encontró numerosas irregularidades. Instruyó sumarios y aplicó multas a más de diez obrajes, entre ellos Ottavia, de Enrique Compagno. Esta empresa era habitualmente presentada como un modelo de organización social, tutelado por empresarios extranjeros, progresistas y paternales. El informe de Olmos Castro mostraba otra realidad: “la explotación inicua y permanente que se hace a los obreros santiagueños en el obraje del que tanto teme por su reputación social, pero que no ha vacilado en mantener durante 37 años en la mayor miseria a cientos o miles de obreros”.

Los empresarios reaccionaron ante el Estado y la prensa. Compagno solicitó al Ministro del Interior de la Nación que ordenase suspender la publicación de la Memoria de la Delegación Regional de Trabajo y Previsión, en la que aparecía el sumario instruido por Olmos Castro en su visita al establecimiento. Un diario le disparó gruesa artillería editorial,[7] y se objetó su capacidad para entender en materia de leyes laborales, ya que no era abogado. Dos meses después, el nuevo interventor Pascual Semberoiz escucha esas voces y Olmos Castro es separado del cargo mediante una reforma del organigrama: él queda a cargo de la Dirección de Estadística y Registro Civil, y un abogado es designado en la nueva Dirección de Trabajo.

Ana Teresa Martínez interpreta este conflicto como un enfrentamiento entre las leyes del trabajo que impulsa el proto-peronismo, y el capital material y simbólico de los obrajeros. Sostiene también que estaba en discusión el lugar de un nuevo tipo de Estado, autónomo al momento de aplicar la ley, y no subordinado a la presión del interés económico. Pero ese Estado, dice la autora, era débil, y fue colonizado como campo burocrático.[8]

Olmos Castro no ha ahorrado críticas al control feudal de la mano de obra, y es el más preciso, si no el primero, en definir estas formas de patronazgo capitalista[9] o post-colonial. Describe los mecanismos de control patronal, las estrategias para pagar menos a los obreros –o directamente no pagarles- a través de los contratistas, o para apropiarse de las indemnizaciones de salud a través de abogados inescrupulosos.

Sus informes muestran que ha visto los rostros y conocido situaciones que ofenden su sentido de la justicia. Describe técnicamente, con tono sociológico, citando casos de personas y familias a partir de encuestas y entrevistas. Cabe citar que presidió la Junta Honoraria de Investigaciones Sociológicas, creada por su iniciativa mediante Decreto de la Provincia de Santiago del Estero Serie A Nº 1 del 13-1-1943. Por esto es que lo vemos como un claro precursor de la sociología en la tradición más reciente: como Durkheim en Francia, y Latzina en nuestro país, se basa en la estadística.

Perro además del sociólogo vemos al difusor de una buena causa, y al bibliotecario. En el curso de su gestión, Olmos Castro donó doce bibliotecas a otras tantas ciudades de la provincia. Tuve oportunidad de conocer la que existe en la Biblioteca Bernardino Rivadavia de Frías: un mueble equipado con literatura que en buena parte él mismo había editado. Deseaba que las leyes del trabajo estuvieran al alcance de todos, y para eso había que acercarlas a los lectores.

Ahora bien, este hombre actualizado en técnicas y procedimientos estadísticos, de gran capacidad de observación y fino pensamiento sociológico, no tenía título universitario. Sin embargo, a través de su producción que publicaba en revistas de muchas ciudades, fue reconocido en un rango verdaderamente académico: en junio de 1943 la Universidad Nacional de la Plata lo designó miembro correspondiente de su Consejo de Seguridad Social.

Aunque en sus últimos años de honroso desempeño fue sometido a un vendaval de interesadas críticas, muchos no dudaron en mantener su nombre en alto. Veamos cómo lo describe un periódico de Añatuya:

 Las delicadas funciones que Don Amalio Olmos Castro desempeña desde hace tiempo, han encontrado en él al hombre que a fuerza de talento y de extraordinaria capacidad de trabajo, ha sabido imprimirles el sesgo que necesitaban para servir los intereses de la clase trabajadora de la provincia. Su incansable actividad, y la constante preocupación que demuestra por el fiel cumplimiento de las leyes obreras en el dilatado territorio santiagueño, lo han colocado en el pedestal del reconocimiento público, labrándose por sus cabales una reputación solidísima de funcionario capaz y de inquebrantable línea de conducta; de hombre para quién no existen intereses creados, ni privilegios que respetar, cuando de llevar los beneficios de la justicia y de la equidad al elemento obrero se trata. Porque se la sabe así y porque la obra que viene realizando es de aquellas que no admiten discusiones por su innegable eficacia, es que se lo respeta y admira. Todo lo que ha podido influir directamente en la suerte del proletariado santiagueño empezando por la publicación de las leyes cuya difusión era necesaria para su conocimiento y terminando por sus reiterados consejos a las autoridades rurales y delegados departamentales, a fin de que aquellas sean siempre una realidad a la provincia, lo ha llevado a cabo con un celo y dedicación realmente ejemplares. De ahí que no se pueda menos de brindarle sin regateos, el aplauso que merece su actuación como Director de uno de los organismos de mayor importancia del mecanismo gubernamental.[10]

 Creo que la vida de Amalio Olmos Castro representa a un tipo social notable. Se trata del intelectual orgánico -en el sentido que le dio Antonio Gramsci a esta expresión, queriendo decir que se encuentra inserto en la organización burocrática o en otras instituciones relevantes de la sociedad- que no ha perdido la sensibilidad social. Agregaré que combina el saber técnico y científico con la acción política, lo que de algún modo lo coloca ante el clásico dilema que planteó Max Weber. Son visibles las dificultades que se presentan en nuestra provincia en la construcción del espacio público de la defensa de los derechos de sectores sociales populares, o subalternos. Sabemos que Amalio Olmos Castro las vivió intensamente, pero también que no cejó en su empeño y respondió al ideario que lo guiaba con enorme dignidad. La tarea que él impulsó de modo ejemplar no ha concluido.

  

Nota

 Alberto Rodolfo Tasso nació en Ameghino (Provincia de Buenos Aires) en 1943. Residió en Junín y Buenos Aires, y desde 1970 en Santiago del Estero. Estudió sociología (UCA, 1972) y es doctor de la UBA, área historia (FFyL-UBA, 2002). Trabajó en oficinas del estado nacional en Buenos Aires, La Plata y Santiago del Estero. Fue profesor adjunto por concurso en la FFyL-UNT (1984-1988), y profesor asociado ordinario por concurso en la UNSE (1979-2009). Actualmente es investigador adjunto en el CONICET (1991-2009). Ha tenido actividad periodística en diarios y revistas de Junín, Buenos Aires, Tucumán y Santiago del Estero, y en revistas literarias y académicas de Argentina, Brasil, México y España. Asistió a los talleres de Demetrio Urruchúa en Buenos Aires, Álvaro Izurieta en Unquillo, Córdoba, y Alfredo Gogna en Santiago del Estero. Expuso cuadros, libros y objetos en diez muestras individuales y colectivas. Desde 1974 publicó seis libros de poesía, dos de narrativa y cinco de investigación social e historia. En 1997 obtuvo el primer premio de la Revista El Duende, de Jujuy, por su libro La Jornada del Cazador. Integra la Antología de Poesía del Noroeste, siglo XX, compilada por Santiago Sylvester, editada por el Fondo Nacional de las Artes, 2004. Su novela “El informe de la seca” recibió la primera mención en el Concurso de Novela Corta Bienal 2008 organizada por el Consejo Federal de Inversiones. Con Pablo Tasso dirige el sello Barco Edita. Es presidente de la Fundación El Colegio de Santiago, director de la Biblioteca Amalio Olmos Castro, y socio de la Biblioteca Sarmiento. Desde 2003 a 2007 fue Delegado del Fondo Nacional de las Artes en Santiago del Estero, ad honorem. Tiene 65 años y cuatro hijos.

 

[1] La Iglesia de los Santos de los Últimos Días compila hace años censos de todo el mundo: http://pilot.familysearch.org/recordsearch/start.html#start consulta en línea, 30-9-09.

[2] SÁBATO, Ernesto: Sobre héroes y tumbas. Buenos Aires, Emecé, 1964.

[3] OLMOS CASTRO, Amalio: “Árbol Genealógico de la familia Olmos, desde el año 1780 hasta 1943”. Edición del autor, Santiago del Estero, 1945. Cfr. Biblioteca 9 de Julio.

[4] OLMOS CASTRO, Amalio (1945): Una vida al servicio del público. Santiago del Estero. Pp. 140-141.

[5] Op. cit. pp. 239-240.

[6] PALACIOS, Alfredo: “Informe”, Diario de la Cámara de Senadores, 4ª a 7ª reunión, 3ª sesión ordinaria, 15, 16, 22 y 24 de junio de 1937, pp. 11-287.

[7] “La ‘denuncia’ como atraco aparentemente legal”. El Liberal, 21-11-43.

[8] MARTÍNEZ, Ana T.: “Obrajes, leyes del trabajo y prácticas políticas. Las luchas por la construcción del Estado en el proto-peronismo. Santiago del Estero, 1943-1945”. Revista Andina, Nº 44, Cusco, 2007. pp. 117-141.

[9] Tema que más tarde retomará Hebe Vessuri. Cfr. “Tenencia de la tierra y estructura social en Santiago del Estero”. Tesis doctoral, London School of Economics, 1971.

[10] Noticias, Edición extraordinaria, Añatuya, Enero 1943.

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