GACETILLA

GASPAR XUÁREZ - SITIAL DE ANA MARIA GIMÉNEZ

Don Gaspar XuArez

 Dra. Ing. Ftal. Ana María Giménez

 Cuando se nos encomienda optar por una personalidad santiagueña para ser patrono académico de nuestro sitial en la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero, son dos las opciones que se presentan: seleccionar una descollante personalidad en el área del saber que uno entiende, o pensar en el primero, el que inició un camino.

Yo elegí la segunda alternativa, y en él represento a todos los que forjaron y escribieron la historia natural de Santiago del Estero y del país.

Por ello Gaspar Xuáres. Esta es su biografía y su legado.…..

Si se tiene presente que la época colonial, y aun la que inmediatamente siguió a la Independencia, fue exigua en hombres científicos y en literatos de nota, oriundos del país, y se recuerda que Alonso Frías y Gaspar Xuárez eran santiagueños, llegaron a conquistarse justa y merecida fama de hombres de ciencia. Fue la provincia de Santiago del Estero una de las regiones argentinas que ha dado a la historia científica nacional mayor y más lucido contingente de varones insignes por su talento y erudición, por sus escritos científicos y por su sabia labor[1].

La presencia de los jesuitas durante el siglo XVIII en el territorio nacional, significó entre otras cosas el conocimiento de las ciencias naturales en la región del Plata que progresaron gracias a naturalistas pertenecientes a la Compañía de Jesús.

Numerosos jesuitas se dedicaron al estudio y la enseñanza de las ciencias naturales. Esos conocimientos formaban parte de los estudios de Artes "como medio importantísimo para bien espiritual y eterno de españoles e indios...". Entre los jesuitas notables de Argentina y regiones vecinas de América del Sur, que pueden mencionarse por sus trabajos intelectuales se destacan: los padres Lozano, Guevara, Sánchez Labrador, Llano Zapata, Falkner, Xuárez, Morales Godoy, Torres, Molina y muchos otros.[2] (

 Gaspar Xuárez(1731-1804) naturalista y botánico, nació en la provincia de Santiago de Estero (Argentina) el 11 de junio de 17313. Fueron sus progenitores Don Gaspar Xuárez Babiano y Doña María Narcisa Díaz Caballero. “Los Juárez Babiano de Santiago, familia hoy extinguida, eran numerosos a comienzos del siglo XVIII”, escribe el Sr. Ricardo Rojas4.

La familia Xuárez no era desconocida a los jesuitas; aun mucho antes de entrar Gaspar en la Compañía de Jesús y así se encuentran ciertas noticias sobre las relaciones que ya en 1736 tenía el progenitor del futuro jesuita con el colegio Tarija, según documentos que aun se conservan[3].

Estudió en el Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat, e ingresa a la Compañía de Jesús el 1 de septiembre en 1748, donde cursa filosofía y teología en la Universidad de Córdoba. Enseñó filosofía y teología en Córdoba del Tucumán. Según estos datos debió de ordenarse de sacerdote en 1761.

La principal ocupación de Juárez, mientras estuvo en tierra argentina, no fue tanto la de misionero, cuanto la de profesor. Enseñó humanidades, filosofía y teología moral en las aulas de Córdoba, y cuando en 1767 sobrevino la expulsión, ocupaba la cátedra de Derecho[4]. Esta ciencia de las leyes “por ser sumamente necesaria y útil, ha sido siempre mi estudio continuo y particular no solamente de Jesuita, sino también después de la Extinción”, escribía el mismo Juárez en 1789[5].

 Fue maestro de Gregorio Funes, el futuro Deán, confesor de su madre doña Josefa Bustos y amigo íntimo de don Ambrosio Funes, hermano de Gregorio, y, como él, hombre culto y erudito. Vinculado con tales amigos y atareado en la enseñanza, ocupábase con celo y abnegación, como sacerdote y profesor, cuando fue súbitamente sorprendido y aprisionado en julio de 1767, con los demás moradores de la Universidad, colegio Máximo y convictorio que en Córdoba tenían los Jesuitas.

El P. Xuárez mantuvo una extensa y profunda amistad con la familia Funes durante toda su vida. La relación epistolar con ellos fue intensa, y esas cartas permitieron conocer muchos detalles de la vida del P. Xuárez y del devenir histórico. Así opinaba de don Ambrosio Funes: “fue él uno de los hombres más conspicuos con que contó la ciudad de Córdoba en la época de nuestra emancipación política, como lo patentiza el hecho de haber sido Gobernador de aquella provincia en 1816 y 1817. Su mayor anhelo fue siempre el de ver restaurada la Compañía de Jesús e ingresar él mismo en ella”.[6]

 Años después escribió el mismo Xuárez sobre el destierro, y en ella recuerda con profundo dolor aquellos días de amargura y pesar. “Lo que nos causó mayor pena fue el vernos forzados a dejarlos (a los indios) sin decirles un adiós; no solamente a nuestros padres naturales, hermanos, hijos en Cristo, que los habíamos reengendrado por el Evangelio, como el Apóstol San Pablo. Esto fue lo que entonces, y aun ahora, nos causa mayor pesar, tristeza, angustia de corazón, y lágrimas de nuestros ojos” 7.

 Su vida en Europa

 En julio de 1767, la Orden fue expulsada de América por el rey de España Carlos III. A principios del año de 1768 llegaron los expulsos a las hospitalarias playas de Italia, y Xuárez, que contaba con 36 años, junto con los demás miembros de la Provincia del Paraguay, se radicó en la ciudad de Faenza, donde permaneció hasta 1773, año en que se extinguió la Compañía de Jesús.

En su correspondencia con los Funes aparece cuánto sintió el haber tenido que dejar el patrio suelo y el no poder volver al mismo. Ni el trascurso de los años, ni la amistad de los literatos italianos de la época, ni el éxito que llegó a obtener con sus escritos entibiaron en él el sagrado fuego del amor y cariño a la tierra de su nacimiento.

Posteriormente se estableció en Roma. El preclaro historiador italiano Felipe Gilii (1721-1789) y un sacerdote romano por nombre César Majoli, instaron a Xuárez para que formara en Roma un jardín de plantas exóticas (indígenas de América). Así lo hizo nuestro jesuita santiagueño. Al pie del monte Gianicolo cercó un área de terreno, y en 1789 inauguró lo que poco después era conocido en toda Roma con el nombre de “Orto Yndico”. Giovanni Bufallini, ecónomo de la Fábrica de San Pedro, ofreció, poco después un terreno más amplio y mejor situado a la falda del collado y a este nuevo local trasladó Xuárez su jardín, que fue conocido desde entonces con el título de “Orto Vaticano Yndico”, destinado a cultivar plantas exóticas, como se llamaba a las indígenas de América.

Las observaciones que hizo Xuárez en este singular jardín dieron materia a él y a su amigo Gilii, para componer y publicar desde 1790 a 1793 los tomos de estudios fitológicos en los que describieron las propiedades de algunas de las plantas que con tanto afán cultivaban.

Escribe en 1782 acerca del proyecto comunicado por don Ambrosio Funes, de fundar una academia funesiana, que, sabiamente aconseja llamar más bien Academia nacional de ciencias, de bellas artes, de historia, etc. y recomienda que en ella se discutan cuestiones como esta: “¿qué cosa es el hombre americano y sus derechos”[7].

Fue confesor y director espiritual de muchos jesuitas que vivían en Roma. Gracias a la amistad con el deán Ambrosio Funes y su hermano Gregorio, sus discípulos en Córdoba, pudo ayudar a sobrevivir a sus compañeros desterrados. Quiso volver a América en 1798, como misionero, pero no pudo hacerlo. El Papa Pio VII, lo nombra revisor de las causas de beatificación.

Su correspondencia y sus múltiples escritos demuestran que, aunque lejos del solar patrio, escaso de medios y rodeado de privaciones, trabajó sin cesar para dar a conocer y enaltecer el nombre de su americana tierra.

Su obra escrita

1- Botánico

Gaspar Xuárez desarrolló sus investigaciones en Italia y recibió influencia de botánicos europeos entre los que se pueden mencionar Cavanilles (botánico español, uno de los primeros científicos españoles en utilizar los nuevos procedimientos taxonómicos de Carlos Linneo y una de la figuras más importantes de la ciencia ilustrada en España). Es el principal precursor nacional de las teorías modernas sobre el ordenado aprovechamiento de los recursos naturales y el desarrollo sostenible. También tuvieron ascendiente en su formación botánica Ruiz, Pavón y A. L. de Jussieu.

De estos eruditos adoptó sus métodos. No sólo describió las propiedades medicinales de las plantas o sus aplicaciones, como lo hacía la escuela jesuita, sino que realizó sus descripciones y precisó los nombres científicos de las mismas.

Su obra botánica más importante la constituyen los tres fascículos de Osservazioni Fitologiche de algunas plantas exóticas introducidas en Roma, publicadas en colaboración con Filippo L. Gilii en Roma en los años 1789, 1790 y 1792.

En ellos desarrollan temas como el valor de las plantas cultivadas, considerando la sexualidad y forma de reproducción, anatomía y analogía entre animales y vegetales. La mayoría de las plantas descriptas son sudamericanas y habían sido cultivadas por los aborígenes antes del descubrimiento de América.

La particularidad más notable de la obra es que aplica la nomenclatura linneana[8]. La Taxonomía de Linneo clasifica a los seres vivos en diferentes niveles jerárquicos, comenzando originalmente por el de Reino.

El primer fascículo consta de 64 páginas y diez láminas. Inicia el primer capítulo con Disertación previa sobre las plantas en general, donde se comenta sobre la diversidad de especies vegetales en el planeta. A continuación inicia la descripción de diez especies, tratando aspectos morfológicos, taxonómicos, de cultivo y usos. Una vez finalizadas las descripciones están las fitografías. Las observaciones se realizaron en el Huerto Vaticano Indico. Los autores manifiestan la curiosidad de saber cómo se comportan las simientes americanas  en el cielo romano (Xuárez, 1789).

El texto tiene la aprobación de S. Onofrio, Maestro del Sagrado Palacio Apostólico, que manifiesta que los contenidos del libro no se oponen en nada al catolicismo y a las buenas costumbres por lo que autoriza su publicación.

El segundo fascículo (1790) contiene Disertación sobre Anatomía Vegetal indicando el sistema de tejidos vegetales, sus características histológicas y su fisiología (70 pág. y 10 láminas).

Tercer fascículo (1792) se titula: Disertación sobre Analogías entre animales y vegetales. Consta de una parte general y la descripción de 10 especies y 100 pág.

A continuación de cada capítulo introductorio describe sucesivamente diez especies siguiendo el método: nombre latino, nombre vulgar italiano, siglas, sinónimos, nombre vernáculo y bibliografía, clase linneana, descripción latina, meses que florece en Roma, origen geográfico de la especie, método de cultivo, aplicaciones y usos, iconografía. Los tres fascículos cuentan con dibujos de las especies descriptas realizados por Cesar Majoli. Entre las plantas descriptas están: papaya, banano, remolacha, camote, maní, papa, tomate, etc.

En carta del 7 de Julio del mismo año, escribía Xuárez a Funes: “le mando a Ud. para que vea el primer tomo de plantas forasteras para Roma y Americanas, que con otro compañero que me ha ayudado para pagar la imprenta, que yo no podía imprimirlas solo, di a luz el año pasado y de la misma suerte daré a luz cada año hasta que pueda. Esta obrita y su continuación para mi no es de ocupación ni de gran trabajo, sino solamente de diversión, o una variación de otros estudios más serios, y más proficuos, que tengo entre manos y voy disponiendo para la imprenta, si el cielo prospera mis trabajos[9].

 Por todo el contexto se deduce que Filippo Gilii, que aparece en la portada como autor en unión con Xuárez no tuvo participación en la composición de esta obra, pues abiertamente y en tres ocasiones diversas afirma de Gilii que sólo ad honorem y en agradecimiento a su ayuda pecuniaria se le hace aparecer en la obra como autor.[10]

Llegó a publicar un cuarto libro, por dichos de Xuárez que en 1795 afirma haber publicado cuatro tomos de “Observaciones fitológicas” y en el prólogo a la “Florae Peruvianae...” (Roma, 1797) escribe que el argumento de esta obra es casi el mismo que el que yo junto con mi compañero Felipe Gilii he estado publicando, y continuaré publicando, con el titulo de Osservazioni... etc.,” in lucem publicam emissi et emittere pergam”.

Es curioso que estas publicaciones que en opinión de Xuárez eran las menos valiosas, hayan sido las que contribuyeron a darle renombre y gloria, aun fuera de su patria

Estos escritos de Xuárez granjearon a su autor una justa nombradía como botánico, de suerte que ya en 1794 nuestro santiagueño es incluido por eminencias como Hipólito Ruiz y José Pavón entre los grandes botánicos de aquel tiempo. Ruiz, fue un insigne botánico y explorador español, nombrado en 1777 director de la expedición para el estudio de la Flora del Perú y Chile. Eran botánicos de dicha Comisión Pavón y el francés Dombey. Su obra más relevante Flora Peruanæ et Chilensis Prodromus, sive novorum generum plantarum peruvianorum et chilensis descriptiones et icones por H. Ruiz y J. Pavón. (Madrid, 1794). Gaspar Xuárez escribe el prólogo de tan valiosa obra. Los botánicos Ruiz y Pavón, le dedicaron el género Xuarezia (Escrofulariaceae) y Gilia, (Polemoniacea) dedicado a Filipp Gilii.

Otras publicaciones

 En 1788 escribía a don Ambrosio Funes que “realmente desearía a imitación de otros americanos, que han dado aquí a luz las Historias de sus respectivas Provincias, sacar yo también a luz la Historia de la nuestra o del Virreinato establecido: en tres tomos: 1º que Comprendiesen la Historia Natural; 2º la Civil; 3º la Eclesiástica o Espiritual. La empresa de una Historia semejante es muy ardua no tanto por la falta de materiales cuanto porque no se puede ni la verdad del hecho, ni la justa reflexión con la libertad que se debe, principalmente en los tiempos presentes”.[11]

Escribió una historia eclesiástica y una historia natural del Río de la Plata que se publicaría junto con la historia civil de F. Javier Iturri, actualmente perdida.

En 1798 publicó Juárez una “Vida iconológica de San Francisco Javier”, que fue un tributo de gratitud al santo por haberle salvado la vida en 1781, como nos lo refiere el mismo Juárez en una de sus cartas más sensibles y patéticas”[12].

En ella expone la miseria en que vivían los jesuitas expulsados de América, cuyo único haber se reducía a la corta pensión que les pasaba el Rey, y a los insignificantes estipendios de las misas.

 Escribió Elogia de la señora María Josefa Bustos, americana, Roma 1797. La gratitud de esta noble matrona (madre de los Funes) lo indujo a escribir en pocos días y editar con la cooperación pecuniaria de sus compañeros de destierro, una breve pero bellísima relación biográfica de doña Josefa “para eterna memoria de una mujer tan heroica, y para darla a conocer a la Europa y a la América”[13], según se expresaba el mismo Juárez.

 Tres años más tarde terminó sus días otra mujer singular. Nadie ignora cuál fue la vida y cuáles las virtudes de la venerable María Antonia de la Paz y Figueroa, conocida también con el apelativo de “la beata de los Ejercicios” y aun con el más popular de “madre Antula”. Fue ella la vestal sagrada que cuidó con asiduidad y amor, desde 1767 hasta 1800, que el fuego sagrado del afecto que los argentinos profesaban a los jesuitas, no se extinguiera ni amenguara, antes bien se propagara y aumentara con el uso y práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

 Murió en Roma, en 3 de Enero 1804, a los 74 años de edad, cuando aún no había perdido su empeño por la experimentación y el aprendizaje, en el Gesù, iglesia madre de la Compañía de Jesús.

 Gaspar Xuárez ha trascendido el ámbito nacional y el tiempo.

Como botánico en Argentina, Xuárez es poco conocido ya que ni Hicken, en su historia de la Botánica Argentina (1923) ni Domínguez (1928) en la introducción histórica de su Materia Médica Argentina, dan noticias de este autor[14]. Tampoco lo citan Kurtz (1913); Hauman y Catellanos (1922) y Castellanos, Perez Moreau (1941).

Posiblemente la razón de su olvido es que su obra botánica es rarísima en las bibliotecas argentinas. Analizando los trabajos de P. Furlong[15], el destacado botánico argentino, Ing. Agr. Lorenzo Parodi puede conocer su obra y detalles de su vida. Al crear el "Herbario de la Facultad de Agronomíade la UBA en 1962, tiene el honor de colocar el nombre de Gaspar Xuárez, en homenaje al primer botánico argentino.

También el Jardín botánico de la "Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Católica de Córdoba, universidad jesuita, lleva en su honor el nombre de "Jardín Botánico Gaspar Xuárez”. En el día de su inauguración se hace una importante reseña sobre la relación cronológica e histórica que une el proyecto de la UCC con un línea de trabajo que se remonta al siglo XVII, destacándose así la tradición de la Compañía de Jesús en la búsqueda de una visión interdisciplinaria y complementaria entre todas las ciencias; remarcando que "la diversidad biológica es obra de Dios"; y es teniendo presente este concepto que profesores y ecologistas, comprometidos con la naturaleza y con la docencia, construyen estas nuevas "arcas" en tierra firme rescatando, para las próximas generaciones, el legado inigualable de la flora.

La trayectoria del padre Gaspar Xuárez puede resumirse en pocos pero contundentes párrafos: el autor de nuestra primera Historia Natural, fundador de Orto Vaticano Yndico, editor del Prodromus Florae Chilensis etv Peruvianae, autor de valiosos volúmenes de botánica, amigo y corresponsal de Hipólito Ruiz y José Pavón, historiador, jurisconsulto, teólogo, y sobre todo naturalista de nota y distinción.

 A estos títulos que podrían bastar para inmortalizar el nombre de Xuárez, se debe agregar otros: el de profesor de la Universidad Cordobesa, el de corresponsal de los Funes, y sobre todo el de director espiritual, en América primero y después e Italia, de aquella privilegiada mujer santiagueña que la historia recuerda con el nombre de María Antonia de la Paz y Figueroa.

Si bien elegí el sitial por ser la primera referencia argentina en la Ciencia Botánica, hoy elijo a Gaspar Xuárez por su vida intensa y comprometida con Dios, con su prójimo, con su americanismo, su santiagueñidad, su amistad, su comunicación y su eterna ilusión del hacer.

 
 
 
 
 
 

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