GACETILLA

AMALIO OLMOS CASTRO - SITIAL DE ALBERTO TASSO

Amalio Olmos Castro (1885-1947)

Estadístico, sociólogo, defensor de los derechos

Alberto Tasso

En estas páginas refiero lo que sé de Don Amalio Olmos Castro. En el curso de los años fui conociéndolo a través de sus escritos, descubriendo los valores de su trabajo y la conveniencia de ponerlos de relieve, mediante oportunas re-ediciones, o un relato. Eso intentaré en esta reflexión, hilvanando algunos recuerdos de lectura.

Cito la referencia más temprana, del Censo Nacional de 1895: Amalio Olmos tiene 10 años, sabe leer y escribir, y concurre a la escuela de Piedra Blanca, Departamento Fray Mamerto Esquiú, en Catamarca. Dos renglones antes, el cuadernillo registra a Amelia Castro, 35, casada, sabe leer y escribir, posee bienes raíces, de profesión costurera. En la columna “Nº de hijos que ha tenido” responde “5”, pero sólo hay cuatro en el hogar: Ramón 13, Amalio 10, Roberto 8 y Petrona 16.[1]

Esto nos habla de una familia “acomodada”, teniendo en cuenta su capital educativo, la propiedad inmobiliaria, y los apellidos. Los Olmos nos conducen al irlandés Elmtree, que tradujo su apellido en la ciudad de Córdoba, en el siglo XIX.[2] El mismo Amalio nos contará más tarde las redes de su familia en varias provincias.[3]

Un padre y un hijo ausentes. Una mujer muy joven a cargo del hogar. Relaciono este aspecto con las varias intervenciones de Olmos Castro a favor de los derechos de las mujeres. Amelia Castro de Olmos falleció el 7 de julio de 1942, en Catamarca, a los 83 años. Amalio escribió entonces una conmovida semblanza de su madre: “Tuviste para cada uno una frase de consuelo, un acto de caridad para el necesitado y una palabra amable para los indiferentes”. Luego sigue una oración de San Agustín, y el imprimatur concedido por el Obispo José Weimann sugiere que fue publicado como estampa.[4]

Teniendo en cuenta que uno de sus grandes aportes fue remozar el sistema estadístico de registro de los hechos vitales, importa saber cómo y dónde se formó. Pocos días después del terremoto de San Juan, sabiendo que dos bibliotecas se habían derrumbado, dona algunos ejemplares de sus libros y escribe: “He vivido muchos años en San Juan, donde desempeñé el cargo de Director Provincial de Trabajo, Estadística General y Archivo de la Provincia”.[5]

En 1923, teniendo 38 años, se radica en Santiago del Estero. Cinco años después presenta al gobierno de Santiago Maradona un cálculo de la tasa de natalidad basándose en cifras que ha obtenido por su cuenta, y agrega que esa serie no se está llevando en la provincia. El sistema estadístico provincial, que tuvo un período de notable desarrollo en la primera década del siglo, había decaído, y Olmos Castro asumió la tarea de restaurarlo.

En 1935, durante el gobierno de Juan B. Castro, fue designado director General de Estadística, Registro Civil y Trabajo, cargo que desempeñó hasta 1946. En esos 11 años de labor intensa realizó 49 publicaciones, que incluyen anuarios estadísticos, recordaciones históricas, la vivienda obrera, investigaciones sobre ciegos, educación agropecuaria, y especialmente una serie referida a las leyes de trabajo, desde la jornada de 8 horas al trabajo nocturno, el trabajo de las mujeres, y en especial de las empleadas domésticas.

El propósito de esta semblanza excluye el análisis de esa enorme producción, pero permite la mención de algunos momentos destacados en la gestión de Olmos Castro. Uno de ellos fue la visita del senador nacional Alfredo L. Palacios a nuestra provincia, buscando fundamentos empíricos a su proyecto de ley de comedores escolares. Sus viajes despertaron mucha expectativa dada la relevancia que ya entonces tenía su trayectoria pública, y fueron acompañados por numerosas voces de aliento; recordemos, entre otras causas, su apoyo a la ley de sufragio femenino.

 La primera provincia que visité fue Santiago del Estero, regazo de misterio y de leyenda, el más característico de los pueblos de la República, que vive lejos del Atlántico y de los Andes, adentrado, como dice Rojas, en el corazón de la República...[6]

 Palacios se entrevistó con Antenor Álvarez, ex-gobernador, médico y estudioso de notable trayectoria, que en ese momento tenía 70 años y presidía la Cruz Roja, a quien llama “figura consular de aquella provincia”. También destaca la labor de Amalio Olmos Castro, Director de Trabajo, “dignísimo funcionario de Santiago del Estero” y transcribe partes del informe que preparó a su pedido sobre la situación de los trabajadores. Encomia la labor de José F. Castiglione, “que ha realizado una tarea inteligente y tesonera en favor de los niños”, a la sazón presidente del Consejo General de Educación y de la asociación Los Amigos de la Educación. Menciona también al diputado (Antenor) Ferreira, al profesor Domingo Maidana, al coronel Augusto Pereyra, y a muchos otros funcionarios, sin omitir maestras.

Ese mismo año de 1937 una intensa sequía afectó a varios países del continente americano y a las provincias del noroeste argentino, siendo muy intensa en Santiago del Estero. La pérdida de tres cosechas sucesivas y la mortandad de la mayor parte del stock ganadero provocaron una hambruna generalizada en la numerosa población rural, ya afectada por desnutrición y enfermedades endémicas. Olmos Castro realizó una prolija estimación de la magnitud de las pérdidas provocadas en el sector agropecuario por departamento, y su valor económico. Una de sus sugerentes comprobaciones se refiere al descenso de la natalidad ese año, un signo de la gravedad de la crisis.

En los años siguientes profundizó sus estudios sobre las condiciones de vida y trabajo de hacheros y colonos. “El Trabajo” (1942) es un hito en la literatura local, rica por su base empírica, y muy aguda en la interpretación del cuadro social de la provincia.

En 1945, un año antes de su alejamiento de la administración pública de la provincia, publica “Una vida al servicio del público”, una suerte de informe de gestión, donde recopila informes técnicos, cartas y propuestas, acompañados de unas pocas opiniones de otros autores sobre su obra. Se trata, evidentemente, de una autobiografía confeccionada a la manera de un collage. Cuando lo publicó tenía 60 años, una vida lograda, y deseaba dejar un testimonio.

Vale la pena referir que un año antes había tenido lugar una de sus más decididas actuaciones, durante la cual su prestigio y sus capacidades fueron cuestionados. Tras la revolución del 4 de junio de 1943, el nuevo gobierno dispuso la intervención federal de la provincia, a cargo de Brito Arigós. Su ministro de Gobierno, Coronel Alfredo Depetris, dispuso una investigación sobre los obrajes, haciendo eco de numerosas denuncias. Como Director de Trabajo, Olmos Castro realizó inspecciones en obrajes de los departamentos Moreno y 28 de Marzo, y encontró numerosas irregularidades. Instruyó sumarios y aplicó multas a más de diez obrajes, entre ellos Ottavia, de Enrique Compagno. Esta empresa era habitualmente presentada como un modelo de organización social, tutelado por empresarios extranjeros, progresistas y paternales. El informe de Olmos Castro mostraba otra realidad: “la explotación inicua y permanente que se hace a los obreros santiagueños en el obraje del que tanto teme por su reputación social, pero que no ha vacilado en mantener durante 37 años en la mayor miseria a cientos o miles de obreros”.

Los empresarios reaccionaron ante el Estado y la prensa. Compagno solicitó al Ministro del Interior de la Nación que ordenase suspender la publicación de la Memoria de la Delegación Regional de Trabajo y Previsión, en la que aparecía el sumario instruido por Olmos Castro en su visita al establecimiento. Un diario le disparó gruesa artillería editorial,[7] y se objetó su capacidad para entender en materia de leyes laborales, ya que no era abogado. Dos meses después, el nuevo interventor Pascual Semberoiz escucha esas voces y Olmos Castro es separado del cargo mediante una reforma del organigrama: él queda a cargo de la Dirección de Estadística y Registro Civil, y un abogado es designado en la nueva Dirección de Trabajo.

Ana Teresa Martínez interpreta este conflicto como un enfrentamiento entre las leyes del trabajo que impulsa el proto-peronismo, y el capital material y simbólico de los obrajeros. Sostiene también que estaba en discusión el lugar de un nuevo tipo de Estado, autónomo al momento de aplicar la ley, y no subordinado a la presión del interés económico. Pero ese Estado, dice la autora, era débil, y fue colonizado como campo burocrático.[8]

Olmos Castro no ha ahorrado críticas al control feudal de la mano de obra, y es el más preciso, si no el primero, en definir estas formas de patronazgo capitalista[9] o post-colonial. Describe los mecanismos de control patronal, las estrategias para pagar menos a los obreros –o directamente no pagarles- a través de los contratistas, o para apropiarse de las indemnizaciones de salud a través de abogados inescrupulosos.

Sus informes muestran que ha visto los rostros y conocido situaciones que ofenden su sentido de la justicia. Describe técnicamente, con tono sociológico, citando casos de personas y familias a partir de encuestas y entrevistas. Cabe citar que presidió la Junta Honoraria de Investigaciones Sociológicas, creada por su iniciativa mediante Decreto de la Provincia de Santiago del Estero Serie A Nº 1 del 13-1-1943. Por esto es que lo vemos como un claro precursor de la sociología en la tradición más reciente: como Durkheim en Francia, y Latzina en nuestro país, se basa en la estadística.

Perro además del sociólogo vemos al difusor de una buena causa, y al bibliotecario. En el curso de su gestión, Olmos Castro donó doce bibliotecas a otras tantas ciudades de la provincia. Tuve oportunidad de conocer la que existe en la Biblioteca Bernardino Rivadavia de Frías: un mueble equipado con literatura que en buena parte él mismo había editado. Deseaba que las leyes del trabajo estuvieran al alcance de todos, y para eso había que acercarlas a los lectores.

Ahora bien, este hombre actualizado en técnicas y procedimientos estadísticos, de gran capacidad de observación y fino pensamiento sociológico, no tenía título universitario. Sin embargo, a través de su producción que publicaba en revistas de muchas ciudades, fue reconocido en un rango verdaderamente académico: en junio de 1943 la Universidad Nacional de la Plata lo designó miembro correspondiente de su Consejo de Seguridad Social.

Aunque en sus últimos años de honroso desempeño fue sometido a un vendaval de interesadas críticas, muchos no dudaron en mantener su nombre en alto. Veamos cómo lo describe un periódico de Añatuya:

 Las delicadas funciones que Don Amalio Olmos Castro desempeña desde hace tiempo, han encontrado en él al hombre que a fuerza de talento y de extraordinaria capacidad de trabajo, ha sabido imprimirles el sesgo que necesitaban para servir los intereses de la clase trabajadora de la provincia. Su incansable actividad, y la constante preocupación que demuestra por el fiel cumplimiento de las leyes obreras en el dilatado territorio santiagueño, lo han colocado en el pedestal del reconocimiento público, labrándose por sus cabales una reputación solidísima de funcionario capaz y de inquebrantable línea de conducta; de hombre para quién no existen intereses creados, ni privilegios que respetar, cuando de llevar los beneficios de la justicia y de la equidad al elemento obrero se trata. Porque se la sabe así y porque la obra que viene realizando es de aquellas que no admiten discusiones por su innegable eficacia, es que se lo respeta y admira. Todo lo que ha podido influir directamente en la suerte del proletariado santiagueño empezando por la publicación de las leyes cuya difusión era necesaria para su conocimiento y terminando por sus reiterados consejos a las autoridades rurales y delegados departamentales, a fin de que aquellas sean siempre una realidad a la provincia, lo ha llevado a cabo con un celo y dedicación realmente ejemplares. De ahí que no se pueda menos de brindarle sin regateos, el aplauso que merece su actuación como Director de uno de los organismos de mayor importancia del mecanismo gubernamental.[10]

 Creo que la vida de Amalio Olmos Castro representa a un tipo social notable. Se trata del intelectual orgánico -en el sentido que le dio Antonio Gramsci a esta expresión, queriendo decir que se encuentra inserto en la organización burocrática o en otras instituciones relevantes de la sociedad- que no ha perdido la sensibilidad social. Agregaré que combina el saber técnico y científico con la acción política, lo que de algún modo lo coloca ante el clásico dilema que planteó Max Weber. Son visibles las dificultades que se presentan en nuestra provincia en la construcción del espacio público de la defensa de los derechos de sectores sociales populares, o subalternos. Sabemos que Amalio Olmos Castro las vivió intensamente, pero también que no cejó en su empeño y respondió al ideario que lo guiaba con enorme dignidad. La tarea que él impulsó de modo ejemplar no ha concluido.

  

Nota

 Alberto Rodolfo Tasso nació en Ameghino (Provincia de Buenos Aires) en 1943. Residió en Junín y Buenos Aires, y desde 1970 en Santiago del Estero. Estudió sociología (UCA, 1972) y es doctor de la UBA, área historia (FFyL-UBA, 2002). Trabajó en oficinas del estado nacional en Buenos Aires, La Plata y Santiago del Estero. Fue profesor adjunto por concurso en la FFyL-UNT (1984-1988), y profesor asociado ordinario por concurso en la UNSE (1979-2009). Actualmente es investigador adjunto en el CONICET (1991-2009). Ha tenido actividad periodística en diarios y revistas de Junín, Buenos Aires, Tucumán y Santiago del Estero, y en revistas literarias y académicas de Argentina, Brasil, México y España. Asistió a los talleres de Demetrio Urruchúa en Buenos Aires, Álvaro Izurieta en Unquillo, Córdoba, y Alfredo Gogna en Santiago del Estero. Expuso cuadros, libros y objetos en diez muestras individuales y colectivas. Desde 1974 publicó seis libros de poesía, dos de narrativa y cinco de investigación social e historia. En 1997 obtuvo el primer premio de la Revista El Duende, de Jujuy, por su libro La Jornada del Cazador. Integra la Antología de Poesía del Noroeste, siglo XX, compilada por Santiago Sylvester, editada por el Fondo Nacional de las Artes, 2004. Su novela “El informe de la seca” recibió la primera mención en el Concurso de Novela Corta Bienal 2008 organizada por el Consejo Federal de Inversiones. Con Pablo Tasso dirige el sello Barco Edita. Es presidente de la Fundación El Colegio de Santiago, director de la Biblioteca Amalio Olmos Castro, y socio de la Biblioteca Sarmiento. Desde 2003 a 2007 fue Delegado del Fondo Nacional de las Artes en Santiago del Estero, ad honorem. Tiene 65 años y cuatro hijos.

 

[1] La Iglesia de los Santos de los Últimos Días compila hace años censos de todo el mundo: http://pilot.familysearch.org/recordsearch/start.html#start consulta en línea, 30-9-09.

[2] SÁBATO, Ernesto: Sobre héroes y tumbas. Buenos Aires, Emecé, 1964.

[3] OLMOS CASTRO, Amalio: “Árbol Genealógico de la familia Olmos, desde el año 1780 hasta 1943”. Edición del autor, Santiago del Estero, 1945. Cfr. Biblioteca 9 de Julio.

[4] OLMOS CASTRO, Amalio (1945): Una vida al servicio del público. Santiago del Estero. Pp. 140-141.

[5] Op. cit. pp. 239-240.

[6] PALACIOS, Alfredo: “Informe”, Diario de la Cámara de Senadores, 4ª a 7ª reunión, 3ª sesión ordinaria, 15, 16, 22 y 24 de junio de 1937, pp. 11-287.

[7] “La ‘denuncia’ como atraco aparentemente legal”. El Liberal, 21-11-43.

[8] MARTÍNEZ, Ana T.: “Obrajes, leyes del trabajo y prácticas políticas. Las luchas por la construcción del Estado en el proto-peronismo. Santiago del Estero, 1943-1945”. Revista Andina, Nº 44, Cusco, 2007. pp. 117-141.

[9] Tema que más tarde retomará Hebe Vessuri. Cfr. “Tenencia de la tierra y estructura social en Santiago del Estero”. Tesis doctoral, London School of Economics, 1971.

[10] Noticias, Edición extraordinaria, Añatuya, Enero 1943.

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